No vale solo aquello de salir de casa de vez en cuando, si es que se quiere estar al tanto de lo que pasa, porque la vida va tan deprisa que exige hacerlo a diario. De un día para otro un país ha invadido a su vecino. O lo bombardea. O secuestra a unos cuantos cientos de ciudadanos. O asesina a mansalva a gente que no ha tenido arte ni parte en determinadas decisiones.

Y es que la ambición de los hombres no conoce límites. Basta dar un somero repaso a la historia de la humanidad para comprobarlo. Por otra parte, la manipulación de las masas por parte de las élites, ya sean éstas actuales o pretéritas, hace que los que formamos parte del vulgo flotemos en la inopia.

Y así nos pasamos la vida, siendo ninguneados y explotados. Así que, de vez en cuando, alguien se lía la manta a la cabeza y provoca alguna revolución. Revolución social consecuencia de los abusos de los poderosos. La más próxima a nosotros fue, sin duda, "la francesa", con Danton y Marat de protagonistas, en la que hartos del "derecho divino" de los reyes, se liaron a hacer de las suyas. Y, por si fuera poco, Robespierre, en su afán de facilitar el advenimiento de la burguesía, se empeñó en dar trabajo a Monsieur Guillotin.

Los resultados están ahí; en Francia desapareció la monarquía, dejando un republicanismo sin apenas costuras. Baste leer la letra de "La Marsellesa" para darse cuenta de ello. Hoy día, cualquier ciudadano francés es una fiel muestra de chauvinismo, lo que no excluye su ancestral inercia a la reivindicación.

Mientras, en Rusia, los amigos de Putin le han cogido el gusto a ser millonarios, aunque en su revolución los bolcheviques pensaran más en el pueblo que en cualquier otra cosa, mientras eliminaban, por las bravas, cualquier vestigio de zarismo. Pero aquello fue solo al principio.

Detrás de todas las revoluciones siempre ha habido una galopante crisis económica unida a un paro endémico, aunque en cada país con matices diferentes. Ahí está la revolución cultural de Mao, que, con el tiempo, ha permitido que China ocupe el segundo puesto de la economía mundial.

Desafortunadamente, el factor común a estas tres revoluciones y a otras muchas ha sido el masivo sacrificio de seres humanos. Porque, aunque no se conozcan con exactitud las cifras, ya que dependen de las fuentes que sean consultadas, se sabe que el precio pagado ha sido demasiado alto. Del orden de siete millones de muertos en Rusia, cuarenta millones en China, y cuarenta mil ciudadanos en Francia, ¿Merecen la pena las revoluciones a tan alto precio?

Lo cierto es que, desde el punto de vista económico, China ocupa el segundo lugar en el ranking mundial, Francia el séptimo, y Rusia el decimoprimero. También han existido revoluciones "placebo", en las que el poder ha practicado el truco del almendruco, aparentando haber cambiado todo, cuando en realidad no había cambiado nada, tan solo el nombre del dictador de turno.

En nuestro país nunca ha habido una revolución propiamente dicha, a no ser que se considere como tal el levantamiento del teniente coronel Riego contra el absolutismo de Fernando VII, que dio paso al "trienio liberal de 1820" y a la vuelta de la "Pepa". Pero, el hecho de no haber sido protagonistas de ninguna, no ha impedido que hayamos pagado un elevado precio en el siglo pasado, con medio millón de muertos, consecuencia de una guerra civil en la que el bando ganador estuvo del lado del bando perdedor de la Segunda Guerra Mundial.

Si hiciéramos mención a la calidad de vida, probablemente llegaríamos a la conclusión de que es en occidente donde mejor van las cosas. Porque, a pesar de los abusos que pueda estar cometiendo el capitalismo salvaje, son muchos los derechos que tienen sus ciudadanos. De ahí que no haya habido últimamente revoluciones. Pero el hecho de podernos llenar todos los días la barriga, nos ha impedido pensar en los demás: en la gente de los países que tienen serias dificultades para ver garantizada su subsistencia.

Probemos a imaginar una dramaturgia. La de que somos alguien que navega en un barquichuelo del tres al cuatro, surcando los mares, a sabiendas de que podemos perder la vida antes de arribar a las costas europeas. Sintamos cómo las olas golpean el frágil casco del cayuco, amenazando con arrastrarnos al fondo de unas aguas oscuras y profundas. Acordémonos que hemos tenido que renunciar a la familia, a nuestra cultura y costumbres. Seamos conscientes de que nos dirigimos hacia un país en el que no nos esperan. Pensemos que nos encontraremos con gente cuya mirada parecerá decirnos: "Yo con vosotros no me junto", en el que "Vosotros", para la mayoría, no pasará de ser el "pronombre personal de la segunda persona del plural".

Si llegáramos a sacar a relucir esta y otras basuras, de las que no escasean debajo de nuestras alfombras, quizás no nos sentarían tan bien esas cervezas que tomamos de vez en cuando mientras nos metemos entre pecho y espalda un bocadillo de calamares.

QOSHE - Yo con vosotros no me junto - Agustín Ferrero
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Yo con vosotros no me junto

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17.11.2023

No vale solo aquello de salir de casa de vez en cuando, si es que se quiere estar al tanto de lo que pasa, porque la vida va tan deprisa que exige hacerlo a diario. De un día para otro un país ha invadido a su vecino. O lo bombardea. O secuestra a unos cuantos cientos de ciudadanos. O asesina a mansalva a gente que no ha tenido arte ni parte en determinadas decisiones.

Y es que la ambición de los hombres no conoce límites. Basta dar un somero repaso a la historia de la humanidad para comprobarlo. Por otra parte, la manipulación de las masas por parte de las élites, ya sean éstas actuales o pretéritas, hace que los que formamos parte del vulgo flotemos en la inopia.

Y así nos pasamos la vida, siendo ninguneados y explotados. Así que, de vez en cuando, alguien se lía la manta a la cabeza y provoca alguna revolución. Revolución social consecuencia de los abusos de los poderosos. La más próxima a nosotros fue, sin duda, "la francesa", con Danton y Marat de protagonistas, en la que hartos del "derecho divino" de los reyes, se liaron a hacer de las suyas. Y, por si fuera poco, Robespierre, en su afán de facilitar el advenimiento de la burguesía, se empeñó en dar trabajo a Monsieur Guillotin.

Los........

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