Tres caseras del mercado se hacen preguntas. Y mientras se hacen preguntas, clavan con rabia el cuchillo entre la carne. Tres caseras del mercado van a confesar al final; una a una: “yo fui, yo fui, yo fui”. Las niñas buenas hacen caso, las niñas buenas se hacen respetar y no provocan. Las mujeres de bien no hacen el mal. Las mujeres de bien no se quejan. Las niñas y las mujeres decentes no se enojan, se aguantan. Y conjugan verbos diferentes que son todos iguales: atender, cuidar, servir, pagar, cobrar, descansar, contar. ¿Y vivir? ¿Y jugar? ¿Y soñar y saltar, saltar y soñar? ¿Y ser libres? ¿Y matar? Nadie decide que está bien y que está mal. Dicen que las que hacen todo bien serán recompensadas. Es mentira. Esa recompensa no llega (casi) nunca.

Tres caseras del mercado venden carne. Y cuando pueden juegan liga-liga, juegan rayuela. No lloran para no demostrar debilidad. Son Bea, Ceci y Adela. Son tres actrices: Avril León, Fez Frías y Gladys Cruz. Han aprendido a callar. Se han dado cuenta que aprender a callar es más fácil de lo que parece. Pero aunque su voz está callada, sus mentes no aprenden. Se han dado cuenta que aprender a soñar/saltar es más difícil de lo que parece.

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Estamos veinte espectadores en el Bunker. Es sábado. La entrada está a 40 pesitos, incluye anticucho o postre (una deliciosa gelatina con fruta). Las tres caseras de la carnicería están ocultas, están atadas. No será por mucho tiempo. Paradójicamente, el olor a carne les da asco. Todavía no saben por qué. Estamos delante de tres “magas” y llega la segunda temporada de Ira, lo que no te dicen de ser buena, texto y dirección de Alexis Maceda (Colectiva Maga Ecléctica, un elenco autogestionado de mujeres de La Paz y Sucre). La primera fue en septiembre; mismo lugar.

Estamos frente a un texto atrevido, rebelde, contestón, desafiante, perturbador; tiene una puesta en escena a la altura y una coreografía envolvente que te conduce hacia el abismo. Es la obra ganadora del segundo lugar en el XVII Concurso Municipal de Escritura Dramática “Adolfo Costa du Rels” (2022) del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz. Es la hora de la (dulce) venganza, es tiempo de revancha. Va a ser una hora oscura. Intensa.

Los trabajados/sutiles sonidos del mercado nos trasladan al Lanza, al Rodríguez, al mercado de Villa Fátima o al Hinojosa. La musicalización de Javier Molina tiene el gran acierto de llevarnos a un lugar que todos conocemos. El diseño de luces (de Antonio Peredo) nos coloca ora en el mercado, ora en el matadero, ora en el patio del recreo. “Abuela, ¿qué es ser mujer?; abuela, ¿por qué tengo que callar?”.

Tres caseras del mercado se hacen preguntas y algunas no son fáciles. ¿Qué diferencia hay entre matar/vender una vaca y matar a un hombre? Bea, Ceci y Adela también tienen respuestas y algunas son como un golpe al hígado: “la diferencia es que la vaca no te ha hecho nada”. El Jero sí ha hecho cosas. Es el único hombre (ausente) de la obra, del mercado. El Jero tiene fama de mujeriego y pega a las mujeres. Celoso, como todos. Van a hacer anticucho con su corazón.

Las mujeres de bien aprenden a no llorar, aprenden a ser responsables, a ahorrar. Y todos esos verbos en infinitivo que ya sabemos. Tres caseras del mercado van a vender carne humana porque la Bea ha matado un hombre. Y la Ceci y la Adela se van hacer con ella un solo cuerpo. Tres veces vamos a escuchar “yo fui, yo fui, yo fui”. Sororidad rima con complicidad. Contubernio y confabulación. Matar o morir. ¿Tuvieran las tres la chance de escoger? La tuvieron y eligieron estar juntas, pelear juntas, matar juntas, confesar juntas.

¿Es la peor decisión de sus vidas —ante la violencia y la humillación— o es la mejor? ¿Deberían haber confesado? ¿Son víctimas o son verdugas? ¿No tenemos todos manchas? ¿No cargamos todos frustraciones? ¿No mata —en realidad— el capitalismo y sus mentiras?

Ira, lo que no te dicen de ser buena es Tarantino en el Rodríguez; es Kill Jero. Es Lisbeth Salander aunque ni Bea ni Ceci ni Adela tienen un dragón tatuado. Es Lady Vengeance de Park Chan-wook. Son tres Nikitas. Es Margot Robbie en Hermosa venganza. Es Carrie. Es Hamlet, tragedia de venganza; es una cuestión de honor. Pero ni Adela, ni Ceci ni Bea son justicieras de peli gringa; ni super heroínas; tampoco son hackers ni mujeres de terror. Son tres caseras del mercado. En busca de una expiación por sus pecados. Venden carne. Y ya saben qué harán con los huesos. Ira, lo que no te dicen de ser buena es un buen caldo. Cuando el telón cae, suenan los acordes de Gracias a la vida. Gracias a la ira.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista

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Anticucho con su corazón

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29.11.2023

Tres caseras del mercado se hacen preguntas. Y mientras se hacen preguntas, clavan con rabia el cuchillo entre la carne. Tres caseras del mercado van a confesar al final; una a una: “yo fui, yo fui, yo fui”. Las niñas buenas hacen caso, las niñas buenas se hacen respetar y no provocan. Las mujeres de bien no hacen el mal. Las mujeres de bien no se quejan. Las niñas y las mujeres decentes no se enojan, se aguantan. Y conjugan verbos diferentes que son todos iguales: atender, cuidar, servir, pagar, cobrar, descansar, contar. ¿Y vivir? ¿Y jugar? ¿Y soñar y saltar, saltar y soñar? ¿Y ser libres? ¿Y matar? Nadie decide que está bien y que está mal. Dicen que las que hacen todo bien serán recompensadas. Es mentira. Esa recompensa no llega (casi) nunca.

Tres caseras del mercado venden carne. Y cuando pueden juegan liga-liga, juegan rayuela. No lloran para no demostrar debilidad. Son Bea, Ceci y Adela. Son tres actrices: Avril León, Fez Frías y Gladys Cruz. Han aprendido a callar. Se han dado cuenta que aprender a callar es más fácil de lo que parece. Pero aunque su voz está callada, sus mentes no aprenden. Se han dado cuenta que aprender a soñar/saltar es más difícil de lo que........

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