Una bandera roja

El carácter internacional del comunismo se ha presentado a menudo como una necesidad pesada y con la causa-efecto invertida: el enemigo está organizado a nivel mundial y, por consiguiente, nosotros también tenemos que hacerlo. Empero, el movimiento político que construirá el territorio de la libertad debería formular su misión en principios más liberadores. Esto no significa que no tengamos que analizar y conocer la naturaleza objetiva de nuestra práctica; somos conscientes de que el conocimiento de nuestras capacidades y posibilidades es lo que define el principio de libertad para los comunistas. Sin embargo, cuando apoyamos nuestra organización en la del enemigo estamos olvidando que el enemigo también adapta su nivel de organización a nuestras capacidades y se organiza para hacer frente a nuestros deseos.

Poner en valor estos deseos es importante para que no nos devoren los deseos del enemigo. Nuestra pobreza puede condicionar y explicar nuestra convicción comunista, pero no la justifica en absoluto. También podríamos ser otra cosa, pero hemos decidido ser comunistas. El propio proceso de proletarización no justifica el advenimiento del comunismo –amplía posibilidades, es decir, clarifica el principio de libertad–; el comunismo debe ser nuestra gran obra, no la del enemigo.

Nuestra pobreza puede condicionar y explicar nuestra convicción comunista, pero no la justifica en absoluto. También podríamos ser otra cosa, pero hemos decidido ser comunistas

La relación entre la necesidad y el deseo es sin duda compleja. Nos dicen que no podemos hacer todo lo que queremos, pero, si no se pudiera hacer, no lo querríamos. No todo lo que es factible es deseable. La necesidad es un proceso que hay que realizar voluntariamente y que determina la forma de esa voluntad. Y cuando hablamos de voluntad, por supuesto, nos referimos a la organización y a la forma que esta debe adoptar para conquistar sus objetivos.

Por eso es difícil pensar más allá del pensamiento cíclico mencionado al principio. Tenemos que organizarnos porque el enemigo está organizado internacionalmente, pero más que eso, el enemigo está organizado internacionalmente porque el proletariado y las posibilidades del comunismo también son internacionales. Y nuestro deseo es conquistar la libertad universal, superar toda forma de opresión y organizar nuestra vida de otra manera. Y ofrecer esa posibilidad a todos los seres humanos. Y ahora es posible.

Es posible porque con el desarrollo del capitalismo se ha abierto esa puerta. Pero no debemos entender ese desarrollo de una manera instrumental. El desarrollo no es una gran variedad de medios materiales disponibles ni un simple aumento de sus capacidades. La abolición del trabajo asalariado no consiste en que las máquinas trabajen por nosotros; si así fuera, el mundo pertenecería a las máquinas y ello no implicaría en absoluto la libertad del proletariado.

El capitalismo no crea ni desarrolla simples medios físicos. El capitalismo desarrolla las relaciones humanas, las relaciones de producción o las fuerzas productivas, lo que abre la posibilidad de su superación. Esta posibilidad no consiste en el desarrollo de fuerzas mecánicas, sino en un determinado desarrollo de la humanidad. Y ese desarrollo se da a nivel internacional.

La condición para nuestro proyecto no es solo la escala organizativa adquirida conscientemente por el enemigo, es decir, la capacidad política del enemigo, sino esa nueva humanidad –el proletariado– que hasta hoy ha sido desarrollada de un modo miserable, pero que encuentra en esa miseria la posibilidad de la libertad universal.

La condición para nuestro proyecto no es solo la escala organizativa adquirida conscientemente por el enemigo, es decir, la capacidad política del enemigo, sino esa nueva humanidad –el proletariado– que hasta hoy ha sido desarrollada de un modo miserable, pero que encuentra en esa miseria la posibilidad de la libertad universal

El proletariado, producto de la sociedad capitalista, es la única clase social que puede garantizar el futuro de la humanidad y encuentra las posibilidades de ello en sí misma. Y es que, con el proletariado, nace la posibilidad de la humanidad universal; porque es una clase internacional, pero especialmente porque con él nace el internacionalismo y la comprensión de la unidad social, porque por primera vez el proletariado consigue que una gran parte de la humanidad forme parte de una misma sociedad, con intereses comunes y con intereses que pueden ser para bien de la inmensa mayoría. En eso consiste su humanidad y su construcción positiva.

Esta fuerza positiva se neutraliza totalmente cuando el proletariado se organiza en función de diferentes estrategias nacionales. Y es que el nacionalismo se opone al concepto de proletariado; distorsiona su función política –superación del capitalismo– negando su universalidad, y alinea al proletariado con la lucha por la acumulación capitalista nacional.

Sin embargo, si tenemos como objetivo la liberación del proletariado y la superación de la sociedad capitalista, producto ambos de la construcción comunista, esto tiene implicaciones organizativas directas. Porque el enemigo está organizado internacionalmente, sí, pero eso es porque podemos encontrar el proletariado en todos los rincones del mundo. Y este estar en todas partes, más que estar, implica hacer: el proletariado tiene una función social como clase, y solo en la medida en que es una clase –y no un conjunto abstracto de individuos– puede resolverse la función social del proletariado como productor de plusvalía y de la relación de capital. Es esta función la que hace imprescindible su unidad política para poder superar esa misma función.

Aunque a menudo se presenta al revés, solo la posibilidad del comunismo y el carácter internacional del proletariado hacen posible la superación de la sociedad capitalista; con una tendencia mecánica al derrumbe no basta, la realidad social debe producir también a los sepultureros y una forma de subjetividad, que adopta la forma de voluntad y de proyecto político.

Aunque a menudo se presenta al revés, solo la posibilidad del comunismo y el carácter internacional del proletariado hacen posible la superación de la sociedad capitalista; con una tendencia mecánica al derrumbe no basta

En las experiencias del movimiento comunista del siglo XX tenemos ejemplos suficientes de ello. Para los bolcheviques el internacionalismo no era un mero marco organizativo impuesto por el enemigo. La revolución alemana, por ejemplo, no era un recurso subordinado para fortalecer la revolución socialista rusa. Por el contrario, la revolución rusa tenía como objetivo estimular y estabilizar la revolución en Alemania.

Las luchas de liberación en las colonias o el anticolonialismo no eran un simple recurso para garantizar un desarrollo «económico» que hiciera posible el comunismo en estos países. La liberación de los países oprimidos era, en ese contexto, una necesidad ética de los comunistas y el comunismo significaba eso.

La revolución misma de Rusia no hubiera sido posible sin la ética comunista de la liberación que no se inclina ante las «condiciones». Según el análisis económico de los mencheviques, no había condiciones para iniciar la revolución; era necesario que se diera en Rusia el desarrollo natural del capitalismo. Los bolcheviques demostraron, en cambio, que el estudio de la realidad económica no es, como en la ciencia económica capitalista, la realización de un estudio instrumental, sino el estudio de las relaciones sociales y de las capacidades políticas del proletariado.

En este sentido, el proyecto liberador del proletariado, el comunismo, no es una simple negación del estado actual de las cosas, aunque se exprese de ese modo la lucha entre las clases antagónicas. También hay una nueva realidad que podríamos imaginar positivamente y que podemos expresar especialmente a través del deseo y de la militancia política voluntaria.

El proyecto liberador del proletariado, el comunismo, no es una simple negación del estado actual de las cosas, aunque se exprese de ese modo la lucha entre las clases antagónicas. También hay una nueva realidad que podríamos imaginar positivamente y que podemos expresar especialmente a través del deseo y de la militancia política voluntaria

Esa ha sido la grandeza de los revolucionarios comunistas, el deseo de llevar a cabo la liberación del proletariado, se encuentre donde se encuentre. Y ese deseo lo expresaron con un solo símbolo, un símbolo que también es el nuestro: una bandera roja, la bandera de los y las comunistas.

FOTOGRAFÍA / Gaizka Azketa

Bandera gorri bat

Komunismoaren izaera internazionala halabeharrezkotasun pisutsu bat bailitzan eta kausa-efektua alderantzikatuta aurkeztu da sarri: etsaia mundu mailan antolatuta dago eta, ondorioz, guk ere hala behar dugu. Askatasunaren lurraldea eraikiko duen mugimendu politikoak, baina, printzipio askatzaileagoetan formulatu beharko luke bere egitekoa. Horrek ez du esan nahi gure praktikaren izaera objektiboa aztertu eta ezagutu behar ez dugunik; jakin badakigu gure gaitasunen eta aukeren ezagutza dela komunistontzat askatasunaren printzipioa definitzen duena. Alabaina, gure antolakuntza maila etsaiarenean sostengatzen dugunean, hau ahazten ari gara: etsaiak ere gure gaitasunen arabera moldatzen duela bere antolakuntza maila eta gure nahiei aurre egiteko antolatzen dela.

Nahi horiek balioan jartzea garrantzitsua da, etsaiaren nahiek irentsi ez gaitzaten. Gure pobreziak gure konbikzio komunista baldintzatu eta azaldu dezake akaso, baina ez du inondik inora ere justifikatzen. Beste zerbait ere izan gintezke, baina komunistak izatea erabaki dugu. Proletarizazio prozesuak berak ez du komunismoaren etorrera justifikatzen –aukerak zabaltzen ditu, hau da, askatasunaren printzipioa argitu egiten du–; komunismoa gure obra handia izan behar da, ez etsaiarena.

Gure pobreziak gure konbikzio komunista baldintzatu eta azaldu dezake akaso, baina ez du inondik inora ere justifikatzen. Beste zerbait ere izan gintezke, baina komunistak izatea erabaki dugu

Ezbairik gabe konplexua da beharra eta nahiaren arteko harremana. Esaten digute ezin dugula nahi dugun guztia egin, baina, ezingo balitz egin, ez genuke nahiko. Egingarri den guztia ez da desiragarri. Beharra borondatez gauzatu beharreko prozesua da, borondate horren forma determinatzen duena. Eta borondateaz ari garenean, jakina, antolakuntzaz ari gara, eta antolakuntza horrek bere helburuak konkistatzeko hartu beharreko formaz.

Horregatik, zaila da hasieran aipatutako pentsamendu ziklikotik harago pentsatzea. Etsaia internazionalki antolatuta dagoelako antolatu behar gara hala gu ere; baina hori baino gehiago, etsaia internazionalki antolatuta dago proletalgoa eta komunismorako aukerak ere internazionalak direlako. Eta gure nahia hauxe da: askatasun unibertsala konkistatzea, zapalkuntza forma oro gainditzea eta gure bizitza beste modu batean antolatzea. Eta aukera hori gizaki guztiei eskaintzea. Eta orain posible dugu.

Posible dugu, kapitalismoaren garapenarekin batera ate hori ireki delako. Baina garapen hori ez dugu modu instrumental batean ulertu behar. Garapena ez da eskura ditugun bitarteko materialen aniztasun oparoa, ezta horien gaitasunen handitze soila ere. Soldatapeko lanaren abolizioa ez datza makinek gure ordez lan egitean; hala balitz, makinena litzateke mundua eta horrek ez luke inondik inora proletalgoaren askatasuna ekarriko.

Kapitalismoak ez ditu bitarteko fisiko soilak sortzen eta garatzen. Kapitalismoak giza-harremanak garatzen ditu, ekoizpen-harremanak edota ekoizpen-indarrak, eta horrek irekitzen du bere gaindipenerako aukera. Aukera hori ez datza indar mekanikoen garapenean, gizateriaren garapen determinatu batean baizik. Eta maila internazionalean gertatzen da hori.

Gure proiekturako baldintza ez da soilik etsaiak modu kontzientean hartutako antolakuntza-eskala, hau da, etsaiaren gaitasun politikoa, kapital-harremanaren garapenarekin batera sortutako gizatasun berri hori baizik –proletalgoa–, oraino modu miserablean garatu dena baina miseria horretan aurkitzen duena askatasun unibertsalerako aukera.

Gure proiekturako baldintza ez da soilik etsaiak modu kontzientean hartutako antolakuntza-eskala, hau da, etsaiaren gaitasun politikoa, kapital-harremanaren garapenarekin batera sortutako gizatasun berri hori baizik –proletalgoa–

Proletalgoa, gizarte kapitalistaren produktua, gizatasunaren etorkizuna berma dezakeen klase sozial bakarra da eta horren aukerak bere baitan aurkitzen ditu. Izan ere, gizatasun unibertsalerako aukera berekin jaiotzen da; klase internazionala delako, baina, bereziki, internazionalismoa eta batasun sozialaren ulerkera berekin jaiotzen delako, lehenengo aldiz lortzen duelako proletalgoak gizateriaren parte handi bat gizarte berdinaren parte izatea, interes komunekin eta gehiengo zabalaren hoberako izan daitezkeen interesekin. Horretan datza bere gizatasuna eta bere eraikuntza positiboa.

Indar positibo hori erabat neutralizatzen da proletalgoa nazio-estrategia desberdinen arabera antolatzen denean. Izan ere, nazionalismoak proletalgoaren kontzeptuaren aurka egiten du; bere funtzio politikoa ­–kapitalismoaren gaindipena– desitxuratzen du, bere unibertsaltasuna ukatuz, eta metaketa kapitalista nazionalaren aldeko borrokara lerratzen du proletalgoa.

Alta, proletalgoaren askapena eta gizarte kapitalistaren gaindipena baditugu helburu –biak ala biak dira eraikuntza komunistaren produktu–, antolakuntza inplikazio zuzenak ditu horrek. Etsaia internazionalki antolatuta dago, bai, baina proletalgoa munduko txoko guztietan aurkitu dezakegulako da hori. Eta leku guztietan egote horrek, egotea baino gehiago, egitea dakar: proletalgoak funtzio sozial bat du klase gisa, eta soilik klase bat den heinean –eta ez norbanakoen multzo abstraktu bat– ebatzi daiteke proletalgoaren funtzio soziala gainbalioaren eta kapital-harremanaren ekoizle gisa. Funtzio horrek egiten du bere batasun politikoa ezinbesteko, funtzio hori bera gainditu ahal izateko.

Sarri alderantziz aurkezten den arren, soilik komunismoaren aukerak eta proletalgoaren izaera internazionalak egiten dute posible gizarte kapitalistaren gaindipena; erorketarako joera mekaniko batekin ez da nahiko, ehorzleak eta subjektibitate modu bat ere ekoiztu behar ditu errealitate sozialak, borondatearen eta proiektu politikoaren forma hartzen duena.

Sarri alderantziz aurkezten den arren, soilik komunismoaren aukerak eta proletalgoaren izaera internazionalak egiten dute posible gizarte kapitalistaren gaindipena; erorketarako joera mekaniko batekin ez da nahiko

Mugimendu komunistaren XX. mendeko esperientzietan, horren adibide nahikoa dugu. Boltxebikeentzat internazionalismoa ez zen etsaiak inposatutako antolakuntza marko soila. Alemaniako iraultza, esate baterako, ez zen Errusiako iraultza sozialista indartzeko baliabide subordinatu bat. Kontrara, Errusiako iraultzak Alemanian iraultza piztea eta egonkortzea zuen helburu.

Kolonietako askapen borrokak edo antikolonialismoa ez ziren herrialdeotan komunismoa posible egingo zuen garapen «ekonomikoa» bermatzeko baliabide soila. Herrialde zapalduen askapena, testuinguru horretan, komunisten behar etikoa zen eta komunismoak hori esan nahi zuen.

Errusiako iraultza bera ez zen posible izango «baldintzen» aurrean makurtzen ez den askapenaren etika komunistarik gabe. Mentxebikeen azterketa ekonomikoaren arabera, ez zegoen baldintzarik iraultza abiarazteko; beharrezkoa zen Errusian kapitalismoaren berezko garapen bat izatea. Boltxebikeek erakutsi zuten, aldiz, errealitate ekonomikoa aztertzea ez dela zientzia ekonomiko kapitalistan bezala azterketa instrumental bat gauzatzea, harreman sozialen eta proletalgoaren gaitasun politikoen azterketa egitea baizik.

Zentzu horretan, proletalgoaren proiektu askatzailea, komunismoa, ez da gauzen uneko egoeraren ukazio soila, nahiz eta modu horretan adierazten den klase antagonikoen arteko borroka. Positiboki irudika genezakeen errealitate berri bat ere bada, eta nahiaren eta borondatezko militantzia politikoaren bidez adieraz dezakeguna bereziki.

Proletalgoaren proiektu askatzailea, komunismoa, ez da gauzen uneko egoeraren ukazio soila, nahiz eta modu horretan adierazten den klase antagonikoen arteko borroka. Positiboki irudika genezakeen errealitate berri bat ere bada, eta nahiaren eta borondatezko militantzia politikoaren bidez adieraz dezakeguna bereziki

Hori izan da iraultzaile komunisten handitasuna: proletalgoaren askapena gauzatu nahia, aurkitzen den lekuan aurkitzen dela. Eta nahi hori ikur bat eta bakarrarekin adierazi zuten, gurea ere baden ikurra: bandera gorri bat, komuniston bandera.

(Gedar / Arteka)

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Una bandera roja

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02.01.2024

Una bandera roja

El carácter internacional del comunismo se ha presentado a menudo como una necesidad pesada y con la causa-efecto invertida: el enemigo está organizado a nivel mundial y, por consiguiente, nosotros también tenemos que hacerlo. Empero, el movimiento político que construirá el territorio de la libertad debería formular su misión en principios más liberadores. Esto no significa que no tengamos que analizar y conocer la naturaleza objetiva de nuestra práctica; somos conscientes de que el conocimiento de nuestras capacidades y posibilidades es lo que define el principio de libertad para los comunistas. Sin embargo, cuando apoyamos nuestra organización en la del enemigo estamos olvidando que el enemigo también adapta su nivel de organización a nuestras capacidades y se organiza para hacer frente a nuestros deseos.

Poner en valor estos deseos es importante para que no nos devoren los deseos del enemigo. Nuestra pobreza puede condicionar y explicar nuestra convicción comunista, pero no la justifica en absoluto. También podríamos ser otra cosa, pero hemos decidido ser comunistas. El propio proceso de proletarización no justifica el advenimiento del comunismo –amplía posibilidades, es decir, clarifica el principio de libertad–; el comunismo debe ser nuestra gran obra, no la del enemigo.

Nuestra pobreza puede condicionar y explicar nuestra convicción comunista, pero no la justifica en absoluto. También podríamos ser otra cosa, pero hemos decidido ser comunistas

La relación entre la necesidad y el deseo es sin duda compleja. Nos dicen que no podemos hacer todo lo que queremos, pero, si no se pudiera hacer, no lo querríamos. No todo lo que es factible es deseable. La necesidad es un proceso que hay que realizar voluntariamente y que determina la forma de esa voluntad. Y cuando hablamos de voluntad, por supuesto, nos referimos a la organización y a la forma que esta debe adoptar para conquistar sus objetivos.

Por eso es difícil pensar más allá del pensamiento cíclico mencionado al principio. Tenemos que organizarnos porque el enemigo está organizado internacionalmente, pero más que eso, el enemigo está organizado internacionalmente porque el proletariado y las posibilidades del comunismo también son internacionales. Y nuestro deseo es conquistar la libertad universal, superar toda forma de opresión y organizar nuestra vida de otra manera. Y ofrecer esa posibilidad a todos los seres humanos. Y ahora es posible.

Es posible porque con el desarrollo del capitalismo se ha abierto esa puerta. Pero no debemos entender ese desarrollo de una manera instrumental. El desarrollo no es una gran variedad de medios materiales disponibles ni un simple aumento de sus capacidades. La abolición del trabajo asalariado no consiste en que las máquinas trabajen por nosotros; si así fuera, el mundo pertenecería a las máquinas y ello no implicaría en absoluto la libertad del proletariado.

El capitalismo no crea ni desarrolla simples medios físicos. El capitalismo desarrolla las relaciones humanas, las relaciones de producción o las fuerzas productivas, lo que abre la posibilidad de su superación. Esta posibilidad no consiste en el desarrollo de fuerzas mecánicas, sino en un determinado desarrollo de la humanidad. Y ese desarrollo se da a nivel internacional.

La condición para nuestro proyecto no es solo la escala organizativa adquirida conscientemente por el enemigo, es decir, la capacidad política del enemigo, sino esa nueva humanidad –el proletariado– que hasta hoy ha sido desarrollada de un modo miserable, pero que encuentra en esa miseria la posibilidad de la libertad universal.

La condición para nuestro proyecto no es solo la escala organizativa adquirida conscientemente por el enemigo, es decir, la capacidad política del enemigo, sino esa nueva humanidad –el proletariado– que hasta hoy ha sido desarrollada de un modo miserable, pero que encuentra en esa miseria la posibilidad de la libertad universal

El proletariado, producto de la sociedad capitalista, es la única clase social que puede garantizar el futuro de la humanidad y encuentra las posibilidades de ello en sí misma. Y es que, con el........

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