—El centro no existe— dicen algunas personas. Si son de izquierda, con estas palabras creen desenmascarar a gente avergonzada de derecha. Si son de derecha, sienten que destapan a izquierdistas. Unos y otros niegan la existencia de un sector político. Curiosamente, nunca descubren en un centrista a alguien que piensa como ellos; siempre se lo endosan al contrario: es el contrario enmascarado de centrismo, y el centrismo, dicen, es una ideología que no existe.

Pero el centro existe.

Existe, digamos, pragmáticamente. Hay un pedazo muy grande tanto de la ciudadanía como de la opinión pública que no se siente identificado con las ideas, los grupos y los partidos de izquierda o de derecha. En Colombia hay personas que no son petristas ni uribistas. Hay personas, también, para quienes una candidatura de derecha populista (una especie de Bukele colombiano) sería un desastre. Algunas de esas personas también consideran que un segundo gobierno del Pacto Histórico sería muy grave y destructivo.

Pero no hay que irse tan lejos en el espectro para encontrar a los centristas. Algunos son centristas porque creen en el modelo de economía liberal al tiempo que defienden una definición amplia de los derechos civiles. Otros lo son porque defienden un Estado activo, con gran presencia en la economía, y al tiempo consideran que la seguridad es un derecho sin el cual nadie puede tener una buena vida. Hay, entonces, muchos centrismos.

Para algunos, el centro es solamente un grupo variable de personas listas para adaptarse a las necesidades del momento: un espectro político dispuesto a hacer compromisos que garanticen la estabilidad del gobierno de turno. El credo de este centrismo acomodaticio sería, pues, el de Groucho Marx: “estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”.

Este sería el “centrismo” politiquero de los adversarios vueltos amigos vueltos embajadores.

Sin embargo, también hay un centrismo posicional, que es el más valioso y también el más significativo en Colombia. Este centrismo no depende del clientelismo. Es eminentemente ideológico y temperamental, y existe, en parte, por el fracaso de los partidos de izquierda y de derecha, y por el éxito (relativo pero indudable) que ha implicado la apertura económica y el Estado Social de Derecho en Colombia. Esto, que parece una contradicción, en este país ha sido un caso exitoso de eclecticismo ideológico, originado en la Constitución de 1991.

Existe algo así como el centrismo “ideal” y hay una teoría política del centro. Y hay una especie de ética centrista: así como hay virtudes propias de la izquierda (el sentido de urgencia, la indignación ante la injusticia, la confianza en las posibilidades del futuro) y de la derecha (la búsqueda de la estabilidad, la separación estricta entre lo público y lo privado, y cierto respeto por la historia), hay ciertas virtudes centristas: la paciencia (o la consciencia de que las transformaciones, para ser reales, toman tiempo), la confianza en el método y la técnica, y la capacidad de ceder y de llegar a acuerdos transitorios basados en la persuasión y en el pragmatismo.

Y, además de compartir un temperamento, los centristas creen en cosas. En el caso colombiano, uno podría aventurarse a decir que el centrismo cree en la Constitución, tiene una visión amplia sobre los derechos fundamentales, siente lealtad por las instituciones democráticas y por el Estado de Derecho. Es liberal antes que igualitarista, legalista antes que voluntarista, individualista antes que colectivista. Desconfía del militarismo, pero entiende la necesidad de que el Estado monopolice la fuerza. Desconfía de los caudillos y de las soluciones fáciles a los problemas complejos.

Además de tener estas características, el centro y los centristas tienen ciertos deberes. En primer lugar, el centro debe dar debates basados en hechos, usando cifras y datos, sin manipularlos. Basándose en esa información, el centro debe proponer soluciones realizables que tengan en cuenta la realidad económica, institucional, legal y política.

El centro no puede darse el lujo de proponer soluciones utópicas. Parte de su temperamento está en que rechaza la utopía a favor del pragmatismo. El pragmatismo del centro también tiene que reflejarse en su apego por los problemas y las soluciones reales. Por eso, no puede caer en discusiones sobre problemas que no existen o sobre pseudo-problemas.

El centro debe apoyar las buenas ideas, vengan de donde vengan, y debe trabajar para que esas ideas se realicen. Para eso, debe poder construir consensos provisionales, basados en el realismo y en la persuasión. Esto implica que los centristas deben hablar con el gobierno y con la oposición.

El centro y los centristas no pueden dejarse chantajear con puestos o con amenazas, y solo deben trabajar en gobiernos en los que puedan ejercer su “centrismo” con libertad. En el momento en que los centristas se vuelven seguidores de Groucho, se vuelven otra cosa: ministros o embajadores, sí, pero sobre todo cobardes y politiqueros.

Los centristas tampoco pueden dejarse seducir por las narrativas apocalípticas o totalizantes. En el momento en que pierden la paciencia, la lealtad por los límites institucionales, por la persuasión y el pragmatismo, se transforman en algo distinto. Esto implica el deber de resistirse al máximo a las teorías del presidente sobre el fin del mundo y la extinción humana o sobre el fracaso del Estado. Implica resistirse, igualmente, a las narrativas que dicen que el presidente está destruyendo todo lo que alguna vez fue bueno de Colombia y de sus instituciones.

El centrista tiene que ser cauteloso con sus críticas y con sus pasiones.

Así, el centrismo tiene que resistirse a creer la narrativa de los golpes blandos que el presidente ha impulsado. Pero, con más fuerza, tiene que oponerse a cualquier intento de desestabilizar el país o de tumbar al presidente. El centrista, en Colombia, tiene que defender las instituciones, incluyendo la presidencia de la república, y, sobre todo, el orden constitucional.

El centro no puede justificar sus acciones en los errores de otras personas, y no puede caer en la falacia terrible de que está en libertad de hacer lo que otros antes han hecho con impunidad. La corrupción de Pierre García, de Odebrecht o del clan Torres, no pueden justificar la corrupción en el futuro. Las arbitrariedades de este gobierno no pueden justificar otras arbitrariedades; sus errores, otros errores; su impudicia, más impudicia.

Finalmente, el centro debe tener vocación de poder y debe querer y poder ganar elecciones. Debe saber aprovechar sus virtudes y los errores de los contrarios. Para eso, el centro debe cancelar candidaturas que vean la derrota electoral como una victoria moral, o que sacrifiquen el pragmatismo político por la superioridad intelectual. El centro debe preferir candidaturas que construyan consensos y que convenzan a la gente de izquierda y de derecha.

El centro, que se precia tanto de saber gobernar, debe aprender a ganar.

QOSHE - Los deberes del centro - Andrés Caro
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Los deberes del centro

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30.03.2024

—El centro no existe— dicen algunas personas. Si son de izquierda, con estas palabras creen desenmascarar a gente avergonzada de derecha. Si son de derecha, sienten que destapan a izquierdistas. Unos y otros niegan la existencia de un sector político. Curiosamente, nunca descubren en un centrista a alguien que piensa como ellos; siempre se lo endosan al contrario: es el contrario enmascarado de centrismo, y el centrismo, dicen, es una ideología que no existe.

Pero el centro existe.

Existe, digamos, pragmáticamente. Hay un pedazo muy grande tanto de la ciudadanía como de la opinión pública que no se siente identificado con las ideas, los grupos y los partidos de izquierda o de derecha. En Colombia hay personas que no son petristas ni uribistas. Hay personas, también, para quienes una candidatura de derecha populista (una especie de Bukele colombiano) sería un desastre. Algunas de esas personas también consideran que un segundo gobierno del Pacto Histórico sería muy grave y destructivo.

Pero no hay que irse tan lejos en el espectro para encontrar a los centristas. Algunos son centristas porque creen en el modelo de economía liberal al tiempo que defienden una definición amplia de los derechos civiles. Otros lo son porque defienden un Estado activo, con gran presencia en la economía, y al tiempo consideran que la seguridad es un derecho sin el cual nadie puede tener una buena vida. Hay, entonces, muchos centrismos.

Para algunos, el centro es solamente un grupo variable de personas listas para adaptarse a las necesidades del momento: un espectro político dispuesto a hacer compromisos que garanticen la estabilidad del gobierno de turno. El credo de este centrismo acomodaticio sería, pues, el de Groucho Marx: “estos son mis........

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