Nadie pone en duda en este país que la Universidad Nacional es el alma máter por excelencia y que la calidad de sus egresados es honra de la educación pública desde su fundación, en 1867.

En ocasiones, cuando la tranquilidad del sector que ocupa la U. N. se trastorna por un plantón motivado en una fecha memorable, los bogotanos asumen el episodio como algo no extremo y se desvían por un atajo. Máximo, dicen: “¡Puaf!: los muchachos”. Es porque están seguros de que la mayoría del tiempo esa ciudad blanca vive clavada en sus textos, inmersa en las investigaciones, las asignaturas, los coloquios, los laboratorios, las clínicas veterinarias, odontológicas, cardiacas, etc. Y de que aquello es un hervidero, en el que sus habituales, si acaso no salen a la ciudad, no la echan de menos, pues se la pasan levantando edificios de cartón para sus tareas, templando las cuerdas de sus instrumentos, calculando la resistencia de materiales para el borrador de un viaducto, etc. Ahí está, pues, percibida desde afuera en silencio, La Nacho, la Ciudad Blanca, la Ciudad Universitaria, con edificios patrimoniales, plazas inmensas, restaurantes, canchas y parajes secretos para la confidencia. Y en el resto del país, nueve sedes, cuatro de ellas en las fronteras: la Amazonia, el Caribe, la Orinoquía y Tumaco; y Medellín, Palmira y Manizales. A la U. llegan, gratuitamente, en cantidades por todas las facultades, conferencistas, teatreros, películas, yoguis, etc. Presentarse allí en auditorios ávidos enriquece la hoja de vida. ¿Habrá algo que no se acometa en un campus inmenso de 57.058 estudiantes y 3.002 profesores, aparte de centenares de trabajadores internos?

Pero no todo es felicidad: ¿si en 1998 tenía 30.508 estudiantes y 2.740 profesores, es justo que hoy tenga 57.058 estudiantes y apenas 3.002 profesores?. Casi se duplicaron los estudiantes, mientras que el profesorado se incrementó apenas un 12,5 %. La U. N. tiene solo un 30 % de población femenina en todos sus estamentos, y entre los diez candidatos a la rectoría no hay una sola mujer. Una vergüenza con la vocación de modernidad de la U. Además, muchas de sus construcciones están desvencijadas, con pisos rotos y goteras. Esta precarización es producto de la desidia presupuestal de sucesivos gobiernos y obvio que demerita la optimización académica, teniendo los profesores que esforzarse el triple en el logro del saber, lo que obliga a la U. N. a privatizar algunas áreas del conocimiento, dándole un toque de capitalismo educativo que recorta su misionalidad. A lo Milei, mejor dicho.

Mañana, 12 de marzo, habrá elecciones de rector por parte de los estamentos estudiantiles, docentes y laborales. Pero quien gane no necesariamente será el rector, pues allí quien vota no elige, un rasgo confesional de la U. N. El único entre los 10 candidatos a ser rector que ha dicho no a esa entelequia es Leopoldo Múnera. Él es quien cuenta, además, con un programa que tiene como prioritarias estas y otras urgencias —gratuidad, crisis climática, igualdad de género, trato digno a personas en condición de discapacidad o capacidades neurodiversas, alimentación estudiantil, creación del hospital universitario—, aparte de robustecer la democracia interna que la U. ha visto disminuida.

Muchos me han dicho que, en reuniones calificadas, todo el mundo está pendiente de que Leopoldo Múnera Ruiz pida la palabra.

QOSHE - U. N.: Leopoldo Múnera Ruiz - Lisandro Duque Naranjo
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U. N.: Leopoldo Múnera Ruiz

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11.03.2024

Nadie pone en duda en este país que la Universidad Nacional es el alma máter por excelencia y que la calidad de sus egresados es honra de la educación pública desde su fundación, en 1867.

En ocasiones, cuando la tranquilidad del sector que ocupa la U. N. se trastorna por un plantón motivado en una fecha memorable, los bogotanos asumen el episodio como algo no extremo y se desvían por un atajo. Máximo, dicen: “¡Puaf!: los muchachos”. Es porque están seguros de que la mayoría del tiempo esa ciudad blanca vive clavada en sus textos, inmersa en las investigaciones, las asignaturas, los coloquios, los laboratorios, las clínicas veterinarias, odontológicas, cardiacas, etc. Y de que aquello es un hervidero, en el que sus habituales, si acaso no salen a la ciudad, no la echan de menos, pues se la pasan levantando edificios de........

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