En la tradición japonesa del año nuevo las campanas, antes del 1º de enero suenan ciento ocho veces, una por cada pecado que habrá que purgar. Con tantas faltas por listar, tarde o temprano aparecerá el no haber dedicado suficiente tiempo a una de las artes elevadas: la poesía. Leerla es asomarse al rincón más oscuro del alma, pero animarse a escribirla es tener el valor de prender la luz allá en las sombras internas. Hacerla bien es una mezcla de talento y dolor.

El cumpleaños 100 de Ida Vitale en noviembre pasado recuperó el recuerdo de la “Generación del 45”, la de Mario Benedetti, Manuel Claps, Idea Vilariño, la sobreviviente centenaria Ida Vitale, y quizás como guía, Juan Carlos Onetti, entre otros. Sobre Vitale ya se dijo mucho recientemente.

Es tentador repasar en cambio a Idea Vilariño, figura imprescindible de la literatura hispana. No se puede caer en el facilista cliché de llamarla “adelantada de su tiempo”. Vilariño, una mujer de los años 40 que eligió la soledad, la libertad sexual, el activismo ideológico y la enseñanza, no anticipó la decadencia de hoy, la de memes, reguetón e influenciadores digitales de escaso valor. Quizás fue pionera de un futuro que se perdió en el camino y no llegó.

Los versos de sus comienzos, aun con rezagos de esa rimbombancia del modernismo de principios de siglo XX, asoman una voz original y descarnada, que después de sus Nocturnos y ya en los años 50, estalla en palabras simples, fuertes –“Ya no” (1958), “Pobre Mundo” (1962) etc.-. De su relación intensa con el gran Juan Carlos Onetti, estando él casado en dos épocas con mujeres diferentes, quedan poemas de amor y correspondencia brutalmente frentera y encendida. Vilariño fue convirtiéndose en leyenda viva, o guión de telenovela que vista por un mojigato de los que resurgen ahora, pondría a Idea en el papel de la mala: por libre, por auténtica y quién sabe si también por erudita.

Idea tocaba el violín desde niña, y quizás eso tenga que ver con su devoción por el ritmo en la poesía: “Un poema es un franco hecho sonoro -sonidos, timbres, estructuras, ritmos. O no es” dijo en una entrevista. A Selva su empleada, le dejó un papelito con instrucciones para su funeral: “Nada de cruces. No morí en la paz de ningún señor. Cremar”.

QOSHE - Opinion Idea en verso - Samuel Chalela
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Opinion Idea en verso

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06.01.2024

En la tradición japonesa del año nuevo las campanas, antes del 1º de enero suenan ciento ocho veces, una por cada pecado que habrá que purgar. Con tantas faltas por listar, tarde o temprano aparecerá el no haber dedicado suficiente tiempo a una de las artes elevadas: la poesía. Leerla es asomarse al rincón más oscuro del alma, pero animarse a escribirla es tener el valor de prender la luz allá en las sombras internas. Hacerla bien es una mezcla de talento y dolor.

El cumpleaños 100 de Ida Vitale en noviembre pasado recuperó el recuerdo de la “Generación del........

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