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En Colombia, se declaró en el año 2001 bajo la Ley 724 que:

El Estado tiene la obligación de asistir y proteger a los niños y niñas para garantizarles su desarrollo armónico e integral, durante el mes de abril de cada año. Las organizaciones e instituciones del orden nacional, departamental y municipal, sector central y descentralizado, diseñarán y desarrollarán programas, actividades y eventos que, fundamentados en una metodología lúdica, procurarán el acceso de los niños y niñas a opciones de educación extraescolar, recreación, bienestar y participación. (…) (Congreso de Colombia, 2001).

Ante el mandato quiero invitarles a pensar sobre dos asuntos que me cuestionan con relación al mes de abril, mes de la niñez en Colombia.

En primer lugar, ello de asistir y proteger, concepciones sobre la infancia que se nutren de la psicología evolutiva que define la niñez con la idea de inmadurez, maleabilidad, carencia y debilidad y donde la madurez entonces llega con la adultez. Concepciones basadas en el proteccionismo y paternalismo, enmarcados en derechos de base de protección y provisión, soslayando los derechos de participación. Me pregunto, ¿los niños y las niñas tuvieron incidencia en la decisión de proclamar una fecha para “garantizarles su desarrollo armónico”? Me atrevo a asegurar que, si esto hubiera sido así, ellos y ellas hubieran decidido que su mejor forma de honrarlos seria dejarlos ser libres, felices y vivir su infancia como les plazca.

Desafortunadamente, el interés superior que debería primar y que está declarado en la Convención de los derechos del niño (1989) termina siendo un interés en donde los adultos suponen lo que necesitan y lo que consideran mejor para que ellos y ellas. Es así como este mes termina siendo un escenario de niños y niñas sin protagonismos, sin participación, por lo menos no autentica, y una serie de programas, actividades y eventos desarrollados bajo una visión instrumental, cosmética, poco significativa y que muy pocas veces redunda en mejores condiciones de vida para los niños y las niñas de manera permanente; es un asistir y proteger de un mandato que responde a una visión paternalista tradicional. También podemos ver que abundan representaciones de paternalismo moderno donde a los niños se les recrea escenarios de participación y representatividad parecidos a las de los adultos para que vivan este mundo siendo niños con total libertad y garantía pero que en la vida real nunca podrá tener, por ejemplo, la simulación de las asambleas de la ONU o en Preescolar, la elección del llamado personerito. Habría que detenerse en observar, con ojos de apertura por supuesto, a los movimientos de niños y niñas en 1970 – Children Liberation Movement- Farson EEUU – Niñxs emanciparse como clase, en 1976 Creación del MANTHOC, en 1980 Movimiento Nacional Meninos y Meninas del Pueblo, en 1987 Movimiento Chicos del Pueblo o en 1990 Movimiento de los NATS niños trabajadores, movimientos que como diría Liebel (2007) cuestionan el paternalismo y sitúan a los niños y niñas como potencia y posibilidad y no como carencia y poco saber.

Es evidente que la decisión de elección del mes y la forma de “conmemorar” este día es netamente adultocéntrica y deja ver el carácter estructural de la dominación social, política, económica, cultural y moral que ejercen las personas adultas sobre las niñas y niños, (Morales y Magistris, 2018; Duarte Quapper y Valdez, 2016).

Es capital la necesidad de participación y protagonismo de las niñeces para definir sus demandas y emergencias junto con los adultos, donde tanto ellos, ellas como nosotros y nosotras reivindiquemos también los derechos de participación, pero a su vez reconozcamos sus formas de leer, interpretar y resignificar sus propias realidades; donde juntos logremos posicionar su voz y sus demandas al estado, la familia, la escuela y la sociedad en general. NO MÁS leyes y mandatos creados por los adultos para los niños y niñas, muchas más políticas públicas propuestas por y con ellos y ellas que realmente nos muestren desde los que ven sus ojos y lo que comprenden del mundo, lo que en verdad necesitan. Más espacios en la ciudad para ellos y ellas, espacios permanentes, más horas para jugar, más días para curiosear, más escuelas que respeten su estado de infancia, su presente, sus experiencias de vida. Se necesita más que un mes y un día de abril para “pararles bolas”.

Un segundo asunto, las desbordadas agendas de actividades lúdicas en un mes para después volver a unas desoladoras realidades que siguen latentes para las infancias en Colombia. En un estudio desarrollado en 110 municipios en 30 departamentos y en 416 instituciones urbanas y rurales llamado índice Medición de la Calidad de la Educación Inicial en el Grado Transición (MEN, 202) e muestran resultados desalentadores, por ejemplo, a la pregunta: ¿Durante la jornada, el docente brinda espacio y tiempo para actividades que promuevan el desarrollo motriz, saltar, correr, trepar?; solo el 11% de las instituciones educativas lo ofrecen, o por ejemplo a la pregunta: ¿De qué manera se promueve la expresión de la individualidad a través de las artes plásticas?; solo el 7% las promueven; no es mejor el panorama para actividades de orden musical donde se ve solo el 5 % de promoción. Y si hablamos del juego, principal actividad de la infancia y declarada como un derecho, según Niñez Ya (2023), a pesar de contar con estas políticas y leyes que respaldan el juego, este derecho sigue siendo invisible en Colombia; es el gran ausente aun en la educación inicial y preescolar delimitado a un espacio de recreo, en la familia se le califica como una pérdida de tiempo e incluso es casi nulo en los espacios públicos donde se hallan las infancias. Cómo será de invisible el juego que no existen indicadores que permitan medir o analizar su acogida y algo aún peor, son inexistentes las políticas públicas para garantizarlo en los planes de gobierno y planes de desarrollo territorios en nuestro país (Niñez Ya, 2023). Todo esto sin mencionar el gran aumento de todo tipo de violencias en contra de los niños y las niñas, incluso por sus propios padres y cuidadores, lo cual supera los 30.000 casos en Colombia según la Procuraduría General de la Nación. (2023).

Pienso entonces en la conmemoración el día de la mujer, es un día para reconocer las luchas de las mujeres en contra de las violencias patriarcales, en cambio los niños y las niñas, como afirma Farson (1974), son la única minoría en la que su emancipación sigue pendiente, porque nos hemos dedicado a protegerlos, a asistirlos, a pensar por ellos y ellas. Según el autor, seremos apoyo para ellos y ellas cuando dejemos de estar pensando solo en su cuidado y más bien aseguremos sus derechos en su totalidad, sobre todo el derecho a que ellos por representación propia y no a nombre de los adultos, exijan sus derechos, como diría Bustelo “el problema básico de la infancia es que nunca ha podido autorepresentarse y sin poder social es difícil construir poder político” (Bustelo, 2023, p. 96) y en consecuencia, se establece un no lugar, unas voces no reconocidas y pocas capacidades de agencia y transformación en los asuntos que los interpelan. Dejemos que los mismos niñas y niñas luchen por sus derechos.

No quiero decir que estas acciones tan importantes, desarrolladas por organizaciones que luchan por los derechos de las niñeces en Colombia en el mes de abril no sean de impacto o que sean innecesarias, no, porque entonces qué sería de los niños y niñas de nuestros países en zonas olvidadas si ni por un día pudieran ser felices gozando de libertad plena para jugar, reír, saltar y curiosear. En todo caso, invito a la necesaria revisión de las formas de interacción con los niños y las niñas en relación con sus formas genuinas de existencia (el juego, el arte, la literatura, la exploración) y sus formas de vivir su infancia, invito a que se supere la infantilización, lo romántico y el asistencialismo mediático y momentáneo para reconocerlos como sujetos de derecho, sujetos políticos y con capacidad de pensar sus experiencias de infancia de acuerdo con sus intereses y necesidades no solo por un mes sino siempre; exhorto a derrotar las prácticas adultistas que impugnan su participación en la vida social y política en carácter de igualdad con las personas adultas y reitero el llamado que una vez nuestro Nobel haría a los niños en un discurso en Bogotá en 1995:

Aspiro a que estas reflexiones sean un manual para que los niños se atrevan a defenderse de los adultos en el aprendizaje de las artes y las letras. No tienen una base científica sino emocional o sentimental, si se quiere, y se fundan en una premisa improbable: si a un niño se le pone frente a una serie de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno que le guste más. Creo que esa preferencia no es casual, sino que revela en el niño una vocación y una aptitud que tal vez pasarían inadvertidas para sus padres despistados y sus fatigados maestros. (01:45).

Por:

Karina Bautista Sabogal

Licenciada en Educación Infantil

Magister en Desarrollo educativo y social

Estudiante de Doctorado en Ciencias de la Educación

Coordinadora de la Licenciatura en Educación Infantil del Politécnico Grancolombiano

Referencias:

Bustelo, E. (2007) El recreo De la infancia. Argumentos para otro comienzo. Siglo XXI, Editores Argentina.

Congreso de la República de Colombia. Ley 724 de 2001. Por la cual se institucionaliza el Día de la Niñez y la Recreación y se dictan otras disposiciones. 27 de diciembre de 2001. D.O. No. 44.662 de 30 de diciembre de 2001

Duarte Quapper, K y Valdez, C (2016). Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan.

Farson, R (1974). Birthrights. Macmillan & Collier Nueva York y Londres.

García, G. (1995, 10, 10). Un manual para ser niño. Fundación Gabo.org. https://fundaciongabo.org/es/recursos/discursos/un-manual-para-ser-nino-discurso-de-gabriel-garcia-marquez

Ministerio de Educación Nacional, MEN (2021). Medición de la Calidad de la

Educación Inicial en el Grado Transición, Colombia.

Morales, S. y Magistris, G. (Comps.) (2018). Niñez en movimiento. Del adultocentrismo a la emancipación. Chirimbote, El Colectivo y Ternura Revelde

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Un mes de visibilidad contra once meses de invisibilización

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30.04.2024

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En Colombia, se declaró en el año 2001 bajo la Ley 724 que:

El Estado tiene la obligación de asistir y proteger a los niños y niñas para garantizarles su desarrollo armónico e integral, durante el mes de abril de cada año. Las organizaciones e instituciones del orden nacional, departamental y municipal, sector central y descentralizado, diseñarán y desarrollarán programas, actividades y eventos que, fundamentados en una metodología lúdica, procurarán el acceso de los niños y niñas a opciones de educación extraescolar, recreación, bienestar y participación. (…) (Congreso de Colombia, 2001).

Ante el mandato quiero invitarles a pensar sobre dos asuntos que me cuestionan con relación al mes de abril, mes de la niñez en Colombia.

En primer lugar, ello de asistir y proteger, concepciones sobre la infancia que se nutren de la psicología evolutiva que define la niñez con la idea de inmadurez, maleabilidad, carencia y debilidad y donde la madurez entonces llega con la adultez. Concepciones basadas en el proteccionismo y paternalismo, enmarcados en derechos de base de protección y provisión, soslayando los derechos de participación. Me pregunto, ¿los niños y las niñas tuvieron incidencia en la decisión de proclamar una fecha para “garantizarles su desarrollo armónico”? Me atrevo a asegurar que, si esto hubiera sido así, ellos y ellas hubieran decidido que su mejor forma de honrarlos seria dejarlos ser libres, felices y vivir su infancia como les plazca.

Desafortunadamente, el interés superior que debería primar y que está declarado en la Convención de los derechos del niño (1989) termina siendo un interés en donde los adultos suponen lo que necesitan y lo que consideran mejor para que ellos y ellas. Es así como este mes termina siendo un escenario de niños y niñas sin protagonismos, sin participación, por lo menos no autentica, y una serie de programas, actividades y eventos desarrollados bajo una visión instrumental, cosmética, poco significativa y que muy pocas veces redunda en mejores condiciones de vida para los niños y las niñas de manera permanente; es un asistir y proteger de un mandato que responde a una visión paternalista tradicional. También podemos ver que abundan representaciones de paternalismo moderno donde a los niños se les recrea escenarios de participación y representatividad parecidos a las de los adultos para que vivan este mundo siendo niños con total libertad y garantía pero que en la vida real nunca podrá tener, por ejemplo, la simulación de........

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