Si nos detenemos a pensar en la calidad de la convivencia humana de los últimos años, tanto a escala internacional como nacional y local, nos daremos cuenta de que estamos viviendo dentro de un predominante estado de zozobra, en un estado de “guerra” permanente contra una diversidad de supuestos “enemigos” que amenazan nuestra supervivencia en paz. Acordémonos de la reciente “guerra” declarada a escala mundial al virus de la Covid-19, como si se tratara de algo ajeno a la dinámica humana. Ahí está, la cotidianeidad de las “guerras” internacionales declaradas al “terrorismo” que forma parte del menú informativo en nuestros hogares. Localmente asistimos a toda una serie de reportajes televisivos que se libran en la “guerra” contra la violencia, de género y generacional. Nuestras “guerras” domésticas expresadas y arraigadas en la “cultura del bloqueo” que nos caracteriza, por cualquier motivo, siendo los más, sui géneris.

Del otro lado, los esfuerzos por alcanzar la Paz también han sido y son notables, además, de cambiantes, pero sin duda insuficientes, por lo antes anotado. Por ejemplo, en 1967 como corolario de la posguerra emergente de la victoria de los “Aliados” e inicios de la nueva Guerra Fría, el Papa Paulo VI, emitió la Encíclica Populorum Progressio, que se resumía en el siguiente eslogan; “El desarrollo es el nuevo nombre para la paz”. Desde entonces a la fecha, el “desarrollo” concebido sin límites, en vez de traer consigo la paz, trajo más guerras para el mundo por el control y acceso a los recursos naturales. No olvidemos, los verdaderos móviles de las guerras del Pacífico y del Chaco, que fueron en última instancia por disputa de intereses económicos internacionales.

En consecuencia, la Paz y la Sustentabilidad, no serán posibles mientras exista una relación directa entre el consumo de recursos y los esfuerzos guerreros por poseerlos. Nuestro modelo de desarrollo se basa en el continuo flujo de recursos naturales que se extraen de los territorios (no importa dónde) que a menudo quedan ocultos a los ojos del consumidor, con características de consumismo.

La situación es tan grave, que tuvieran que cambiar cosas aparentemente impensables, como parar en seco el saqueo y la contaminación de los ecosistemas, el despilfarro y los gases del efecto invernadero. Y asumir, el siguiente eslogan: “El decrecimiento es el nuevo nombre para la paz”. Difícil ¿verdad?

CIUDAD SUSTENTABLE

GERMÁN C. TÓRREZ MOLINA

Economista

[email protected]

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Paz y Sustentabilidad

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06.12.2023

Si nos detenemos a pensar en la calidad de la convivencia humana de los últimos años, tanto a escala internacional como nacional y local, nos daremos cuenta de que estamos viviendo dentro de un predominante estado de zozobra, en un estado de “guerra” permanente contra una diversidad de supuestos “enemigos” que amenazan nuestra supervivencia en paz. Acordémonos de la reciente “guerra” declarada a escala mundial al virus de la Covid-19, como si se tratara de algo ajeno a la dinámica humana. Ahí está, la cotidianeidad de las “guerras” internacionales declaradas al “terrorismo” que forma parte del menú informativo en........

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