En un programa de televisión dirigido, fundamentalmente, a lo que antes llamaríamos un “público juvenil” (que incluye a los que aún viven en casa de los padres cumplida de largo la treintena) se asoma Alfonso Guerra.

El que fue considerado número dos del PSOE renovado en la etapa de mayor poderío del partido del puño y la rosa ha engordado, pero conserva la agudeza mental y el sentido del humor afilado de que hizo gala mientras formó con Felipe González un tándem político imbatible. Hasta que una pregunta sobre la razón de ser de un despachito del que dispuso su hermano Juan en la sede de la Delegación de Gobierno de Andalucía supuso la quiebra de una relación amical y política que se remontaba a los tiempos del famoso “clan de la tortilla”, un almuerzo campestre que reunió a personajes que luego ocuparon puestos de relieve en la gobernanza española a partir de la muerte de Franco, empezando por Felipe y Guerra.

Luego vino el Congreso de Suresnes y la apuesta de la Internacional Socialista por el PSOE del interior en detrimento del PSOE histórico de Llopis, que llegaba desde el exilio.

A las primeras y segundas elecciones de 1977 y 1979 acudieron todavía los históricos, pero fueron desalojados por la tropa juvenil que venteaba el poder y las nóminas. El resto es historia conocida. Como aquella frase de Felipe en la que decía unir su destino al de Guerra, “por el precio de uno se van a llevar dos”, que dijo como si se tratara de una oferta comercial.

Con la desaparición de Guerra de la primera fila de la política desapareció también el “guerrismo”, como se quiso bautizar a aquel sector del partido que se resistía a descafeinar todavía más el mensaje socialdemócrata que servían al público. “¡Dales caña, Alfonso!”, le animaban en los mítines. Y algo de esa melodía pudo oírse en el programa de televisión que comentábamos.

La extrema derecha carpetovetónica lo odiaba y le parecía insufrible ser víctima de sus burlas, la mayoría de ellas de un humor corrosivo. Recuerdo esta antológica sobre Soledad Becerril cuando fue ministra de Cultura. “Es como Carlos II el Hechizado vestido por Mariquita Pérez”.

O esos comentarios sobre la conveniencia o inconveniencia de los fulgurantes cambios de peinado y vestimenta entre peluquería y peluquería de Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno.

El público saludó con aplausos y carcajadas buena parte de sus ocurrencias.

Cuando el que esto escribe participó en la polémica sobre el destino de los periódicos de titularidad pública tuve ocasión de comprobar que simpatizaba con la postura de los trabajadores que también era inicialmente la del PSOE, hasta que Felipe González llegó al poder y cambió de criterio. Un comportamiento que hemos visto en otras privatizaciones. ¡Dales caña, Alfonso!

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¡Dales caña, Alfonso. Dales caña!

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28.11.2023

En un programa de televisión dirigido, fundamentalmente, a lo que antes llamaríamos un “público juvenil” (que incluye a los que aún viven en casa de los padres cumplida de largo la treintena) se asoma Alfonso Guerra.

El que fue considerado número dos del PSOE renovado en la etapa de mayor poderío del partido del puño y la rosa ha engordado, pero conserva la agudeza mental y el sentido del humor afilado de que hizo gala mientras formó con Felipe González un tándem político imbatible. Hasta que una pregunta sobre la razón de ser de un despachito del que dispuso su hermano Juan en la sede de la Delegación de Gobierno de Andalucía supuso la quiebra de una relación amical y política que se remontaba a........

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