La mañana del lunes llegó a mi casa Francisca, trabajadora del hogar, totalmente afectada porque había vivido una noche de terror con sus tres hijas menores de 12 años y su esposo, tratando de sobrevivir a una mazamorra, que les había destrozado su precaria vivienda y porque se habían pasado en vela tratando de rescatar las pocas pertenencias que pudieron sacar de un río de piedras y lodo que bajó del cerro.

De inmediato, fuimos con ella a su casa, al final de Achumani, para ir a recoger a sus hijas, que se habían quedado a la intemperie en lo que antes eran sus habitaciones, tiritando de frío y en shock por el trauma vivido, llenas de barro de los pies a la cabeza y llorando por las pertenencias que habían perdido. La más chica de seis años me dijo: “pude rescatar del lodo esta mi muñeca que ahora está muy sucia y este mi libro del colegio”. Alrededor había un movimiento de volquetas y maquinaria pesada, al principio pensé que eran de la Alcaldía, pero para mi sorpresa eran de una empresa constructora que estaba levantando todos los escombros de lodo, piedras y tierra que tapaban toda una calle en un tramo de más de 100 metros.

Francisca me comentó, entre sollozos, que meses antes había llegado esta empresa constructora y había hecho movimientos de cientos de toneladas de tierra en la cima del cerro, en cuya falda estaba su precaria vivienda. Al parecer, las toneladas de tierra se deslizaron por acción de la lluvia y porque se desbordó una pequeña laguna que se había formado por la acción del terraceo. La mezcla perfecta para un desastre completo.

Cuando hablamos con los operarios nos dijeron que ellos no sabían nada y que habían recibido órdenes de limpiar la vía, pero sobre reconstruir las viviendas no tenían ninguna instrucción y que seguramente más tarde vendrían de la empresa para hablar con los vecinos. Para justificar lo injustificable.

La única acción por parte de la Alcaldía fue hacerle firmar a Francisca un compromiso de que debe abandonar la vivienda y que no puede volver a habitarla. Nada sobre alguna compensación por parte de la Alcaldía o la empresa.

Esta historia termina en que Francisca pierde su casa, la empresa limpia la vía para lavar su imagen y las obras de la urbanización continúan “viento en popa”. Seguirá la pérdida de ecosistemas ecológicos, el terraceo de cerros y las miles de Franciscas afectadas que perdieron su vida y su techo. Y lo peor de todo es que no llega la sanción para aquellas empresas que mantienen sus permisos y actividades para seguir destruyendo el patrimonio paisajista de los paceños.

No hay ninguna institución que defienda a estos habitantes en situación de vulnerabilidad que han sido históricamente marginados y cuyas voces han sido silenciadas sin ningún tipo de influencia sobre las agendas de sostenibilidad y sobre la ética y responsabilidad social de las empresas que causan estos desastres.

Este es el momento para que nosotros, los que habitamos esta ciudad, denominada en el pasado como “Ciudad Maravilla”, repensemos cómo puede hacerse un desarrollo urbanístico que equilibre los intereses económicos y sociales, cuidando el medio ambiente, el paisaje urbanístico y respetando a sus habitantes.

Este movimiento debe ser capaz de desarrollar una “ciudad sostenible” que sea resiliente a los impactos adversos del cambio climático, que identifica y reduce las vulnerabilidades de su población e incrementa la capacidad adaptativa, así como gestionar los riesgos de desastre. Pero también una “ciudad amable” con espacios acogedores, accesibles y humanos para garantizar la vida, la dignidad y la prosperidad de los paceños.

INNOVACIÓN Y FINANZAS

JORGE VELASCO T.

Ingeniero industrial, magíster en Innovación y Desarrollo, emprendedor, y docente

[email protected]

QOSHE - Emprendimientos que causan desastres - Jorge Velasco
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Emprendimientos que causan desastres

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17.03.2024

La mañana del lunes llegó a mi casa Francisca, trabajadora del hogar, totalmente afectada porque había vivido una noche de terror con sus tres hijas menores de 12 años y su esposo, tratando de sobrevivir a una mazamorra, que les había destrozado su precaria vivienda y porque se habían pasado en vela tratando de rescatar las pocas pertenencias que pudieron sacar de un río de piedras y lodo que bajó del cerro.

De inmediato, fuimos con ella a su casa, al final de Achumani, para ir a recoger a sus hijas, que se habían quedado a la intemperie en lo que antes eran sus habitaciones, tiritando de frío y en shock por el trauma vivido, llenas de barro de los pies a la cabeza y llorando por las pertenencias que habían perdido. La más chica de seis años me dijo: “pude rescatar del lodo esta mi muñeca que ahora está muy sucia y este mi libro del colegio”. Alrededor había un movimiento de volquetas y maquinaria pesada, al principio pensé que eran de la........

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