Me gusta leer a Gabo, mi mamá me lo inculcó desde niña como parte de mi nacionalismo, como si fuera el himno nacional. Desde su realismo mágico creo que no nací en Colombia, sino que Colombia nació en mí como un árbol frondoso. Y en parte, ese nacimiento tiene que ver con que mi abuela me decía que si me tragaba las semillas de la naranja me crecería en el estómago un árbol que me saldría por las orejas. Es posible que me haya tragado mi nacionalidad porque Colombia definitivamente nació dentro de mí.

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Y con ese nacimiento estoy siempre en clave de un nosotros, pensando en cómo nos construimos como un país unido, sólido, de gente próspera, feliz, pensándonos desde el realismo mágico como un sueño en común biodiverso, diverso e incluyente. Sin embargo, las voces de quienes nos guían parecieran susurrarnos al oído: pelea, pelea, pelea. Y como niños que aprenden a tramitar sus emociones, nosotros vamos a ello, a la pelea. Nuestros voceros, sin piedad ni compasión, y en aras de sus intereses más personales que generales, nos orillan al realismo trágico de la división, el egoísmo y la individualidad. Líderes guiados ciegamente por sus convicciones, sin pensar en la responsabilidad que conlleva sus efectos. Y así pasamos de una realidad mágica a una trágica.

Estamos cansados de presenciar las peleas por el poder de otros. El poder de esos que siendo de izquierda o de derecha solo quieren tenerlo para sí, para sus partidos. Nuestra realidad trágica es que los militantes de los partidos nos hacen pensar que las causas políticas en sí mismas son más importantes que nuestras necesidades. Que tener ideología da poder. Pero no, el poder como ciudadanos nos lo dan el conocimiento, la educación, el análisis crítico y la capacidad de respuesta ante los desafíos de la vida. El poder nos la da la tranquilidad, la solidaridad y la equidad. El poder en lo público es poder exigir a nuestros dirigentes mejores vidas para vivir.

Desde nuestra realidad mágica deberíamos tener calidad de la educación, oportunidades para jóvenes, equidad para nuestras mujeres y oportunidades para desarrollo de nuestros hombres. Dejamos que los políticos jueguen con nuestros sentimientos para sus intereses. Ellos solo piensan en poder, poder, poder. Nuestro realismo trágico son extranjeros violando y prostituyendo a nuestras niñas; corrupción a través de recursos desviados, nombramientos sin mérito, obras inconclusas, contratos públicos innecesarios; informalidad en el empleo, familias sin opciones de ingresos autónoma y dignamente; escasez de agua; inseguridad; desprotección ambiental. Esa es nuestra trágica realidad.

No obstante, mi corazón, ese donde nació Colombia, mira con esperanza nuestro futuro. Esta realidad trágica que es gris y opaca tiene en el fondo un destello de color: la esperanza de que seamos capaces de exigirles a nuestros líderes públicos resultados. Que nos permitan soñar con escuelas llenas de pequeños jugando y aprendiendo matemáticas, español, inglés e integridad; jóvenes con emprendimientos y estudiando, practicando el pensamiento crítico y la innovación; familias construyendo sus hogares y levantando con dignidad a sus hijas e hijos; espacios para disfrutar el arte y la cultura. La vida.

Debemos dejar de pelear entre nosotros por quien no lleva el sustento a nuestra mesa. Necesitamos ponernos del lado de nosotros. Seamos rigurosos en el control del gasto social, que nos hablen de la reducción de los índices de mortalidad infantil, la disminución de los embarazos en adolescentes, de la reducción del déficit de vivienda, de sistemas de transporte masivos funcionando, de la reducción de robos, del aumento del empleo, de cómo subimos en las pruebas Pisa y de cómo nuestros estudiantes tienen ahora inglés en todos los colegios para ser ciudadanos del mundo.

QOSHE - ¿Realismo mágico o trágico? - Patricia Rincón Mazo
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¿Realismo mágico o trágico?

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15.05.2024

Me gusta leer a Gabo, mi mamá me lo inculcó desde niña como parte de mi nacionalismo, como si fuera el himno nacional. Desde su realismo mágico creo que no nací en Colombia, sino que Colombia nació en mí como un árbol frondoso. Y en parte, ese nacimiento tiene que ver con que mi abuela me decía que si me tragaba las semillas de la naranja me crecería en el estómago un árbol que me saldría por las orejas. Es posible que me haya tragado mi nacionalidad porque Colombia definitivamente nació dentro de mí.

(También le puede interesar: Servidoras públicas)

Y con ese nacimiento estoy siempre en clave de un nosotros, pensando en cómo nos construimos como un país unido, sólido, de gente próspera, feliz, pensándonos desde el realismo mágico como un sueño en común biodiverso, diverso e incluyente. Sin embargo, las voces de quienes nos guían parecieran susurrarnos al oído: pelea, pelea, pelea. Y como niños que aprenden a tramitar sus........

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