Nuevamente el Perú se encuentra en la antesala de una batalla política grave, decisiva. A medida que se acercan las elecciones de abril de 2026, la izquierda —en sus múltiples vertientes, desde el chavismo residual, la izquierda europea hasta las facciones criollas relacionadas a intereses externos— parece haber optado por una estrategia demencial: fomentar el caos callejero y culpar a la derecha de todos los males del país. La táctica es evidente: a río revuelto, la izquierda busca pescar legitimidad ajena, a efectos de evitar una derrota que aparece en su horizonte y que, en condiciones limpias, sería inevitable frente a un fortalecido centroderecha.
Su desesperación es manifiesta. Consciente de que jamás podrá competir en votos de manera transparente, la izquierda habría decidido recurrir a maquinaciones extremistas para extenuar al adversario. Su objetivo inmediato es sembrar cizaña y quebranto social, debilitando la confianza ciudadana en las instituciones y en la posibilidad de tener un proceso electoral........

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