El gobierno Petro pasa por uno de sus momentos más difíciles y el país entero lo sabe, incluso sus más radicales defensores. El único que no parece entender la compleja hora que atraviesa el gobierno es el propio presidente, quien insiste en buscar culpables y mostrarse como un incomprendido y un perseguido.

Cuando el presidente más debería buscar el diálogo y asegurar una gobernabilidad estable para su programa, más insiste en encerrarse y liderar un gobierno solitario. Y esto configura exactamente lo contrario a lo que con esperanza pronosticaban quienes hace dos años impulsaban su campaña, con el argumento de que sería un gobierno reformista y de una coalición interpartidista. Los tiempos en la política son sagrados y el presidente ha tomado la poco recomendable decisión de desperdiciarlo entre peleas y búsqueda de culpables. Descuidando el recurso limitado más valioso de un turno en el poder, Petro ha perdido la mitad más importante de su mandato sin progresos satisfactorios en el cumplimiento de la agenda que prometió en campaña.

El presidente, de manera muy similar a su paso por la alcaldía de Bogotá, insiste en buscar culpables, sacar a sus críticos y premiar a los más leales a su proyecto. Pero mientras habla de un ‘golpe blando’ y repite que no lo dejan gobernar, olvida que de la crisis actual que vive su administración, muchos de los detonantes fueron originados por las propias falencias de su agenda, en la cual abunda el discurso y falta el método, y por errores cometidos desde las filas de sus funcionarios más cercanos.

Son tantas las banderas de reformas y proyectos que Petro en el día a día intenta asumir como causas propias que cada vez se percibe una menor claridad en su proyecto para este cuatrienio. Todos los días en sus discursos habla de megaproyectos que se le pasan por la cabeza y que desde el plano de la política pública nunca lleva al cumplimiento, y redibuja por completo el orden de las prioridades de su agenda. Ante la falta de ejecución, sin rumbo y con prioridades poco claras, el presidente insiste en que sus rivales no lo dejan gobernar y que su equipo de trabajo más cercano no comprende su visión del país. Por cuenta de esto último, esta semana se anticipa un inevitable remezón ministerial y en varios otros altos cargos del gobierno nacional.

Todo esto ya lo sabíamos por su paso por la Alcaldía de Bogotá. A diario vemos la repetición de errores de la gestión de Petro en Bogotá, en parte porque el presidente sigue creyendo que fue un buen alcalde y que esa experiencia, lejos de ser mejorada, debe repetirse. ¿Dónde quedan quienes repetían en campaña que Petro había aprendido de sus errores como alcalde de Bogotá? Yo veo una presidencia muy parecida a su desempeño como alcalde, y está lejos de ser una buena noticia.

Mientras en el plano del discurso el presidente se mueve con la misma velocidad de siempre, en materia administrativa el país pasa por una hora verdaderamente confusa y preocupante. Algunos ministerios van para su tercer jefe en menos de dos años. Y a estas alturas vemos dos tendencias clarísimas, y ambas preocupantes: por una parte, la altísima rotación en cargos donde se requiere continuidad, experiencia y estabilidad. Y, por otro lado, una clarísima salida de todas las miradas moderadas o críticas de algunos de los proyectos del gobierno. En cambio, se quedan y ganan cada vez más poder los más cercanos -tanto en lo personal como en lo ideológico- al presidente. ¿En dónde queda el discurso del ‘gran acuerdo nacional’ si el presidente cada vez se muestra menos abierto a gobernar en coalición?

Con los nuevos movimientos en el equipo de gobierno, queda poco de ese gabinete políticamente diverso y plural que en un principio fue presentado con algo de esperanza y con mucha expectativa. El segundo tiempo del gobierno Petro inicia poco esperanzador: desde la pelea permanente, el desgaste y la incertidumbre administrativa, y desde el encierro político de un sector que prometió liderar el país desde una composición diversa y plural que en realidad jamás le importó.

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La mala hora de Petro

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05.02.2024

El gobierno Petro pasa por uno de sus momentos más difíciles y el país entero lo sabe, incluso sus más radicales defensores. El único que no parece entender la compleja hora que atraviesa el gobierno es el propio presidente, quien insiste en buscar culpables y mostrarse como un incomprendido y un perseguido.

Cuando el presidente más debería buscar el diálogo y asegurar una gobernabilidad estable para su programa, más insiste en encerrarse y liderar un gobierno solitario. Y esto configura exactamente lo contrario a lo que con esperanza pronosticaban quienes hace dos años impulsaban su campaña, con el argumento de que sería un gobierno reformista y de una coalición interpartidista. Los tiempos en la política son sagrados y el presidente ha tomado la poco recomendable decisión de desperdiciarlo entre peleas y búsqueda de culpables. Descuidando el recurso limitado más valioso de un turno en el poder, Petro ha perdido la mitad más importante de su mandato sin progresos satisfactorios en el cumplimiento de la agenda que........

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