El neoliberalismo impuesto (y padecido) en México desde los años 70 no sólo redujo paulatina, pero firme e inexorablemente, el papel del Estado en todos los rubros de la economía y, por ende, en la organización de la sociedad, sino que redujo a lo individual la concepción misma de la sociedad humana. Es decir que el individuo y lo individual se impusieron como los valores superiores en caso de cualquier duda, entuerto o conflicto legal. El concepto de yo, me, mi, conmigo se convirtió en el axioma de cada quien por encima del amarás a tu prójimo como a ti mismo, y, al romperse las cadenas invisibles del pacto social, la descomposición de las ciudades en barrios con casas amuralladas, por un lado, y en su periferia vecindades cada vez menos solidarias entre sí, no sólo representó una separación entre distintos niveles de ingreso y capacidad adquisitiva, sino que se fueron imponiendo en todas las clases principios que destruyeron la argamasa del sentimiento de comunidad y, al sustituirlos con frases como estudia para que triunfes más que tu amigo x, échale ganas para que tengas un reloj mejor que los de otros, o para que te compres un carro que sea la envidia del barrio..., lo que, en su versión femenina fue: trabaja en una oficina para que seduzcas al jefe o al colega con la mejor posición, para que te compren buenos regalos y te ofrezcan una posición mejor que la de tu amiga ene. Pues esos principios familiares e individuales constituyeron el casi irreductible muro humano de las clases medias. Clases indispensables para el capital, pues garantizan el consumo de la producción realizada con el trabajo proletario. Mientras el trabajo campesino se explota y apenas mantiene grandes sectores miserables o bien se expulsa (migrantes) que envía dinero habilitando así otros consumidores de la producción chatarra comestible o utilitaria.

Nada nuevo en estas líneas, salvo, tal vez, subrayar que el sistema crea clases intermedias que cumplen la doble función de aportar trabajo y consumo (incluso ahorro) en la cadena del capital, clases retrógradas, pues no tienen consciencia de lo social contra lo individual. Sin embargo, de ellas surge también la voz de ciertas conciencias que no fueron compradas o contaminadas habiendo comprendido las verdades del neoliberalismo y sustentando algunas ideas de justicia social... Pues, si bien queda claro que la concentración de la riqueza no cae a gotas sobre las clases menos afortunadas, también es necesario distinguir que una parte cae entre individuos que pertenecen y se multiplican entre las clases medias, a cambio de renunciar a ciertos principios de su respectiva religión.

Pues, así como el capitalismo se construyó sobre una base moralmente inhumana (la humanidad se divide en especies o razas más o menos humanas, y las sociedades modernas capitalistas se conciben en estratos: los dueños del capital, los administradores y los trabajadores, cuyo carácter humano se ve más disminuido en tanto “la tecnología puede sustituir parte del trabajo...” Pero este tema desborda ampliamente el objeto de la columna y sólo nos permite asentar que las clases medias no serán las primeras en colaborar con una nueva concepción de la producción y del consumo de alimentos, objeto de estas líneas desde hace más de 10 años.

Por lo mismo, pero no únicamente, nuestra propuesta ha sido, es y será, partir de la mano de los campesinos tradicionales, especialistas en policultivos con una historia de 10 milenios, hacia la recuperación de las tierras, tanto en sus formas de tenencia como en el tratamiento de su calidad para recuperar su capacidad productiva, facilitando el regreso de sus esquemas de producción colectivos –con los que están aún familiarizados algunos campesinos– tanto como en la distribución y comercialización de los productos, apoyándolos (las) de paso en la reconstitución de su vida comunitaria.

Se dio al Presidente López Obrador el beneficio de la confianza y no nos ha defraudado, pero sabiendo que no podrá ir más lejos con las dificultades que levantan partes de las clases medias, exijamos que dé un golpe de timón hacia el corazón y no parta de su silla sin haber iniciado el reconocimiento verdadero a la clase campesina –a la que tanto elogia por su sensibilidad, ética y creatividad–, que entregue tierras a comunidades y pueblos con la condición de que las recuperen para la productividad de la milpa compleja, con base en el trabajo familiar y comunal. Pero hacerlo con todo respeto y auténtica modestia, para motivar a comunidades enteras en lo que más aman de sí mismos y de su clase: alimentar a todos los que lleguen... Que, de este modo, nuestros campesinos sean nuestros proveedores y maestros en el arte de comer bien, equilibrado, sano y delicioso, sin hacer basura y sin engordar...

El verdadero aprecio por el otro es aprender de él, no darle otras técnicas e instrucciones. Primero, sustento, salud y educación para los pobres, pero, ¿y el reconocimiento?: su cultura, de acuerdo, pero la base de su ética y creatividad está en su alimentación y ésta viene de su producción. Mientras no les demos su lugar en la producción, todo lo demás son estrellitas en la frente sin quitar de los espíritus la idea paternalista de que son inferiores a nosotros y somos buenos porque los tomamos en cuenta. ¡Basta de usar al campesinado bajo cualquier forma, aunque estemos plagados de buenas intenciones!

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QOSHE - No sólo de pan... - Yuriria Iturriaga
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No sólo de pan...

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10.12.2023

El neoliberalismo impuesto (y padecido) en México desde los años 70 no sólo redujo paulatina, pero firme e inexorablemente, el papel del Estado en todos los rubros de la economía y, por ende, en la organización de la sociedad, sino que redujo a lo individual la concepción misma de la sociedad humana. Es decir que el individuo y lo individual se impusieron como los valores superiores en caso de cualquier duda, entuerto o conflicto legal. El concepto de yo, me, mi, conmigo se convirtió en el axioma de cada quien por encima del amarás a tu prójimo como a ti mismo, y, al romperse las cadenas invisibles del pacto social, la descomposición de las ciudades en barrios con casas amuralladas, por un lado, y en su periferia vecindades cada vez menos solidarias entre sí, no sólo representó una separación entre distintos niveles de ingreso y capacidad adquisitiva, sino que se fueron imponiendo en todas las clases principios que destruyeron la argamasa del sentimiento de comunidad y, al sustituirlos con frases como estudia para que triunfes más que tu amigo x, échale ganas para que tengas un reloj mejor que los de otros, o para que te compres un carro que sea la envidia del barrio..., lo que, en su versión femenina fue: trabaja en una oficina para que seduzcas al jefe o al colega con la mejor posición, para que te compren buenos regalos y te ofrezcan una........

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