Escribo esta columna pocas horas después de la entrega de resultados de las elecciones regionales de este domingo. Son muchas las conclusiones que pueden derivarse al analizar los resultados, por lo cual en esta oportunidad me concentraré en una sola: el mensaje que los ciudadanos del país entero enviaron desde las urnas al gobierno nacional.
Si en 2022 el país votó por un cambio, en 2023 la ciudadanía se pronunció para llamar al orden y pedir la atención del Gobierno Nacional, luego de tantos excesos y errores cometidos en el nombre de ese cambio. Porque las transformaciones, incluso las más urgentes y necesarias, no pueden significar un cheque en blanco para los excesos de los gobiernos. Como resultado de tantas polémicas y peleas innecesarias por parte del Gobierno Nacional, así como del preocupante descuido de la seguridad nacional, las encuestas desde hace meses han dejado claro un creciente descontento, que el gobierno debería analizar con cautela. Este descontento fue ratificado ante las urnas, y si bien algunos dirigentes insisten en no creer lo que dicen las encuestas, lo que dicen las urnas es contundente y no puede ser desconocido.
El presidente Petro recibió los resultados con un discurso sensato. Ahora es necesario esperar que le cumpla a sus propias palabras en su relación con los gobiernos elegidos de manera democrática, aun cuando se trata de líderes con visiones muy diferentes a la suya. El triunfo de los nuevos alcaldes de ciudades como Cali, Medellín, Bogotá y Barranquilla debe mandar un mensaje ineludible sobre la importancia de proteger la autonomía de las regiones, y de la necesaria prudencia que el gobierno nacional debe guardar frente al deseo de cada municipio y departamento sobre su propio futuro. Atrás debe quedar la disputa del gobierno por controlar lo que ocurre en las ciudades.
El presidente Petro ha decidido dar más peleas de las necesarias, y una de ellas ha sido frente a la autonomía administrativa de las ciudades y sus gobiernos locales. El caso del metro de Bogotá, donde el presidente ha buscado de todas las maneras frenar el proyecto en curso y volver a comenzar con un metro de su preferencia, es el mejor ejemplo de estas peleas llenas de desgaste e innecesarias para el país. Incluso, poco antes de las elecciones, el presidente propuso un plebiscito para escoger el futuro del metro. Ojalá entienda que las elecciones del domingo fueron precisamente ese plebiscito y que la respuesta ciudadana fue contundente.
El mensaje de los territorios a la Nación fue innegable. En la disputa por las más importantes alcaldías y gobernaciones, el partido de gobierno sufrió derrotas muy significativas y sus victorias fueron realmente pocas. Ni siquiera sus cálculos de arrasar en los concejos y asambleas se cumplieron en la jornada electoral. Por otra parte, sus aliados perdieron el control de ciudades como Cali y Medellín, mientras sus planes de crecer políticamente en ciudades como Bogotá y Barranquilla se vieron también frustradas. A partir de enero de 2023, Colombia bien podría ver la consolidación de un bloque de alcaldes y gobernadores con una mayor capacidad de organizarse frente al gobierno nacional y defender los intereses de cada una de sus regiones.
No podemos olvidar una de las conclusiones más importantes de esta jornada: a estas alturas, lo visto este domingo es apenas un primer vistazo del giro que Colombia daría en 2026. Esperemos que el giro de ese año sea también un giro moderado y sin caer en los extremos que tanto daño hacen y que tanta capacidad tienen de dividir a una sociedad.
Posdata: felicitaciones al alcalde electo de Cali, Alejandro Eder. Espero que en su gobierno Cali pueda retomar un rumbo de progreso y seguridad para sus habitantes, y de decencia de parte de sus líderes.
@fernandoposada_
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