El pasado 30 de octubre, un día después de las elecciones para elegir gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, en el ánimo de millones de colombianos se reflejó una satisfacción inmensa. ¿La razón? El proceso electoral llevado a cabo ese domingo confirmó lo que en todos los rincones del país se vaticinaba: que esas elecciones serian un plebiscito contra Gustavo Petro. Desde el momento en que se cerraron las urnas y los medios de comunicación empezaron a revelar los boletines de la Registraduría Nacional del Estado Civil, una corriente de optimismo se paseó por todo el territorio nacional. A esa hora los colombianos empezamos a sentir que en las urnas se habían depositado millones de votos contra las reformas que quiere imponer su gobierno.

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La imagen de Gustavo Petro que apareció en las pantallas de los televisores la noche de ese 29 de octubre era la de un presidente derrotado. Por primera vez, desde que asumió el cargo, el Primer Mandatario tuvo una alocución corta. Necesitó escasos cinco minutos (raro en un presidente que le gusta hablar largo) para decir que el proceso electoral había transcurrido en forma tranquila. Sabedor de que el pueblo se había pronunciado para decirle que no estaba de acuerdo con sus reformas, ni con el tratamiento que le viene dando a los grupos alzados en armas, ni con su silencio frente a la muerte de dos ciudadanos colombianos en Israel como consecuencia del ataque de Hamás ni con la falta de una condena contra el grupo terrorista, optó por no expresar opiniones personales.

El Gustavo Petro que habló esa noche no fue el político fogoso, convencido de su capacidad oratoria, de palabra encendida, que los colombianos estamos acostumbrados a escuchar. El Petro que expuso sobre el resultado de las elecciones fue otro, un líder distinto, opacado, sin brillo en la exposición, disminuido en su dialéctica, sin poder de convicción. A primera vista se advirtió a un presidente golpeado, sin fuerza expresiva, desmotivado. Se advertía en su expresión corporal, que él sabe manejar muy bien, que le faltaba alegría interior, deseo de comunicarse con sus gobernados, ganas de celebrar los resultados. Fue un discurso donde faltaron las frases motivacionales. No tuvo ánimo para hablar contra el empresariado, ni para referirse a ese pueblo que, según él, lo apoya.

En las ciudades donde mayor votación obtuvo para llegar a la presidencia la derrota de sus candidatos fue estruendosa.

¿Por qué razón las elecciones del pasado 29 de octubre fueron un plebiscito contra Gustavo Petro? Porque en las ciudades donde mayor votación obtuvo para llegar a la presidencia la derrota de sus candidatos fue estruendosa. Sirvan como ejemplo los casos de Bogotá, Barranquilla, Medellín y Cali. Los candidatos que tenían su respaldo fueron derrotados. Únicamente en Bogotá, con relación a las elecciones presidenciales, perdió 1’682.706 votos. De 2’253.997 votos que como candidato a la presidencia obtuvo en la segunda vuelta, su candidato Gustavo Bolívar solo obtuvo 571.291. Ni siquiera la campaña a su favor con las visitas a zonas populares de la ciudad con el programa “Petro lo escucha” le sirvieron a su candidato para ganar la alcaldía.

El voto de los colombianos en los pasados comicios electorales fue un voto castigo contra un mandatario que no ha entendido que el país va hacia el despeñadero y, sabiéndolo, no quiere enderezar el rumbo. Aunque desde hace varios meses viene diciendo que es necesario concertar sus iniciativas, no escucha a quienes proponen cambios sustanciales a sus propuestas y, por el contrario, quiere imponer su voluntad. El país le cobró su obstinación en querer sacar adelante proyectos de ley impopulares, en mantenerse en la línea de brindarles a los grupos alzados en armas oportunidades para consolidarse, en insistir en un proceso de paz que no va hacia ningún puerto porque a los delincuentes que él busca proteger no los anima una verdadera voluntad de paz.

Colombia entendió que los grupos al margen de la ley están aprovechando el proceso de paz para ganar espacios en los territorios. Lo que ocurrió en el corregimiento de El Plateado, en el Cauca, donde los hombres de Iván Mordisco instrumentaron a la población para secuestrar a un grupo de militares, fue otra humillación para el ejército colombiano. Sin embargo, el presidente no parece verlo así. Su conducta complaciente hacia estos grupos se lo cobró la ciudadanía con ese voto castigo del 29 de octubre. La inseguridad que se apoderó de Colombia le pasó cuenta de cobro. Si Gustavo Petro no corrige el rumbo, el país se ira al abismo. El resultado de las pasadas elecciones lo deben llevar a reflexionar. Y a actuar escuchando la voz de los colombianos.

JOSÉ MIGUEL ALZATE

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Elecciones del 29 de octubre: un plebiscito contra Petro

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09.11.2023

El pasado 30 de octubre, un día después de las elecciones para elegir gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, en el ánimo de millones de colombianos se reflejó una satisfacción inmensa. ¿La razón? El proceso electoral llevado a cabo ese domingo confirmó lo que en todos los rincones del país se vaticinaba: que esas elecciones serian un plebiscito contra Gustavo Petro. Desde el momento en que se cerraron las urnas y los medios de comunicación empezaron a revelar los boletines de la Registraduría Nacional del Estado Civil, una corriente de optimismo se paseó por todo el territorio nacional. A esa hora los colombianos empezamos a sentir que en las urnas se habían depositado millones de votos contra las reformas que quiere imponer su gobierno.

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La imagen de Gustavo Petro que apareció en las pantallas de los televisores la noche de ese 29 de octubre era la de un presidente derrotado. Por primera vez, desde que asumió el cargo, el Primer Mandatario tuvo una alocución corta. Necesitó escasos cinco minutos (raro en un presidente que le gusta hablar largo) para decir que el proceso electoral había transcurrido........

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