Estamos en una temporada de lamentaciones y de convertir a las redes sociales en chivos expiatorios, en especial a TikTok, en la que muchos estadounidenses y políticos no se dan cuenta de que dos cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo: las redes sociales pueden tener una influencia muy grande y a veces perniciosa en la sociedad y los legisladores pueden utilizarlas injustamente como una excusa para desviar críticas legítimas.

¿La insatisfacción de los jóvenes con la política estadounidense sobre la guerra en la Franja de Gaza es abrumadora? Debe ser porque reciben la “perspectiva del mundo en TikTok”, al menos según el senador demócrata John Fetterman, quien tiene una firme postura pro-Israel.

Hay republicanos que comparten esta actitud. “A nadie le sorprendería que TikTok y sus dueños chinos estén promoviendo contenido pro-Hamás”, comentó la senadora Marsha Blackburn. Otro senador republicano, Josh Hawley, calificó a TikTok de “proveedor de virulentas mentiras antisemitas”.

¿Los consumidores están insatisfechos con la economía? Sin duda que es TikTok de nuevo y algunos expertos arguyen que el sentimiento lúgubre de los consumidores es una mera “vibracesión”, es decir, sentimientos que se alimentan de la negatividad en las redes sociales más que de los efectos reales de la inflación, el costo de la vivienda, etc. Algunos culpan a fenómenos en línea como los vídeos virales de TikTok de la “Depresión silenciosa” que comparan la economía actual con la de los años treinta, afirmando falsamente que entonces las cosas eran más fáciles.

No es ningún secreto que las redes sociales pueden difundir contenido engañoso e incluso nocivo, debido a que su modelo de negocio depende del aumento del involucramiento, por lo tanto, a menudo amplifica contenido incendiario (¡que es muy atractivo!) y hay pocas o ninguna restricción que permita la veracidad. Y, en efecto, TikTok, cuya empresa matriz tiene su sede en Pekín y que domina cada vez más los flujos mundiales de información, debería generar más preocupación. Ya en 2012, una investigación que publicaron en Nature unos científicos de Facebook mostró cómo las empresas pueden alterar con facilidad y sigilo el comportamiento en la vida real, como la participación en las elecciones.

Sin embargo, eso no convierte automáticamente a las redes sociales en las únicas culpables de que la gente dé opiniones que no les convengan a quienes están en el poder. Aunque las comparaciones con los horrores de la Gran Depresión pueden estar muy lejos de la realidad, los jóvenes enfrentan enormes desafíos económicos ahora y esa es su verdad, aunque esté mal su comprensión de lo ocurrido hace un siglo. Los precios de las viviendas y las tasas hipotecarias son altas y las rentas, menos asequibles, la inflación renaciente superó los salarios hasta hace poco, los alimentos se han vuelto mucho más caros y las trayectorias profesionales son mucho menos seguras.

Del mismo modo, debido a los estimados creíbles de las numerosas bajas infligidas entre los palestinos —alrededor del 40 por ciento de los cuales son niños— a causa de la campaña israelí de bombardeos por más de un mes, ¿tal vez esté justificado que una población joven más comprometida sea crítica con el apoyo del presidente Joe Biden al gobierno de Benjamín Netanyahu? Incluso los propios estimados del Ejército israelí apuntan a miles de civiles asesinados y hay muchos videos desgarradores de Gaza que muestran a familias enteras aniquiladas. Al mismo tiempo, de acuerdo con el Comité para la Protección de los Periodistas, al menos 69 periodistas y trabajadores de los medios de comunicación se encuentran entre la gente asesinada durante la guerra; Israel bloquea el acceso a todos los periodistas extranjeros menos a unos pocos fijos que están bajo su control. (Egipto hace lo mismo) En esos momentos, las redes sociales pueden servir para eludir la censura y el silencio.

¿Por qué no sabemos más sobre la verdadera influencia de TikTok, YouTube o Facebook? Porque eso requiere el tipo de investigación independiente que es cara y posible solo con la cooperación de las propias plataformas, las cuales poseen muchos datos clave que no vemos sobre la difusión y el impacto de ese contenido. Es como si las tabacaleras recopilaran en privado las tasas de cáncer de pulmón del país o las automotrices acaparen las estadísticas sobre la calidad del aire.

Por ejemplo, hay argumentos sólidos para afirmar que las redes sociales han sido perjudiciales para el bienestar de los adolescentes, en especial de las niñas. El porcentaje de chicas de entre 12 y 17 años que sufrieron un episodio depresivo grave había sido estable hasta 2011, cuando los teléfonos inteligentes y las redes sociales se hicieron más comunes, y luego aumentó más del doble en la década siguiente. Las hospitalizaciones por problemas de salud mental pediátrica entre las niñas también incrementaron de manera considerable desde 2009. Las calificaciones de los exámenes de lectura, matemáticas y ciencias a nivel mundial también cayeron en picada más o menos en esa época.

La multitud de estos hallazgos es muy sugerente. Sin embargo, ¿es un cambio histórico que se iba a producir de todos modos, incluso sin teléfonos inteligentes ni redes sociales? ¿O las redes sociales son la causa fundamental? A pesar de que algunos valientes investigadores intentan desentrañar este asunto, la afirmación se sigue cuestionando en parte porque carecemos del tipo adecuado de investigación con acceso a los datos.

Y la falta de conocimiento más preciso sin duda impide actuar. Tal y como están las cosas, las grandes empresas tecnológicas pueden oponerse a las peticiones de regulación bajo el argumento de que en realidad no sabemos si las redes sociales son perjudiciales de verdad en el sentido que se afirma, un tipo conveniente de desconsideración, pues ayudaron a garantizar este resultado.

Mientras tanto, los políticos alternan entre utilizar las herramientas en su beneficio o apresurarse a culparlas, pero sin aprobar una legislación significativa.

En 2008 y 2012, a Facebook y los macrodatos se les dio el crédito de haber ayudado a Barack Obama a ganar las elecciones presidenciales. Tras su reelección en 2012, escribí un artículo en el que pedía normativas que exigieran transparencia y entendimiento y me preocupaba si “estos nuevos métodos son más eficaces para manipular a la gente”. Concluí: “Debería preocuparte, aunque tu candidato sea —por el momento— mejor usando estos métodos”. Sin embargo, en aquel entonces, los demócratas no estuvieron de acuerdo en absoluto. El director de datos de Obama for America respondió que inquietudes como la mía eran “un montón de tonterías”. No se aprobó ninguna normativa significativa.

La actitud cambió después de 2016, cuando parecía que mucha gente solo quería hablar de redes sociales. No obstante, las redes sociales nunca han sido una varita mágica que funcione en un vacío; su poder se amplifica cuando toca fibras sensibles de las propias experiencias e ideologías presentes en la gente. La ajustada victoria de Donald Trump tal vez haya sido sorprendente, pero no ocurrió solo porque las redes sociales embaucaron a la gente.

Ahora que nos acercamos a las elecciones de 2024, de cierto modo, parece que poco ha cambiado desde la victoria de Obama en 2008, las primeras elecciones apodadas las “Elecciones de Facebook”. Seguimos debatiendo sobre la desinformación viral, las noticias falsas y la intromisión electoral, pero todavía no hay una legislación significativa que responda a los desafíos que producen el internet y las redes sociales y que busque aportar transparencia, supervisión o rendición de cuentas. Solo basta con agregar contenido realista generado con inteligencia artificial, un nuevo acontecimiento y el ascenso de TikTok y estamos listos para 2024; si Trump gana la nominación republicana, como parece probable, solo habrá que actualizar el nombre de un candidato desde 2016.

¿Necesitamos supervisión y regulación adecuadas de las redes sociales? Claro que sí. ¿Necesitamos encontrar mecanismos más eficaces para contrarrestar las mentiras dañinas y el discurso del odio? Por supuesto. Sin embargo, solo puedo concluir que, a pesar de la acalorada retórica bipartidista de la culpabilización, usar a las redes sociales como chivo expiatorio es más conveniente para los políticos que convertir su enojo compartido en una legislación sensata.

Preocuparse por la influencia de las redes sociales no es un mero pánico moral ni criticar lo que dicen “los niños de ahora”. Sin embargo, hasta que los políticos y las instituciones no analicen a fondo la influencia de las redes sociales e intenten encontrar modos de regularlas, así como de abordar fuentes de descontento más amplias, culpar a TikTok tan solo equivale a ruido.

(c) The New York Times.

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Aparta la mirada, elude responsabilidades y solo culpa a TikTok

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03.01.2024

Estamos en una temporada de lamentaciones y de convertir a las redes sociales en chivos expiatorios, en especial a TikTok, en la que muchos estadounidenses y políticos no se dan cuenta de que dos cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo: las redes sociales pueden tener una influencia muy grande y a veces perniciosa en la sociedad y los legisladores pueden utilizarlas injustamente como una excusa para desviar críticas legítimas.

¿La insatisfacción de los jóvenes con la política estadounidense sobre la guerra en la Franja de Gaza es abrumadora? Debe ser porque reciben la “perspectiva del mundo en TikTok”, al menos según el senador demócrata John Fetterman, quien tiene una firme postura pro-Israel.

Hay republicanos que comparten esta actitud. “A nadie le sorprendería que TikTok y sus dueños chinos estén promoviendo contenido pro-Hamás”, comentó la senadora Marsha Blackburn. Otro senador republicano, Josh Hawley, calificó a TikTok de “proveedor de virulentas mentiras antisemitas”.

¿Los consumidores están insatisfechos con la economía? Sin duda que es TikTok de nuevo y algunos expertos arguyen que el sentimiento lúgubre de los consumidores es una mera “vibracesión”, es decir, sentimientos que se alimentan de la negatividad en las redes sociales más que de los efectos reales de la inflación, el costo de la vivienda, etc. Algunos culpan a fenómenos en línea como los vídeos virales de TikTok de la “Depresión silenciosa” que comparan la economía actual con la de los años treinta, afirmando falsamente que entonces las cosas eran más fáciles.

No es ningún secreto que las redes sociales pueden difundir contenido engañoso e incluso nocivo, debido a que su modelo de negocio depende del aumento del involucramiento, por lo tanto, a menudo amplifica contenido incendiario (¡que es muy atractivo!) y hay pocas o ninguna restricción que permita la veracidad. Y, en efecto, TikTok, cuya empresa matriz tiene su sede en Pekín y que domina cada vez más los flujos mundiales de información, debería generar más preocupación. Ya en 2012, una investigación que publicaron en Nature unos científicos de Facebook mostró cómo las empresas pueden alterar con facilidad y sigilo el........

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