Los voceros del oficialismo tratan de vendernos algo parecido a una explicación medio tranquilizadora que hoy desmontaremos. Los pobres han dedicado los últimos días a contarnos que todo iba bien hasta que saltó la foto con Junqueras y que entonces Puigdemont se mosqueó. Sin embargo, la simpleza de ese cuento no encaja con los hechos. Vamos a despejarlo rápido antes de pasar a lo interesante…

Es probable que debamos hacer este ejercicio más veces. Nos ha tocado vivir una época que pone a prueba la fibra ética de cada uno. Y eso implica defender la verdad factual, la importancia de la memoria, los significados de cada palabra y, también, el desmontaje de los relatos diseñados desde el poder para manipular e imponer el conformismo ciudadano. En este caso, la tarea es sencilla.

El argumento del “ataque de celos” en Waterloo tiene, como deben tener los productos propagandísticos, un ingrediente cercano a la verdad. Un lubricante para el engaño. Es cierto que la competición entre Junts y ERC actúa como un factor condicionante en toda la dinámica política actual. Y también lo es que las elecciones catalanas previstas para el año que viene exacerbarán esa tensión.

Ahora bien, esa narración emitida desde las terminales sanchistas tiene también su otra cara de la luna. Conlleva la intención de que el público asuma un reparto de roles que no se corresponde con las posiciones políticas de los distintos actores.

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Es Sánchez quien necesita a Puigdemont y no a la inversa. Comprender esa relación de dependencia resulta determinante para entender lo que está ocurriendo y lo que no dejará de pasar.

Explica por qué el presidente no tiene autonomía política, por qué el rango de acción de Junqueras es mucho menor y por qué el expresident desea que la investidura parezca en el alero durante una porción de tiempo suficiente para sus intereses objetivos y subjetivos.

El socialista carece de alternativa, todo lo que no sea tragar implica finar. El republicano no puede salirse de la dinámica de cooperación. Pero el de Junts solo puede beneficiarse exprimiendo y exprimiendo su posición de dominación. Es lo que está haciendo.

Por un lado, están los réditos políticos. Le resulta tan necesario a Sánchez que ni siquiera tiene que respetar los cauces de una negociación civilizada.

Está en eso desde que lo puso todo en pausa. Una vez que tenía en el zurrón todo lo negociado, apretó un poco más. Espero. Y, cuando Sánchez pasó el punto de no retorno en el comité federal, añadió un puñado de demandas más.

Con mucha frecuencia, los distintos pliegues del alma humana palpitan en las estrategias que terminan aplicándose y afectándonos a todos

Esa trampa, que viene resaltada con letra negrita en el primer capítulo de todos los manuales de negociación, que ya es un clásico en el Parlamento catalán, le permitirá obtener en la prórroga ganancias que no podrían haberse conseguido de otro modo.

Y por el otro lado, están los réditos emocionales. Cualquiera que conozca la zona cero del poder sabe que la condición humana es un resorte primordial en la toma de decisiones políticas. Con mucha frecuencia, con muchísima en realidad, las pasiones y los rencores, los distintos pliegues del alma humana, palpitan en las estrategias y en las medidas que terminan aplicándose y afectándonos a todos.

(No está de más, por cierto, señalar que la erosión de la racionalidad y el aumento de la sentimentalización de la política se nos han acentuado durante la última década en todos sitios y singularmente aquí).

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Puigdemont nunca tuvo un perfil psicológico sencillo. Y no es demasiado difícil comprender que estos últimos años en fuga hayan alterado su conflictiva relación con la realidad.

Viendo lo que vemos, parece bastante obvio que ya no le basta disfrutar de una posición dominante, que su deseo de hacer visible la humillación guarda una relación muy directa con su principio del placer. ¿Por qué? Todo está escrito…

La humillación le genera al sádico un sentimiento de poder y control no ya sobre la pareja, sino sobre su situación entera.

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La exhibición pública de la sumisión intensifica ese sentimiento gratificante; como consecuencia, la dinámica de dominación requiere que esos capítulos sean cada vez más frecuentes.

Para mantener y aumentar la excitación del sádico, hace falta que esos episodios sean también crecientemente intensos. La humillación tiene que ser más pura, tiene que concentrarse en una degradación exhibida en los espacios sociales.

La concatenación de episodios públicos de dominación (más frecuentes e intensos) cumple la función de reforzar la jerarquía entre las dos partes: refuerza el papel del dominante porque el sumiso reconoce y refuerza su poder ante los demás.

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1-. Castigos verbales: “Vamos a hacer que Sánchez orine sangre”.

2-. Actos de servicio degradantes: el Gobierno viajando a Bruselas para negociar.

3-. Exposición forzada: el discurso en el comité federal del Partido Socialista.

4-. Marcas visibles: forzar a Sánchez a expresar frases literales redactadas en Waterloo como “este no es el punto de llegada, sino el de partida”.

5-. Uso de accesorios humillantes: la fotografía del delito con Cerdán a los pies del delincuente.

6-. Imposición de reglas de comportamiento ante los demás: el castigo por la foto de Bolaños con Junqueras.

7-. Privación sensorial: el Gobierno ha estado días sin saber lo que está pasando por la cabeza de Puigdemont.

8-. Negación pública: voladura de la fecha de investidura prevista por el Gobierno ante los ojos de todo el país…

La posición de dependencia política que tiene Sánchez desde las elecciones basta para que Puigdemont pueda obtener todo lo que quiere

Nada de todo esto resulta objetivamente necesario. La posición de dependencia política que tiene Sánchez desde las elecciones generales basta para que Puigdemont pueda obtener todo lo que quiere, como de hecho ha logrado sin demasiadas resistencias.

Ningún cálculo racional vale para explicar el proceso de dominación y degradación pública que Puigdemont está aplicando sobre Sánchez.

El sádico de Waterloo no humilla a España, humilla a Sánchez. Nadie puede anticipar hasta dónde llegará. Pero parece claro que, al ritmo que vamos, las 50 sombras de Puigdemont serán pocas. Lo está gozando.

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El argumento del “ataque de celos” en Waterloo tiene, como deben tener los productos propagandísticos, un ingrediente cercano a la verdad. Un lubricante para el engaño. Es cierto que la competición entre Junts y ERC actúa como un factor condicionante en toda la dinámica política actual. Y también lo es que las elecciones catalanas previstas para el año que viene exacerbarán esa tensión.

Ahora bien, esa narración emitida desde las terminales sanchistas tiene también su otra cara de la luna. Conlleva la intención de que el público asuma un reparto de roles que no se corresponde con las posiciones políticas de los distintos actores.

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El sádico de Waterloo no humilla a España, humilla a Sánchez. Nadie puede anticipar hasta dónde llegará. Pero parece claro que, al ritmo que vamos, las 50 sombras de Puigdemont serán pocas. Lo está gozando.

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50 sombras de Carles Puigdemont y una relación de dependencia

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07.11.2023

Los voceros del oficialismo tratan de vendernos algo parecido a una explicación medio tranquilizadora que hoy desmontaremos. Los pobres han dedicado los últimos días a contarnos que todo iba bien hasta que saltó la foto con Junqueras y que entonces Puigdemont se mosqueó. Sin embargo, la simpleza de ese cuento no encaja con los hechos. Vamos a despejarlo rápido antes de pasar a lo interesante…

Es probable que debamos hacer este ejercicio más veces. Nos ha tocado vivir una época que pone a prueba la fibra ética de cada uno. Y eso implica defender la verdad factual, la importancia de la memoria, los significados de cada palabra y, también, el desmontaje de los relatos diseñados desde el poder para manipular e imponer el conformismo ciudadano. En este caso, la tarea es sencilla.

El argumento del “ataque de celos” en Waterloo tiene, como deben tener los productos propagandísticos, un ingrediente cercano a la verdad. Un lubricante para el engaño. Es cierto que la competición entre Junts y ERC actúa como un factor condicionante en toda la dinámica política actual. Y también lo es que las elecciones catalanas previstas para el año que viene exacerbarán esa tensión.

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El socialista carece de alternativa, todo lo que no sea tragar implica finar. El republicano no puede salirse de la dinámica de cooperación. Pero el de Junts solo puede beneficiarse exprimiendo y exprimiendo su posición de dominación. Es lo que está haciendo.

Por un lado, están los réditos políticos. Le resulta tan necesario a Sánchez que ni siquiera tiene que respetar los cauces de una negociación civilizada.

Está en eso desde que lo puso todo en pausa. Una vez que tenía en el zurrón todo lo negociado, apretó un poco más. Espero. Y, cuando Sánchez pasó el punto de no retorno en el comité federal, añadió un puñado de demandas más.

Con mucha frecuencia, los distintos pliegues del alma humana palpitan en las estrategias que terminan aplicándose y afectándonos a todos

Esa trampa, que viene resaltada con letra negrita en el primer capítulo de todos los manuales de negociación, que ya es un clásico en el Parlamento catalán, le permitirá obtener en la prórroga ganancias que no podrían haberse conseguido de otro modo.

Y por el otro lado, están los réditos emocionales. Cualquiera que conozca la zona cero del poder sabe que la condición humana es un resorte primordial en la toma de decisiones políticas. Con mucha frecuencia, con muchísima en realidad, las pasiones y los rencores, los distintos pliegues del alma........

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