Aunque faltan muchas elecciones primarias, tanto Joe Biden como Donald Trump cuentan con el número de delegados suficiente para ser nominados. Dado que muchos, dentro de sus respectivos partidos, no están de acuerdo con esas candidaturas, se especula que algún grupo de funcionarios electos o de grandes donantes podría alentar una rebelión durante las convenciones en el verano.

Eso es una fantasía. Quien lo intentara sería visto como golpista y elitista. En ambos casos es evidente que no hay otros aspirantes competitivos. Biden cuenta con una base sólida, a la que no le importan sus crecientes debilidades seniles, mientras que los seguidores de Donald no se han conmovido con las graves acusaciones que se le hacen. Los dos tienen el control de sus dirigencias partidarias.

Lo que si es posible es que algunos de los que sienten limitadas sus opciones acaben votando por un tercer partido o por un candidato independiente.

Desde el siglo XIX, el sistema político estadounidense ha sido dominado por el bipartidismo y la población respalda ese arreglo porque le ha dado estabilidad. Hay suficiente pluralidad dentro de los dos grandes partidos para que diferentes corrientes se manifiesten y se coaliguen.

Como no hay representación proporcional, los terceros partidos no pueden crecer. Demócratas y republicanos se han encargado de poner obstáculos para que sea muy complicado y costoso lanzar candidaturas independientes.

Aunque rara vez logran hacerse visibles, siempre participan otros partidos y se presentan muchos independientes. No por eso dejan de ser influyentes. Muchos hacen su campaña en torno a causas importantes, que llaman la atención de los ciudadanos y por eso acaban convirtiéndose en bandera de los partidos grandes. Así se logró avanzar en el sufragio femenino, el trabajo infantil, la contaminación industrial y la transparencia gubernamental.

Cuando la contienda presidencial está muy cerrada, como ha sido común (y es probable que ésta lo sea), unos cuantos miles de votos que se lleve otro candidato en los estados clave pueden ser decisivos.

Hay partidos testimoniales, que se presentan cada cuatro años, como los Verdes y los Libertarios. Tienen una clientela fiel y de vez en cuando consiguen un candidato atractivo.

Entre los independientes notables este año está Cornel West, un académico (Harvard, Yale, Princeton) de izquierda, gran polemista, muy conocido por presentarse frecuentemente en programas de debate, por vestir siempre trajes de tres piezas y por transportarse en un Cadillac. Le restaría votos de los negros progresistas a Biden, a quien califica de neoliberal y criminal de guerra.

Quien más expectativas ha levantado, sobre todo entre los jóvenes, es Robert F. Kennedy Jr., un prestigiado académico (Pace University) y defensor del medio ambiente, que lleva décadas sosteniendo litigios contra las empresas contaminadoras del río Hudson. Demócrata de toda la vida (aunque simpatizante de Trump en 2016), participó con poco éxito en las primarias antes de declararse independiente.

Sostiene teorías conspirativas y fue férreo opositor a la vacuna contra el covid, lo que podría atraerle votos republicanos.

Está casado con Cheryl Hines, actriz de televisión muy popular. El día 26 anunciará a su compañero de fórmula. Podría ser el exluchador y exgobernador de Minnesota, Jessy Ventura, o el quarterback de los Jets de Nueva York, Aaron Rodgers. Considero que escogerá a Nicole Shanahan, abogada ambientalista como él. Ella aportó cuatro de los siete millones de dólares que costó el spot de Kennedy en el Super Bowl. Cheryl y Nicole le podrían arrancar voto femenino a Biden.

Está también No labels (Sin etiquetas), una organización que dice combatir la polarización y favorecer el centrismo. Se proponen gastar 70 millones de dólares para registrar una fórmula bipartidista (el presidente de un partido y el vicepresidente del otro) en los 50 estados. Como no son un partido, no declaran sus gastos de campaña y se desconoce la identidad de sus donantes. Aún no encuentran candidato.

Con la actual correlación de fuerzas entre Biden y Trump, si alguno de los independientes lograra obtener cerca de 20% del voto popular, probablemente el ganador no alcanzaría 40% y llegaría con la legitimidad muy mermada.

Otro escenario, remoto en este momento: si ninguno de los dos candidatos punteros consigue 270 votos electorales, la Cámara de Representantes elegiría presidente entre los tres con más votos electorales. Si un tercer candidato hubiera obtenido 34% del voto popular, se vería obligada a llevarlo a la Casa Blanca. Es lo que sueñan los que quieren a Kennedy.

QOSHE - Mal tercio - Alejandro Gil Recasens
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Mal tercio

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20.03.2024

Aunque faltan muchas elecciones primarias, tanto Joe Biden como Donald Trump cuentan con el número de delegados suficiente para ser nominados. Dado que muchos, dentro de sus respectivos partidos, no están de acuerdo con esas candidaturas, se especula que algún grupo de funcionarios electos o de grandes donantes podría alentar una rebelión durante las convenciones en el verano.

Eso es una fantasía. Quien lo intentara sería visto como golpista y elitista. En ambos casos es evidente que no hay otros aspirantes competitivos. Biden cuenta con una base sólida, a la que no le importan sus crecientes debilidades seniles, mientras que los seguidores de Donald no se han conmovido con las graves acusaciones que se le hacen. Los dos tienen el control de sus dirigencias partidarias.

Lo que si es posible es que algunos de los que sienten limitadas sus opciones acaben votando por un tercer partido o por un candidato independiente.

Desde el siglo XIX, el sistema político estadounidense ha sido dominado por el bipartidismo y la población respalda ese arreglo porque le ha dado estabilidad. Hay suficiente pluralidad dentro de los dos grandes partidos para que........

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