Hablábamos aquí hace siete días –cuando era pleno invierno y faltaba un minuto para que llegara el calor que ya ha llegado– de la estremecedora acción de la nieve sobre el sonido, cómo lo apaga y lo aspira eliminando cualquier amago de eco o reverberación, como si el mundo se hubiera vuelto una habitación hermética, cubiertas paredes y techos de hueveras de cartón. Nos molesta el ruido pero nos estremece su ausencia. Un sonido emitido que no vuelve, como si algo o alguien lo atrapara y lo acumulara, quién sabe con qué intención.

El fragor del mundo nos orienta como a los murciélagos, pero el silencio nos alerta y nos detiene, nos pone rígidos como un suricata en la pradera de los depredadores. Sobre todo cuando irrumpe en medio del bullicio, haciéndose oír al hacernos callar. Y eso acaba de ocurrir en Madrid. La ciudad calla.

Miguel Ángel Rodríguez y la presidenta de la Comunidad de Madrid

El escándalo que rodea a la presidenta regional Isabel Díaz Ayuso y su pareja, que apunta una trama alrededor de la compra de mascarillas que amenaza con expandirse como una septicemia a la privatización sanitaria y a los millones de dinero público que rodean esas operaciones desde tiempos de Esperanza Aguirre. “Colaboración público-privada”, en lenguaje aceptable. Pero lo nuevo ha sido el silencio. Nadie poniendo la mano en el fuego, ningún cierre de filas del partido, ni un solo hashtag en redes de los que deberían hacer bulto y barullo alrededor de quien dice estar siendo víctima de una operación institucional de acoso y derribo orquestada desde el poder. Nada.

Un silencio solo roto por los gritos en el WhatsApp del director de comunicación de la afectada, convertido en tendencia por amenazar a los periodistas y el medio, Eldiario.es , que levantó la liebre del desfalco tributario. Y una presidenta que utiliza la expresión “rulos de billetes” para hablar del dinero B, con una familiaridad inquietante. Y el silencio alrededor.

El aria da capo es un tipo de composición barroca que se despliega en tres tiempos, tres actos como los de cualquier drama: presentación, nudo, desenlace. Tres tiempos que en la contemporaneidad política acostumbran a ser ascenso, éxito, caída. El tercer tiempo nunca está escrito en la partitura, que solo presenta el apunte que le da nombre: da capo , “desde el principio”. Y era el cantante el que resolvía.

Da capo es, pues, una nota de memoria, que pide al intérprete que regrese, que recuerde quién es, que recuerde quién era. Quien es y quien era no parece lo mismo, pero siempre lo es. Las partes del aria da capo se cierran con un calderón, una indicación en la partitura consistente en un punto cubierto por un semicírculo, a modo de paraguas, que advierte al intérprete de la llegada de un silencio. A Bach se atribuye el uso actual del calderón: un apunte para las piezas corales que advierte a los cantantes que la frase acaba y deben tomar aire antes de continuar. Y esa es la lección: la pieza continúa. Y antes de acabar, te recordará quién eras.

QOSHE - Madrid, ‘aira da capo’ y calderón - Pedro Vallín
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Madrid, ‘aira da capo’ y calderón

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18.03.2024

Hablábamos aquí hace siete días –cuando era pleno invierno y faltaba un minuto para que llegara el calor que ya ha llegado– de la estremecedora acción de la nieve sobre el sonido, cómo lo apaga y lo aspira eliminando cualquier amago de eco o reverberación, como si el mundo se hubiera vuelto una habitación hermética, cubiertas paredes y techos de hueveras de cartón. Nos molesta el ruido pero nos estremece su ausencia. Un sonido emitido que no vuelve, como si algo o alguien lo atrapara y lo acumulara, quién sabe con qué intención.

El fragor del mundo nos orienta como a los murciélagos, pero el silencio nos alerta y nos detiene, nos pone rígidos como un suricata en la pradera de los depredadores. Sobre todo cuando irrumpe en medio del bullicio, haciéndose........

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