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De un confín a otro de la geografía venezolana se escucha decir: el país necesita un cambio, otro rumbo, otro destino, mientras otros afirman que el país no se arregla desde una casa, desde las redes sociales o criticando sin producir nueva realidad.

Es cierto, no es vociferando cualquier cantidad de improperios como se puede ayudar al país a resolver los diversos problemas que confronta, es necesario volver a la familia y menciono la familia porque creo que a pesar de todas las convulsiones que hoy la sacuden, sigue siendo el escenario más importante del desarrollo humano, espacio único para el cultivo de la imaginación, la capacidad de adaptación y el sentido de logro; motor del desarrollo regional y base de lanzamiento para fortalecer las instituciones de todo tipo. Más aún, las próximas décadas de este siglo conocerán un viraje en el pensamiento: el ámbito de la intimidad se convertirá en un espacio de significación para renovar la esfera de lo político.

Los valores universales que se viven en la familia —a pesar de sus crisis y más allá de ellas— como inmanencia de la trascendencia iluminarán las instancias desgastadas, desarticuladas y desprestigiadas de la política.

Antes de buscar ese anhelado cambio en lo externo, es urgente volcar la mirada hacia la familia que es el primer espacio donde los individuos se desarrollan socialmente a partir de un funcionamiento familiar determinado.

El presente esbozo pretende despertar en el colectivo, el interés por revisar los elementos de las dinámicas familiares que contribuyen en el desarrollo social. Es necesario pasar revista a la afectividad, la comunicación familiar y los estilos de educación parental que inciden en la formación de distintas habilidades psicosociales en los individuos que contribuyen de esta forma a la educación de ciudadanos con la capacidad de relacionarse con otros de una forma positiva.

Todo esto teniendo en cuenta que el ser humano cuando nace no cuenta con patrones de conducta determinados, sino que necesita relacionarse con individuos de su entorno para configurarse como persona, así la educación se justifica desde la necesidad que tienen las personas de ser influenciados por sus iguales para que de esta manera adquiera características propias del ser humano.

Y dentro de la estructura familiar se forja una cultura en la que están inmersos sus integrantes, lo cual les permite entender ese contexto determinado en el que se encuentran proporcionándole argumentos e interpretaciones de la realidad, de tal manera que se dé un proceso de adaptación a su entorno y un buen desarrollo humano.

*Lea también: La emergencia humanitaria crece, por Gregorio Salazar

Tener una familia es cimentar una buena educación, formación y valores. Aquí se construye la formación de la personalidad de cada uno de sus miembros; es el pilar sobre el cual se fundamenta el desarrollo psicológico, social y físico del ser humano; es aquí donde se nos enseñan las responsabilidades y obligaciones; es donde actuamos con la mejor visión de nosotros mismos.

Si todos los individuos creciéramos dentro de un seno familiar, la sociedad se enfrentaría a menos problemáticas: Tendríamos el sentido de responsabilidad bien definido, habría menos violencia (dentro y fuera del hogar) y más respeto tanto por la naturaleza como por el entorno social.

Si queremos un cambio, empecemos por la familia, la pequeña sociedad donde se forja el individuo, si en ella el ciudadano no encuentra seguridad, difícilmente podrá ser agente de cambio a su derredor. No hablemos de cambios para el país, si el pequeño consorcio: la familia navega como un barco sin rumbo.

Y no hablo de problemas de ausencia de la figura paterna, que es importante tenerla, sino de la carencia de valores, que hacen hombres deshumanizados, tibios, indiferentes, sin ningún dejo por el dolor ajeno. Pisemos tierra, los que hoy están frente a una función pública se forjaron de dentro una minúscula sociedad que denominamos: familia. Habría que preguntarse: ¿cuáles fueron sus carencias? Y de allí conocer el porqué de su conducta.

Si el núcleo de la célula está dañado, la sociedad adolece de estas fracturas y las refleja en sus relaciones y entornos; surgen acciones de violencia, desapegos, inconformidades. Por ello la tarea como sociedad es luchar por proteger a la familia, y promover un ambiente de respeto, valores, educación y amor a nuestros hijos; una familia que esté unida en todas las situaciones de la vida.

En definitiva, la familia es decisiva para la formación de la conducta humana en actitudes fundamentales para la convivencia. Ella es columna básica de la calidad de vida de la sociedad toda y factor esencial del progreso de un país.

Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).

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La familia es el cambio para el país, por Rafael A. Sanabria M.

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18.01.2024

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De un confín a otro de la geografía venezolana se escucha decir: el país necesita un cambio, otro rumbo, otro destino, mientras otros afirman que el país no se arregla desde una casa, desde las redes sociales o criticando sin producir nueva realidad.

Es cierto, no es vociferando cualquier cantidad de improperios como se puede ayudar al país a resolver los diversos problemas que confronta, es necesario volver a la familia y menciono la familia porque creo que a pesar de todas las convulsiones que hoy la sacuden, sigue siendo el escenario más importante del desarrollo humano, espacio único para el cultivo de la imaginación, la capacidad de adaptación y el sentido de logro; motor del desarrollo regional y base de lanzamiento para fortalecer las instituciones de todo tipo. Más aún, las próximas décadas de este siglo conocerán un viraje en el pensamiento: el ámbito de la intimidad se convertirá en un espacio de significación para renovar la esfera de lo político.

Los valores universales que se viven en la familia —a pesar de sus crisis y más allá de ellas— como inmanencia de la trascendencia iluminarán las instancias desgastadas, desarticuladas y desprestigiadas de la........

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