CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- La ciencia es un cuerpo de conocimientos que se nutre del trabajo de investigación que hacen ingenieros, físicos, matemáticos, biólogos, médicos, químicos, etcétera. Los avances en los diferentes dominios de la ciencia se traducen muchas veces en “papers”, documentos que se envían para ser publicados en las revistas especializadas.

Hace muchos años, las primeras editoriales científicas probablemente aceptaban sin problemas la mayoría de los escritos que les llegaban, pero con el tiempo y el hecho de que cada vez había más investigación, empezaron a poner controles y lineamientos para poder decidir si algo era publicable en esas revistas académicas.

Pero años después comenzaría una clasificación de las propias revistas científicas. Muchas de ellas eran ya “indexadas”, es decir, estaban en un catálogo internacional que las ponía como confiables y técnicamente estupendas. Publicar en esas revistas era siempre mejor que publicar en revistas oscuras que no tenían mucho renombre.

El proceso de publicación de un artículo científico tiene que ver con la contribución a un dominio del conocimiento. Se parte de esa base. Hay dos o tres revisores que leen el artículo (quien manda el artículo a revisión no conoce esto), los cuales emiten sus comentarios que pueden ser favorables o desfavorables. En algunos casos los artículos son rechazados de inmediato. En otras ocasiones, los revisores piden que los autores mejoren en algunos aspectos que, consideran, requiere más atención. Eventualmente, cuando se pasa ese filtro el artículo se publica. Cabe decir que este proceso en muchas ocasiones lleva muchos meses y hasta un año. Es difícil hallar que algo que se envía a una editorial científica lo publique de inmediato.

Y todo esto está muy bien, pero resulta que en 2018 tres investigadores, Helen Pluckrose, James A. Lindsay y Peter Boghossian, escribieron una serie de artículos “científicos”, los cuales estaban llenos de un lenguaje típico de las publicaciones académicas, donde, por ejemplo, indicaban que habían hecho un “análisis temático de los diálogos de mesa” para resolver el misterio por el cual a los hombres les gustaba ir a comer al restaurante “Hooters”, o bien, un artículo en el que se hablaba de “reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad queer”, publicado en una revista feminista, con el título: “Nuestra lucha es mi lucha” y que básicamente había tomado frases del libro de Hitler “Mi Lucha”, acomodándolas en el nuevo contexto.

“Algo ha ido mal en la universidad, especialmente en ciertos campos de las humanidades”, escribieron los tres autores de los artículos falsos en un artículo en la revista en línea Areo explicando lo que habían hecho. “La erudición basada menos en encontrar la verdad y más en atender los agravios sociales se ha establecido firmemente, si no completamente dominante, dentro de estos campos”. Y más aún, probablemente la presión académica de publicar artículos en revistas indexadas para así tener acceso a fondos, becas, etcétera, ha logrado que se pervierta la idea original que se tenía al publicar un artículo científico. En México, por ejemplo, la productividad en la academia se basa -en parte- en cuántos artículos se les han publicado a los investigadores.

Hay que decir, para colmo, que las revistas más prestigiadas son muy costosas y las universidades pagan muchas veces enormes cantidades de dinero para que sus estudiantes e investigadores puedan acceder a ellas. Eso presupone, obviamente, que hay una seriedad académica en esas publicaciones. Sin embargo, ante este experimento de los tres investigadores, hacen pensar que hay que redefinir el valor de esas publicaciones. ¿Son tan fundamentales para el avance de las ciencias? ¿No se han degradado por la necesidad de las propias editoriales para publicar cada mes las supuestas contribuciones? ¿Son efectivamente las publicaciones científicas una manera de medir la productividad de los científicos?

Muchas preguntas y ninguna iniciativa para analizarlas.

QOSHE - Los reportes científicos - Manuel Lã³Pez Michelone
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Los reportes científicos

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06.11.2023

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- La ciencia es un cuerpo de conocimientos que se nutre del trabajo de investigación que hacen ingenieros, físicos, matemáticos, biólogos, médicos, químicos, etcétera. Los avances en los diferentes dominios de la ciencia se traducen muchas veces en “papers”, documentos que se envían para ser publicados en las revistas especializadas.

Hace muchos años, las primeras editoriales científicas probablemente aceptaban sin problemas la mayoría de los escritos que les llegaban, pero con el tiempo y el hecho de que cada vez había más investigación, empezaron a poner controles y lineamientos para poder decidir si algo era publicable en esas revistas académicas.

Pero años después comenzaría una clasificación de las propias revistas científicas. Muchas de ellas eran ya “indexadas”, es decir, estaban en un catálogo internacional que las ponía como confiables y técnicamente estupendas. Publicar en esas revistas era siempre mejor que publicar en revistas oscuras que no........

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