Que al público de teatro le gusta Lorca se sabe. Por eso cada poco se anuncia un Lorca en la cartelera. En el pasado mes de febrero se estrenaron dos. Uno sigue haciendo temporada hasta finales de marzo. El otro, por esas mini temporadas que se hacen en los teatros de la Comunidad o del Ayuntamiento de Madrid, que parecen que siempre están de festival, ya no se puede ver (en Madrid) a pesar de su éxito de crítica y de público.

El primero es La casa de Bernarda Alba dirigido por Sanzol que continúa en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional. El segundo es Yerma que se ha visto en el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, que no es el original, sino que ha inspirado a María Goiricelaya para hablar de la esterilidad femenina en tiempos de fecundación in vitro, donación de esperma y congelación de óvulos.

Ambos son intentos por hacer un update o un reskilling de Lorca. Pues lo de que las mujeres se enluten por la muerte del padre y se encierren por muchos años a bordar ajuares, como en La casa de Bernarda Alba, ha pasado a la historia en España. Como ha dejado de ser un estigma social la esterilidad femenina. Gracias al feminismo y a las políticas de igualdad el embarazo es una opción.

¿Cómo lo intenta Sanzol? Con el tecno que se oye en los interludios musicales que hay entre actos. Y con la iluminación algo fluorescente de esa escenografía lechosa que parece una casa convento contemporánea.

A lo que añade un porrón de actrices jóvenes, las hijas de Bernarda, que tienen muy diferentes formar de estar, decir y hacer en escena. De tal manera, que no hay sensación de que formen comunidad y, mucho menos, una familia. A lo que no ayuda el vestuario, tan pensado para marcar los caracteres de los personajes que interpretan las actrices que los llevan que no forman un campo semántico inteligible.

¿Y María Goiricelaya? Directamente escribe una obra nueva. Una que pase hoy en día. En el que una mujer joven de treinta y muchos años, con éxito tanto en lo profesional como en lo personal, lo pierde todo, y todo es todo, por empeñarse en ser madre, porque sus amigas y allegadas se han puesto a ello con éxito.

Lo primero que se pierde en ambos montajes es la poesía lorquiana. Sus magníficos y bellos versos que cuando se oyen, independientemente del anacronismo de la historia, atrapan, aunque lo importante es lo que dicen. Una belleza que se intenta recuperar de alguna manera.

En La casa de Bernarda Alba con la escenografía, lo más bonito de la función, desde ese telón de encaje, ese inmenso visillo. Y en Yerma, lo bello son los cuadros de la protagonista que, según se cuenta en la función, es una pintora reconocida con cienes y cienes de seguidores en Instagram.

A partir de ahí, son puro teatro. En el sentido de que lo que preocupa es cómo poner en escena para contar la historia. Y, en el caso de Sanzol, el fracaso es estrepitoso. Y eso que mira a referentes que resultaron todo lo contrario, como Esto no es La casa de Bernarda Alba de Carlota Ferrer.

Seguramente a esta referencia se debe esa presencia inicial del vestido verde de Adela y los bailes incidentales de algunas de las hijas. Incluso, esa criada tan de pueblo que tan bien ejecuta Inma Nieto, y que, con sus breves apariciones, se gana al público. A la que se ha puesto como una criada de aquellos pueblos de entonces y que da la clave de la función, porque es la que mejor funciona en esta (a)puesta, al ser la más cercana al original.

El reto que se pone Goiricelaya es distinto. Porque no pretende mantener la anécdota del Yerma lorquiano, aunque le mantiene el nombre. Ella trata hablar sobre el deseo de ser madre y la esterilidad en los tiempos que corren. Poniendo de manifiesto que es una elección en la que intervienen, todavía, muchos mediadores.

Siguiendo la senda lorquiana, lo que en original era una denuncia de la identificación entre ser mujer y ser un útero para la reproducción, aquí se convierte, seguramente sin querer, en la historia patológica de una obsesión. Y claro que la enfermedad mueve a la compasión de los espectadores, sobre todo cuando la persona sufre, como le ocurre la protagonista, pero no se va al teatro a ver casos clínicos necesitados de terapia psicológica y psiquiátrica. Y, lo peor, de alguna forma se la estigmatiza por su obsesión.

Por tanto, lo más interesante que dejan estos dos montajes, es comprobar cómo estas dos historias de Lorca han dejado de tener actualidad. Al menos en el mundo occidental. Hay dificultad para ponerlas al día.

Pero es que, a pesar de que es un poeta universal y un clásico, estas dos historias, no así sus versos, están muy sujetas a un momento histórico concreto, son muy de aquella época. Y ha sido gracias a obras como estas de Lorca, entre otras muchas cosas, que la situación de las mujeres ha cambiado. Que el público ha sido capaz de emocionarse y revelarse contra una manera injusta e impuesta de ser mujer. Y la sociedad, de adquirir otra sensibilidad. Para que luego digan que la cultura no vale para nada.

QOSHE - “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba” o Lorca no es un chico de hoy en día - Antonio Hernández Nieto
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“Yerma” y “La casa de Bernarda Alba” o Lorca no es un chico de hoy en día

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03.03.2024

Que al público de teatro le gusta Lorca se sabe. Por eso cada poco se anuncia un Lorca en la cartelera. En el pasado mes de febrero se estrenaron dos. Uno sigue haciendo temporada hasta finales de marzo. El otro, por esas mini temporadas que se hacen en los teatros de la Comunidad o del Ayuntamiento de Madrid, que parecen que siempre están de festival, ya no se puede ver (en Madrid) a pesar de su éxito de crítica y de público.

El primero es La casa de Bernarda Alba dirigido por Sanzol que continúa en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional. El segundo es Yerma que se ha visto en el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, que no es el original, sino que ha inspirado a María Goiricelaya para hablar de la esterilidad femenina en tiempos de fecundación in vitro, donación de esperma y congelación de óvulos.

Ambos son intentos por hacer un update o un reskilling de Lorca. Pues lo de que las mujeres se enluten por la muerte del padre y se encierren por muchos años a bordar ajuares, como en La casa de Bernarda Alba, ha pasado a la historia en España. Como ha dejado de ser un estigma social la esterilidad femenina. Gracias al feminismo y a las políticas de........

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