Electo Javier Milei presidente de Argentina, inmediatamente se rindió a su éxito la representación política de la derecha en el país, al punto de proponerse, en algún caso, un copy paste del excéntrico y polémico economista que en la campaña ha propuesto cosas inverosímiles que, al final, pasaron a segundo plano.

Luis Fernando Camacho, Jorge Quiroga, Carlos Mesa, Jeanine Áñez, Samuel Doria Medina y Jaime Paz Zamora se arroparon de la victoria de aquel para recuperar aliento, augurar esperanzas y esbozar posibilidades de perseguir su objetivo desde hace más de 17 años: derrotar al Movimiento Al Socialismo (MAS).

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Tienen razón en valerse de la impronta de aquel, que ha frenado la continuidad del peronismo y el kirchnerismo que, en los últimos años, fueron la fuerza hegemónica que postergó sucesivamente las aspiraciones políticas de las fuerzas de derecha y conservadoras argentinas.

En Bolivia, esa facción política también sufre el fenómeno con el Movimiento Al Socialismo (MAS), que gobernó 14 años el país con Evo Morales y gobierna tres años con Luis Arce, con una breve interrupción —un año— durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez.

Como si se tratara de una receta bien hecha el éxito electoral del ultraderechista argentino, y la única, el diputado José Manuel Ormachea incluso propuso buscar entre los políticos y asambleístas actuales un Milei para contrarrestar en 2025 a la “casta” y la “rosca azul”.

Un experimento así en el país es prueba no superada. La premisa de “votar por cualquiera menos por el MAS” ya nos ha dejado experiencias amargas al menos en La Paz, donde quedaron al descubierto la ineficiencia y la incapacidad de la gestión local y departamental. Hasta Santa Cruz sufre las consecuencias de la gestión de un gobernador encarcelado, el rezago de las políticas públicas, el aislamiento antidemocrático del subgobernador Mario Aguilera y la constante confrontación política.

Vicente Cuéllar, el rector de la Gabriel René Moreno que acaba de presentar su organización política, Cambio 25, persigue los mismos propósitos y se mostró como la “alternativa, pero viable”.

No importa cómo, pero el interés supremo es el MAS, como lo admitió ayer la asambleísta Paola Aguirre, en una entrevista con La Razón, al explicar la organización de su agrupación política, Creemos, con miras a las elecciones nacionales y subnacionales de 2025.

Unos más que otros piensan que deben seguir el camino de Milei, sabiendo que la naturaleza del voto, la oferta electoral, la idiosincrasia del votante, el carisma o no de los candidatos o las necesidades de la población son distintos a los de Argentina. Apostar por algo así es “un salto desconocido”, como describiría el diario español El País, al contar la votación de la mayoría de los argentinas por Miles.

En las casi dos últimas dos décadas en el país, no hubo receta posible que frene la hegemonía del MAS y su propuesta de país. Solo una ruptura constitucional, en 2019, pudo postergar a esa fuerza política, que rápidamente recuperó su poder perdido por la fuerza.

Decían Morales y el MAS en 2005 jichhapi jichaxa (ahora es cuando en aymara) y los movimientos sociales, “sin nosotros nunca más”.

A pesar del desgaste político, la división y la crisis de liderazgo en ese partido político, no se avista una alternativa —y viable, como diría Cuéllar— capaz de generar expectativas a dos años de las elecciones generales. Y esa fuerza movilizadora de las organizaciones sociales no siempre afín a fuerzas conservadores, sino al bloque nacional-popular, es crucial ahora, más allá de la crisis de su instrumento político.

Lo será en adelante. El que tenga capacidad de conquistar o preservar esa fuerza, puede contar con posibilidades de ganar terreno y sumarlo a su oferta de país. Por ahora, los llamados a hacerlo ni quieren verse la cara.

En el otro lado, ha sido imposible la unidad. Ya comienzan a irrumpir organizaciones políticas y nombres, y también comienzan a caer en la dispersión. Si bien, por demagogia, unos dicen que es muy temprano para ingresar en campaña, dos años son pocos para construir un Milei, mucho más si los experimentos recientemente pasados no funcionaron. Un Milei en el país es prueba no superada.

(*) Rubén Atahuichi es periodista

QOSHE - El experimento Milei y la prueba no superada - Rubén Atahuichi
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El experimento Milei y la prueba no superada

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22.11.2023

Electo Javier Milei presidente de Argentina, inmediatamente se rindió a su éxito la representación política de la derecha en el país, al punto de proponerse, en algún caso, un copy paste del excéntrico y polémico economista que en la campaña ha propuesto cosas inverosímiles que, al final, pasaron a segundo plano.

Luis Fernando Camacho, Jorge Quiroga, Carlos Mesa, Jeanine Áñez, Samuel Doria Medina y Jaime Paz Zamora se arroparon de la victoria de aquel para recuperar aliento, augurar esperanzas y esbozar posibilidades de perseguir su objetivo desde hace más de 17 años: derrotar al Movimiento Al Socialismo (MAS).

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Tienen razón en valerse de la impronta de aquel, que ha frenado la continuidad del peronismo y el kirchnerismo que, en los últimos años, fueron la fuerza hegemónica que postergó sucesivamente las aspiraciones políticas de las fuerzas de derecha y conservadoras argentinas.

En Bolivia, esa facción política también sufre el fenómeno con el Movimiento Al Socialismo (MAS), que........

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