En esta columna quiero compartir algunos fragmentos del discurso con el que inauguré el encuentro en Santa Marta entre mujeres feministas de más de sesenta años –unas 110–, quienes nos reunimos hace unos dos meses con el ánimo de celebrarnos y homenajear nuestras luchas y resistencias:

(También le puede interesar: La Mesa por la Salud y la Vida de las Mujeres)

“Al cumplir 80 años, al momento de vivir algunos duelos de grandes amigas que se murieron hace poco, tuve la certeza de la inaplazable necesidad de organizar este reencuentro, quizás como una última oportunidad cuando una advierte, con la conciencia clara, que ya es necesario reconocer la riqueza del ayer y lo frágil del mañana. También para entregar un legado al feminismo y a los feminismos de hoy que no tienen siempre una buena memoria de las luchas pasadas (...)

Nuestra generación entendió poco a poco que las utopías no son quimeras, son laboratorios de ideas, y como lo dijo algún filósofo, son una epistemología de la esperanza. Y sí, el feminismo ha sido también una escuela para aprender a decir NO, para conocer nuestros límites, para saber quiénes son nuestras verdaderas amigas y cómplices, y a mirarnos en el espejo sin aprehensión. Y el viaje sigue, el deseo persiste y aprendimos a domar la ansiedad y a tomar de la mano la esperanza, hecho a veces bien difícil en ese complejo y doloroso país. (...) Entendimos también que es necesario evocar las mujeres que nos precedieron, todas aquellas que no dudaron en romper normas de su época, normas y estereotipos muchos más tenaces y resistentes que los que encontramos nosotras hoy.

Y sí, el feminismo ha sido también una escuela para aprender a decir NO, para conocer nuestros límites, para saber quiénes son nuestras verdaderas amigas.

Estas mujeres son nuestra memoria, no las olvidemos. Y es gracias a ellas como entendimos que ser mujer es extraviarse, es aprender a no reconocerse en lo ya pensado para nosotras (...). Quiero recordar nuestro empeño por luchar contra la neutralidad y, peor aún, la invisibilidad de nuestros quehaceres, y para esto, más de una vez nos tocó atrevernos a contradecir al patriarca que muy difícilmente nos daba la palabra, y nos dejaba hablar, sin olvidar que teníamos, también y al mismo tiempo, que aprender a domar ese patriarca que todas teníamos adentro. Y claro, en estos tiempos no era nada fácil caminar de la periferia al centro (...).

Nos tocó aprender a hacer política y no solo esto, sino aprender a hacer política de otra manera, retomando lo que nos aconsejaba Alejandra Bocchetti cuando nos recordaba que si una mujer entra en política, debe entrar con su historia y no a pesar de su historia, debe entrar la experiencia de una mujer y no una mujer a pesar de su experiencia (...). Sin olvidar que, entre los años 70 y 2000, Colombia vivía los impactos de un feroz conflicto armado que azotaba gran parte de la población y que demandaba al feminismo, a nuestro feminismo, respuestas contundentes y a veces urgentes. Es cuando aprendimos a ser activas para la paz y pasivas para la guerra gritando de manera contundente que no queríamos parir un solo hijo más para la guerra. (...)

(...) Y terminaré recordando lo que nos decía Marcela Lagarde: ¿Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas? ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?

FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad

(Lea todas las columnas de Florence Thomas en EL TIEMPO, aquí)

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Un reencuentro

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29.11.2023

En esta columna quiero compartir algunos fragmentos del discurso con el que inauguré el encuentro en Santa Marta entre mujeres feministas de más de sesenta años –unas 110–, quienes nos reunimos hace unos dos meses con el ánimo de celebrarnos y homenajear nuestras luchas y resistencias:

(También le puede interesar: La Mesa por la Salud y la Vida de las Mujeres)

“Al cumplir 80 años, al momento de vivir algunos duelos de grandes amigas que se murieron hace poco, tuve la certeza de la inaplazable necesidad de organizar este reencuentro, quizás como una última oportunidad cuando una advierte, con la conciencia clara, que ya es necesario reconocer la riqueza del ayer y lo frágil del mañana. También para entregar un legado al feminismo y a los feminismos de hoy que no tienen siempre una buena memoria de las luchas pasadas (...)

Nuestra generación entendió poco a poco que las........

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