LA HABANA, Cuba. — Absorto en las importantes tareas de la continuidad, la resistencia creativa y la siembra de conciencia, el compañero del Partido en Centro Habana se sorprendió cuando una mujer gritó a pleno pulmón: “¡El malecón sin agua!”

No sabía el funcionario que el nombre provenía de un mercado siempre vacío. Se soñó como Moisés, encabezando al aguerrido pueblo a través del mar y liberando a sus compatriotas de las miserias.

¿Gracias a la sequía del malecón terminaría el “genocida bloqueo” norteamericano? ¿Ya no harían falta más puentes de amor?

Pero el Malecón sin agua no es una canción de moda o un chiste para el Día de los Inocentes, sino otro argumento para el muro de las lamentaciones nacional: la tragedia que es para la población el comercio interior minorista.

El Malecón sin agua es un mercadillo estatal en la calle Galiano, en Centro Habana. Allí se despachan cinco productos, según ciclos de venta y por la cartilla de racionamiento, ese documento con nombre, dirección, códigos y fechas que los cubanos usan desde 1963 .

Pollo, detergente, salchichas y aceite de soya son los cinco productos de marras, que no tienen por qué coincidir en el espacio/tiempo, como la Rayuela de Julio Cortázar, pues de alguna manera esa coincidencia sería un asalto a la desabastecida mesa del cubano.

Además, la posibilidad de la coincidencia en las actuales circunstancias de caos distributivo y desigualdad social no es nada más que otra de las inocentadas de nuestros experimentados burócrata: un día no hay nevera, otro no hay envase, al tercero se puede romper la fábrica de detergente, o no hay combustible para el camión que trae la mercancía.

Promueven a este mercadillo como uno de los sonados logros de este periodo de “reordenamiento” por eliminar la estructura organizadora de las largas e interminables colas para comprar.

La Lucha contra Coleros (LCC) comenzó a inicios del 2020 como una operación promovida por el primer ministro Manuel Marrero con el objetivo de perseguir y castigar a los intermediarios del mercado informal, pero se convirtió en una arquitectura criminal y corrupta. En ella participaban oficiales del Ministerio del Interior, funcionarios del gobierno y el Partido Comunista municipal, burócratas de TRD, sin olvidar las empresas abastecedoras y los carreros. Una larga cadena que afecta a la población con los altos precios del mercado negro abastecido por esta mafia.

También se ufanan las autoridades con este mercado de mejorar el orden para los ciudadanos en general, y los vulnerables en particular. Sin embargo, los productos no los venden a las familias de las personas vulnerables. Los deben presentarse físicamente para adquirir lo existente, además deben concurrir, en el caso de los minusválidos, con cartas del delegado de circunscripción y del presidente del Comité de Defensa de la Revolución.

Las más de diez medidas hechas públicas por el Gobernador de La Habana, Reinaldo García Zapata, para organizar mercadillos como el “Malecón sin agua”, solo burocratizan aún más el sistema de comercio interior, y crean sistemas controlados por otros sistemas y a su vez por otros hasta el infinito.

Trae al recuerdo aquellos trabajadores sociales inyectados por Fidel Castro, y controlados por Otto Rivero, para intentar controlar los robos y la corrupción, y que terminaron por ser más ladrones y corruptos que sus antecesores.

En fin, el Hombre Nuevo, más parecido al que retrata Mijaíl Bulgakov en Corazón de Perro que al que aspiraba Che Guevara.

Iniciativas no para embromar en el Día de los Inocentes, sino para recoger más lágrimas de este pueblo hastiado de tanto capricho, y depositarla en nuestro muro de las lamentaciones nacional.

Como Moisés frente al Mar Rojo, Karel Leyva, un minusválido que perdió una pierna en la guerra de Etiopía se enfrenta al mercadillo Malecón sin agua esperando se abran sus puertas sin la corrupción y la burocracia que carcome su economía personal y le impide el acceso a la comida prometida.

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Comercio interior en Cuba: un muro de lamentaciones

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28.12.2022

LA HABANA, Cuba. — Absorto en las importantes tareas de la continuidad, la resistencia creativa y la siembra de conciencia, el compañero del Partido en Centro Habana se sorprendió cuando una mujer gritó a pleno pulmón: “¡El malecón sin agua!”

No sabía el funcionario que el nombre provenía de un mercado siempre vacío. Se soñó como Moisés, encabezando al aguerrido pueblo a través del mar y liberando a sus compatriotas de las miserias.

¿Gracias a la sequía del malecón terminaría el “genocida bloqueo” norteamericano? ¿Ya no harían falta más puentes de amor?

Pero el Malecón sin agua no es una canción de moda o un chiste para el Día de los Inocentes, sino otro argumento para el muro de las lamentaciones nacional: la tragedia que es para la población el comercio interior minorista.

El Malecón sin agua es un mercadillo estatal en la calle Galiano, en Centro Habana. Allí se despachan cinco productos, según ciclos de venta y por la cartilla de racionamiento, ese documento con nombre, dirección, códigos y fechas que los cubanos usan desde 1963 .

Pollo, detergente, salchichas y aceite de soya son los........

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