Titular un artículo con el calificativo entre signos de admiración, como lo hago aquí, es querer expresar que el autor sobre quien se va a hablar es un gran escritor. No es lo mismo decir: un señor escritor. Escrito así, se quiere decir, simplemente, que un señor escribe. Los signos de admiración destacan que se está frente a un autor que sabe narrar historias, maneja con soltura el lenguaje, tiene dominio de la anécdota, sabe recurrir con gracia a la ironía, crea buenas paradojas en sus relatos y, desde luego, entretiene al lector. De Gustavo Páez Escobar se puede decir que es ¡Un señor escritor! Todo, porque crea personajes con carácter, consistentes en su actuar, dotados de intuición, a veces aventureros, que tienen asidero en la realidad.

Gustavo Páez Escobar es un escritor con trayectoria literaria. Publicó su primer cuento en el año 1971. Para ese tiempo, el Magazín Dominical de ‘El Espectador’ convocó a un Concurso Nacional de Cuento, y este autor boyacense envió un relato titulado ‘El sapo burlón’. Con tan buena suerte, que obtuvo el primer puesto y, lógicamente, el derecho a ser publicado. El cuento lo escribió en una tarde. Es la historia de un campesino que un domingo sale al pueblo con la esposa para asistir a misa, y mientras caminan de regreso a la parcela debe aguantarse la cantaleta de ella por ser bebedor. Un día se encuentra en el corredor de la casa un sapo que hace gracias. El animal se convirtió en atractivo para los vecinos, y él, empezó a cobrar por permitir mirarlo. Entonces su bolsillo comenzó a llenarse de dinero.

El cuento premiado le abrió a Gustavo Páez Escobar las páginas del Magazín Dominical de ‘El Espectador’. A partir de ese año, fueron varios los cuentos suyos que merecieron el honor de aparecer publicados en este que era para entonces el medio cultural donde todo escritor anhelaba publicar. Pero también en Lecturas Dominicales, de ‘El Tiempo’. Allí vieron la luz pública cuentos como ‘La bobada de Felipe’, ‘Regla de multiplicar’, ‘La inmortal funeraria’, ‘El maletín negro’, ‘La muerte de una golondrina’, ‘Manigua’, entre otros. Todos relatos de fina factura literaria, adobados con un lenguaje en donde se advierte su respeto por el idioma y, como lo dijo Otto Morales Benítez, llenos de sacudimientos pasionales, de preocupaciones existenciales y de nostalgias bien narradas.

El mismo año en que el Magazín Dominical publicó ‘El sapo burlón’, este escritor que entonces se desempeñaba como gerente del Banco Popular en la ciudad de Armenia, publicó una novela que Fernando Soto Aparicio llevó con éxito a la televisión. Fue transmitida por el Canal RCN. Se llamó ‘Destinos cruzados’, una obra sobre el desamor, una constante en la narrativa de Gustavo Páez Escobar. Tanto que, en su último libro, ‘Brisas del atardecer’, publicado a la edad de 87 años, vuelve a tratarlo en el cuento ‘Detrás de la persiana’, un relato intenso, bien logrado, donde un hombre recuerda a la mujer que amó en su juventud. Era hermosa. Después de que su padre muere dejándole una cuantiosa herencia, ella se va a vivir a París, y se olvida de él. En esa ciudad dilapidó su fortuna.

En su obra narrativa Gustavo Páez Escobar ha hablado sobre problemas de Colombia, sobre amores contrariados, sobre creencias populares, sobre los misterios de la selva y sobre las costumbres cafeteras. Se ha aproximado al alma de la gente sencilla, ha retratado la belleza de la mujer, ha exaltado al hombre del campo y ha fustigado las injusticias sociales. En Ráfagas de silencio, una novela con sabor a selva, con aroma a tierra mojada, con olor a naturaleza, el escritor nacido en Soatá enseña la vida de seres desesperanzados, de mujeres fieles a sus costumbres indígenas, de hombres que no conocen el miedo. Guaraná es un pueblo con una calle larga cubierta de barro, donde llueve casi a toda hora, con un aeropuerto al que la gente va los domingos para ver aterrizar un avión.

¿En dónde está el talento literario de un buen escritor? Para algunos analistas este se centra en la capacidad imaginativa; otros señalan que está implícito en el manejo del lenguaje, en el dominio de las técnicas narrativas y en la destreza para describir rasgos físicos. En el caso de Gustavo Páez Escobar se condensan estos tópicos. En el cuento ‘Suerte perruna’, del libro ‘Brisas del atardecer’, la imaginación es un recurso que le permite al escritor jugar con el argumento. Un hombre tiene un perro que se llama Póker. Su mujer odia al animal. Todos los días ella le alega por lo que hace en la casa. Un día lee en el periódico un aviso clasificado donde se dice que se busca un perro para sacarle cría a una perrita danesa. El hombre lo lleva. La forma en cómo Páez Escobar narra el encuentro tiene mucho encanto literario.

José Luis Diaz Granados escribió que Gustavo Páez Escobar, “maneja de modo excelente la sutil ironía a la par que la subterránea moraleja que nos hace reír, llorar y reflexionar”. En esto tiene razón. En el cuento ‘Estos diamantes’, Carolina, la ironía está explicita en el final del personaje que se enamora de ella, era un tipo acaudalado. Sin embargo, su fortuna se esfumó por culpa de las exigencias que la mujer le hacía. Le gustaba viajar por todo el mundo, lucir finas joyas y vestir ropa de marca. En un cumpleaños, el hombre le regaló un collar de diamantes. La ironía del cuento está en que Carolina debe vender esta joya para pagar el abogado que contrata para salvar a su marido de la cárcel cuando cae en bancarrota. La moraleja tiene que ver con que no se debe entregar todo por amor.

Sobre la violencia política de los años 1946-1953 Gustavo Páez Escobar escribió una novela que es un testimonio sobre esos días aciagos que vivió Colombia: ‘Jirones de niebla’ es una obra donde se narra la vida de una familia que de ricos hacendados pasan a ser gente sin dinero. Sin embargo, conservan la prosapia de los apellidos. Lo que se cuenta sobre Palmasola, un pueblo imaginario levantado por los lados del Cañón del Chicamocha, fue lo que vivieron cientos de pueblos asolados por el enfrentamiento entre liberales y conservadores. Esta novela, escrita con fina pluma, se suma a ‘Alborada en penumbra’, ‘Ventisca’ y ‘La noche de Zamira’, tres obras que auscultan en la realidad de nuestro país. Ahora espero que entiendan la razón por lo que digo que Gustavo Páez Escobar es, ¡un señor escritor!

JOSÉ MIGUEL ALZATE

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Gustavo Páez Escobar: ¡un señor escritor!

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21.04.2024

Titular un artículo con el calificativo entre signos de admiración, como lo hago aquí, es querer expresar que el autor sobre quien se va a hablar es un gran escritor. No es lo mismo decir: un señor escritor. Escrito así, se quiere decir, simplemente, que un señor escribe. Los signos de admiración destacan que se está frente a un autor que sabe narrar historias, maneja con soltura el lenguaje, tiene dominio de la anécdota, sabe recurrir con gracia a la ironía, crea buenas paradojas en sus relatos y, desde luego, entretiene al lector. De Gustavo Páez Escobar se puede decir que es ¡Un señor escritor! Todo, porque crea personajes con carácter, consistentes en su actuar, dotados de intuición, a veces aventureros, que tienen asidero en la realidad.

Gustavo Páez Escobar es un escritor con trayectoria literaria. Publicó su primer cuento en el año 1971. Para ese tiempo, el Magazín Dominical de ‘El Espectador’ convocó a un Concurso Nacional de Cuento, y este autor boyacense envió un relato titulado ‘El sapo burlón’. Con tan buena suerte, que obtuvo el primer puesto y, lógicamente, el derecho a ser publicado. El cuento lo escribió en una tarde. Es la historia de un campesino que un domingo sale al pueblo con la esposa para asistir a misa, y mientras caminan de regreso a la parcela debe aguantarse la cantaleta de ella por ser bebedor. Un día se encuentra en el corredor de la casa un sapo que hace gracias. El animal se convirtió en atractivo para los vecinos, y él, empezó a cobrar por permitir mirarlo. Entonces su bolsillo comenzó a llenarse de dinero.

El cuento premiado le abrió a Gustavo Páez........

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