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Maruja nunca vio el mar
Al pasar por delante siempre estaba allí. En el número 14 de la Calle Colón, en el doce si es que de repente nos regimos por la renovación prescindible de los números de las casas.
Pero Maruja siempre estaba allí.
Le faltaban los surcos inquietos que a menudo se instalan debajo de los pómulos, los del sonreír, que quizás los perdió en alguno de esos días en que ya no hay nada que arreglar, destrozar o reintentar. Los surcos, cuando se van, casi nunca vuelven.
Se pasaba el día sentada allí, detrás del mostrador del estanco diminuto que alguien incrustó en el portal de su casa,........
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