Netflix ha salvado más vidas de lo que se admite. Sin su oferta audiovisual muchos habrían terminado en el alcoholismo, la drogadicción o en el pantano circular de la masturbación serial. Otros, más moderados, se habrían hundido en esa profunda meditación horizontal conocida como mirar el techo. Para ellos, Netflix es rehabilitación y refugio. Para el resto —los que no tienen tiempo ni para aburrirse— puede ser una fuente de posibilidades.

Una de ellas: desconectarse de la pasmada realidad y perderse en otra, ficticia y por fin coherente. La otra: reconectarse con la misma realidad, pero a través de lo ficticio y coherente. Dos cosas contrarias pueden ser ciertas al mismo tiempo. Ambos caminos los ofrece la nueva versión de Frankenstein del mexicano Guillermo del Toro.

La historia del monstruo armado con retazos de cadáveres es conocida. Un poco menos su origen. En el verano de 1816, un grupo de amigos —Mary Godwin (luego Mary Shelley), su........

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