Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez coinciden en pocos temas: uno es que el próximo sexenio sea de cambios; Claudia ofrece avanzar en las tendencias sentadas por la 4T para mejorar sustancialmente las condiciones sociales del país y Xóchitl, moviéndose sin una ideología propia entre el PRI y el PAN, habla de promover ¿qué cosa?

Ambas aspirantes también coinciden en la necesidad de otorgar apoyos económicos a sectores que viven en pobreza, pero sólo Sheinbaum relaciona las desigualdades múltiples que padecemos como causantes de bajas inversiones, bajo crecimiento, malos salarios y pobreza, como vimos la semana pasada en este espacio.

El discurso de Gálvez sólo reconoce la pobreza, pero evade la desigualdad como tema económico, político o social.

Otra diferencia sustancial entre las dos aspirantes es por la dirección que debieran seguir las políticas públicas: una iría “por el bien de todos, primero los pobres” y la otra por la lógica del libre mercado y del dinero.

En los hechos, ni la primera vía supone abstraerse de la lógica del mercado, y la segunda puede minimizar, pero no puede negar ni la injusticia social que representa un 60 por ciento de pobres, ni el lastre que esa población representa para el desarrollo de los mercados.

No es un énfasis lo que distingue a una y otra perspectivas, sino la consideración de impulsar el crecimiento económico desde abajo, fortaleciendo la capacidad de consumo de la mayoría, o hacerlo por arriba, mediante subsidios y prebendas a las empresas.

“Primero los pobres” incide en el fortalecimiento del mercado interno como factor clave de estímulo a las inversiones privadas y al crecimiento del empleo y los salarios. Algún efecto se siente ya.

Según datos del Inegi, durante el tercer trimestre del año pasado, la inversión pública avanzó 24.7 y la privada, 25.6 por ciento a tasa anual, lo que eleva el índice general a 25.5 por ciento de un 22 por ciento histórico.

Ya vivimos desde el sexenio de Miguel de la Madrid hasta Peña Nieto el énfasis de la política pública en favorecer las utilidades de grandes empresas: durante esos 35 años vimos la privatización de bienes y servicios públicos, como la educación, las cárceles o las carreteras, y también de actividades estratégicas para la soberanía como la generación de energía y la administración del ahorro y crédito nacional, que convirtió a nuestro país en el único en el mundo cuyo ahorro interno está en manos de bancos transnacionales.

La corrupción jugó un papel central en esos procesos privatizadores; el patrimonio nacional no solamente perdió activos -algunos esenciales- sino que la corrupción del proceso generó inmensas fortunas -y poder- en pocas familias.

Cierto, la corrupción sigue presente; lo que revela Sanjuana Martínez que hubo detrás de la huelga y desaparición de Notimex le hace más daño a la credibilidad del combate a la corrupción desde arriba de la escalera, que cualquier otro escándalo, con la excepción de la excusa de López Obrador a Ignacio Ovalle por el desfalco de Segalmex.

Quizás la única diferencia de este sexenio en lo que hace a la corrupción, es que se ha dispuesto del presupuesto para asignar contratos de obras mediante tráfico de influencias, aunque no se han rematado bienes nacionales para enriquecer algunas familias y políticos.

Tienen razón Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez; el próximo sexenio tendrá que ser de cambios, y si como todo hace suponer, Claudia será la próxima presidenta, tendrá que hacer más que tenderle un “segundo piso” a la trayectoria avanzada durante la administración de López Obrador y afrontar con mayor eficacia los rezagos en cuatro materias cruciales: corrupción, inseguridad, justicia y salud.

QOSHE - No basta un segundo piso a la 4T - Guillermo Knochenhauer
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No basta un segundo piso a la 4T

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11.01.2024

Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez coinciden en pocos temas: uno es que el próximo sexenio sea de cambios; Claudia ofrece avanzar en las tendencias sentadas por la 4T para mejorar sustancialmente las condiciones sociales del país y Xóchitl, moviéndose sin una ideología propia entre el PRI y el PAN, habla de promover ¿qué cosa?

Ambas aspirantes también coinciden en la necesidad de otorgar apoyos económicos a sectores que viven en pobreza, pero sólo Sheinbaum relaciona las desigualdades múltiples que padecemos como causantes de bajas inversiones, bajo crecimiento, malos salarios y pobreza, como vimos la semana pasada en este espacio.

El discurso de Gálvez sólo reconoce la pobreza, pero evade la desigualdad como tema económico, político o social.

Otra diferencia sustancial entre las dos aspirantes es por la dirección que debieran seguir las políticas públicas: una iría “por el bien de todos, primero los pobres”........

© El Financiero


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