Uno de los aspectos más fascinantes de la informalidad en las ciudades es su riqueza visual, sea la que proviene del desorden ordenado de las ventas callejeras, dispuestas a salir corriendo y reubicarse cuando pasa la policía, o el de las construcciones siempre inacabadas de los barrios informales que conforman más de la mitad del espacio urbano. La ciudad viviente es orgánica, palpitante, intensa y, a menudo, es cierto, insegura, pero tal vez porque no entendemos que es el hábitat de cientos de miles de humanos extremadamente diferentes, cada uno con sus urgencias, sueños y necesidades, gente que se interconecta en numerosas redes de sentido que no son mutuamente inteligibles porque si algo tiene ese hábitat humano es complejidad.

Para Thomas Heatherwick, diseñador, autor de innumerables apuestas escultóricas como The Vessel, en Nueva York, o el edificio de Google en San Diego, o los nuevos buses rojos de dos pisos de Londres (si, hasta esos buses evolucionan), recuperar la complejidad de las obras humanas es indispensable para recuperar el sentido de la existencia. El hastío viene de ciudades hechas para humanos hastiados, por humanos hastiados… o por hábiles mercaderes que han sabido convencernos de que bienestar es sinónimo de aburrimiento, confundiendo paz con abulia.

Nutrir el cerebro y estimular los sentidos es esencial para afrontar los retos adaptativos de la crisis climática, es cierto, pero más allá del ejercicio básico de supervivencia al que siempre estaremos abocados como especie, queremos defender el carácter fundamental de la cultura como esencia del goce humano, del sentido de la existencia. Ninguna otra especie parece tener esa perspectiva del disfrute de la vida, por más que Martha Nussbaum insista en que la voluntad de vivir es igual en todos los animales, incluidos nosotros, y que por ello toda depredación es inmoral. Vaya usted a darle tofu a las babillas, o a convencer a las avispas cazadoras de arañas de firmar un tratado de paz con ellas para emprender juntas en la industria textil.

El hábitat humano necesita ser rediseñado para acoger la biodiversidad que le hemos robado al territorio directa e indirectamente con nuestra expansión, y, donde no sea posible, para gestionar la creación de nuevos espacios en los cuales pueda persistir la flora y la fauna a largo plazo, como en los casos en que se plantea una asociación clara con áreas protegidas a cargo de los presupuestos y capacidades administrativas de las ciudades. Barranquilla comienza a entenderlo y rediseña su relación con el río y el mar, y revisa, al menos parcialmente, la conexión entre diversos actores de la vida urbana, aunque hay camino por recorrer en la construcción de equidad social: en las llamadas “biodiverciudades” no se rediseñan los territorios para reforzar soterradamente el racismo, el clasismo o la vulnerabilidad de las mujeres, fenómenos que subyacen a la espantosa clasificación que se ha hecho de la gente en estratos.

Humanise es un manifiesto renacentista a la vez que modernista y ciborg: reconoce que el vigor del pensamiento se nutre de las pasiones y viceversa. Como Humboldt siempre lo planteó, no es la eficiencia la que debe guiar la aventura humana (mucho menos la codicia), es la belleza, que, por subjetiva que sea, siempre será la cualidad más genuina de nuestra especie. Y reconociendo que en aquello que llamamos naturaleza casi nunca hay líneas rectas, deberíamos promover todo lo chueco como signo de una nueva era.

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Humanise: la reevolución del diseño

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11.04.2024

Uno de los aspectos más fascinantes de la informalidad en las ciudades es su riqueza visual, sea la que proviene del desorden ordenado de las ventas callejeras, dispuestas a salir corriendo y reubicarse cuando pasa la policía, o el de las construcciones siempre inacabadas de los barrios informales que conforman más de la mitad del espacio urbano. La ciudad viviente es orgánica, palpitante, intensa y, a menudo, es cierto, insegura, pero tal vez porque no entendemos que es el hábitat de cientos de miles de humanos extremadamente diferentes, cada uno con sus urgencias, sueños y necesidades, gente que se interconecta en numerosas redes de sentido que no son mutuamente inteligibles porque si algo tiene ese hábitat humano es complejidad.

Para Thomas Heatherwick, diseñador, autor de innumerables apuestas escultóricas como The Vessel, en Nueva York, o el edificio de........

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