El presente es sólo un fragmento de un artículo más extenso, entre muchos otros de varias autoras, publicado como dossier en la Red en Defensa de la Humanidad que puede leerse en https://humanidadenred.org/por-palestina-mujer-rebelde-y-esperanzadora. Un dossier por cierto rebosante de sensaciones y realidades.

Todos los días los reportes en televisión, radio, periódicos arrojan puntualmente el número de muertos que provoca la implacable intervención sionista en la estrecha franja de Gaza. Los números aumentan día a día; son constantes, fríos; dan cuenta de un genocidio, de la eliminación sistemática de la población palestina, en éste que, según los “vencedores”, será el último “procedimiento de limpieza”.

Todos los días los números y las imágenes nos golpean. Representan números inconcebibles y aumentan sin proporción. Son las imágenes de la devastación sistemática que no deja nada en pie. Fotos de niños y mujeres desamparados, aterrorizados, ancianos sentados sobre una piedra esperando solos. Imágenes de todo un pueblo encerrado, sin salida, en medio de un caos, sin comida ni hospitales, sin luz ni agua, sobreviviendo quién sabe cómo, sin refugio frente al bombardeo constante e indiscriminado. No es una guerra porque mueren mil palestinos por un soldado israelí.

Todos los días corren las palabras, los artículos; aparecen desplegados y denuncias, incluso de la ONU, de presidentes africanos y latinoamericanos.

Todos los días sale gente a protestar, manifestándose en contra, marchando, pero los números y las imágenes siguen creciendo desproporcionadamente y sin tregua. En las palabras que apuntan, el número más doliente es el de las mujeres y niños; dicen que son el mayor número de muertos, miles y miles, incontables, unos 20 mil, y dicen que son la prueba irrefutable del genocidio. Tienen razón. En este mundo de infamia, no la hay peor que disparar a quemarropa sobre mujeres y niños y bombardear hospitales. Dicen que violan flagrantemente las reglas de la guerra, como si realmente hubiera un código de honor en las guerras de devastación, conquista y sometimiento total.

Las palabras dicen lo que es cierto e indescriptible: el asesinato sistemático y calculado de mujeres y niños garantiza al invasor una limpieza “purificadora” total que lo hará vencedor. Por eso estos numerosos conquistadores y dictadores de la historia hablan de extirpar un mal, un cáncer, una deformación y acusan a los otros, incluyendo mujeres y niños, de terroristas. Ahí es precisamente donde confluyen sionismo y nazismo.

En las imágenes, mujeres palestinas con hijos muertos en los brazos lloran, y otras con los ojos secos se llenan de rabia e incomprensión. Su lucha es cotidiana, son responsables de los niños, sus hijos, de los viejos, sus padres; tienen que rebuscar entre escombros o quién sabe dónde, algo de comer y beber, encontrar refugios impredecibles en medio de las ruinas; intentarán llevar desesperadamente a cualquier herido a algún hospital, clínica o médico.

Tenaces, son el alma de las resistencias, siempre lo han sido en las guerras, en las huelgas, en las epidemias, en las ollas comunitarias, en las trincheras, en los campos. Son las que representan la vida posible en medio del caos y la desesperación. Son las que sostienen en silencio y sin alardes la continuidad de la vida cotidiana en medio de la injusticia y el extravío. Son también las que han tejido los entramados organizativos de movimientos y partidos, en las luchas son las retaguardias indispensables, aunque también estén al frente de la tropa rebelde.

Esta resistencia debe también poblarse de rostros, de nombres e historias. Son miles y tal vez no podamos abarcarlas nunca, pero es imprescindible recordar a algunas mujeres que iniciaron y sostienen la resistencia, que la despliegan en diversos frentes y que, por eso mismo, representan las historias de las miles de mujeres en resistencia. Algunos rostros se hicieron visibles y tomaron la palabra cuando se realizó el primer intercambio de prisioneros en esta guerra.

Una joven con una gran melena rubia encaracolada desbordándole el rostro, habló con fortaleza aprovechando las cámaras del momento: Ahed Tamimi fue rebelde desde muy pequeña, se incorporó a la lucha para rescatar un manantial de agua expropiado a su pueblo por una comunidad judía; a los 12 años abofeteó a un enorme guardia israelí, desesperada porque otros soldados le acababan de disparar a su primo de 15 años una bala de goma que penetró por la nariz y lo dejó gravemente herido, por lo que, a pesar de sus pocos años, fue a dar a la cárcel; su caso se conoció gracias a un video que circuló por el mundo entero.

En 2023 fue de nuevo acusada de “amenazar con matar judíos”, eso ya calificaba como terrorismo. Ahed, liberada ahora, llamó allí mismo a continuar la resistencia. Otras cinco mujeres jóvenes fueron liberadas y muchachos menores de 18 años, todos acusados de terrorismo por actos de defensa de la vida.

Esta resistencia tiene mas de 100 años, comenzó en contra de la intervención y control británico sobre el territorio e impuso prácticamente la idea de ceder el territorio y formar el Estado de Israel.

*Investigadora de la UPN.

Autora de El Inee

QOSHE - Palestina, nombre de mujer - Tatiana Coll
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Palestina, nombre de mujer

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14.03.2024

El presente es sólo un fragmento de un artículo más extenso, entre muchos otros de varias autoras, publicado como dossier en la Red en Defensa de la Humanidad que puede leerse en https://humanidadenred.org/por-palestina-mujer-rebelde-y-esperanzadora. Un dossier por cierto rebosante de sensaciones y realidades.

Todos los días los reportes en televisión, radio, periódicos arrojan puntualmente el número de muertos que provoca la implacable intervención sionista en la estrecha franja de Gaza. Los números aumentan día a día; son constantes, fríos; dan cuenta de un genocidio, de la eliminación sistemática de la población palestina, en éste que, según los “vencedores”, será el último “procedimiento de limpieza”.

Todos los días los números y las imágenes nos golpean. Representan números inconcebibles y aumentan sin proporción. Son las imágenes de la devastación sistemática que no deja nada en pie. Fotos de niños y mujeres desamparados, aterrorizados, ancianos sentados sobre una piedra esperando solos. Imágenes de todo un pueblo encerrado, sin salida, en medio de un caos, sin comida ni hospitales, sin luz ni agua, sobreviviendo quién sabe cómo, sin refugio frente al bombardeo constante e indiscriminado. No es una guerra porque mueren mil palestinos por un soldado........

© La Jornada


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