Por la calle de mi casa corrían carros de fuego. En el número cinco de calle Nueva bajaban lavadoras tiradas por los osados muchachos que competían por la mayor animalada. Como si pasara un tren de mercancías, solo se veían las chispas que producía la fricción del hierro con el piche. Ni TikTok ni Inteligencia Artificial, aquello era pura magia para todos los que asistíamos maravillados a semejante barbaridad. Daba lo mismo la edad o la condición social, siempre que tuvieras el valor suficiente podías participar en un espectáculo capaz de entretener a cualquiera. Bañeras, puertas de coches, neveras y escaleras que eran arrastradas por los ávidos pilotos que querían llegar hasta la Plaza del Charco. Es verdad que en Icod de los Vinos jugaban en otra liga con las tablas, pero esto también era de Champion League. El 29 de noviembre salíamos como un ejército de espartanos en busca de los persas. Alambres atados a maderas largas para anclar toda la chatarrería que era desplazada sin ningún tipo de inconveniente por la carretera más cercana. Se permitía cualquier cosa en una época donde San Andrés se celebraba con la pasión de Baco. Llegué a ver un pandereta que tenía atado a la defensa parte de un coche y veinte latas de pintura blanca. Ni una multa le pusieron por recorrer cuatro kilómetros echando chispas y deleitando a todo el barrio con esa banda sonora que rememora nuestra niñez. Ya no se corren lavadoras. Y menos mal. Es cierto que hoy en día la tradición de correr el cacharro se ha sofisticado y sosegado, aplicándose en estos tiempos una mesura necesaria que evita las burradas de antaño. Cacharros más pequeños, pero más originales, verdaderas obras de arte que dibujan un bonito paisaje en las plazas y centros neurálgicos de los municipios. Con San Andrés hacemos pueblo, comunidad y generamos unos lazos de convivencia fundamentales en una sociedad que camina con excesiva prisa y sin mirar atrás. Es el momento de la tranquilidad y de compartir un rato agradable con los nuestros. Y, sin duda, es una fiesta que se ha sabido conservar gracias a la dedicación de las asociaciones vecinales y comisiones de fiestas de municipios como Puerto de la Cruz, La Orotava o Icod de los Vinos, donde sus ayuntamientos han realizado una labor excelente. Además, la mayoría de colegios han participado de forma muy acertada en el mantenimiento de una costumbre que se remonta a los bodegueros de antaño, que, en estas fechas, arrastraban los toneles por las calles para llevarlos hasta el mar y allí lavarlos para almacenar la nueva cosecha. Se dice también que la tradición de correr cacharros tenía como función producir ruido para ahuyentar a la langosta o a las brujas, más si cabe en una tierra donde la superstición tuvo siempre un papel predominante. No obstante, sea cual sea su origen, es una de las tradiciones más bonitas que conservamos y que debemos seguir cuidando. Una cuarta de vino, castañas y un buen cherne nunca pasan de moda. ¡Viva San Andrés!

@luisfeblesc

QOSHE - Ya no corren lavadoras - Luis F. Febles
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Ya no corren lavadoras

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01.12.2023

Por la calle de mi casa corrían carros de fuego. En el número cinco de calle Nueva bajaban lavadoras tiradas por los osados muchachos que competían por la mayor animalada. Como si pasara un tren de mercancías, solo se veían las chispas que producía la fricción del hierro con el piche. Ni TikTok ni Inteligencia Artificial, aquello era pura magia para todos los que asistíamos maravillados a semejante barbaridad. Daba lo mismo la edad o la condición social, siempre que tuvieras el valor suficiente podías participar en un espectáculo capaz de entretener a cualquiera. Bañeras, puertas de coches, neveras y escaleras que eran arrastradas por los ávidos pilotos que querían llegar hasta la Plaza del Charco. Es verdad que en Icod de los Vinos........

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