Hay bodegas que te llaman la atención desde la primera vez que pruebas una de sus etiquetas. En mi caso, Gérard Bertrand fue una de esas sorpresas que te hacen mirar con otros ojos una región entera. Me atrajo la frescura de sus vinos, el equilibrio entre técnica y emoción, y esa forma tan natural de mostrar el Languedoc sin artificios. A partir de ahí, seguí explorando sus vinos y descubrí un proyecto que combina territorio, pasión y una visión muy clara de sostenibilidad.

Tres aspectos explican por qué vuelvo una y otra vez a esta bodega:

Es poco habitual encontrar proyectos tan amplios que sigan principios biodinámicos con tanta coherencia. El manejo de los suelos, la biodiversidad y los ritmos naturales es parte fundamental de su identidad.

Bertrand produce rosados luminosos, blancos de frescura sorprendente, tintos mediterráneos y etiquetas sin sulfitos. La........

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