El Evangelio de este domingo narra el primer milagro de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Se trata de la curación de un poseso. Dice san Marcos que la gente se admiraba de la autoridad con que hablaba Jesús a diferencia de los escribas. La curación del poseso se presenta, pues, como un signo de dicha autoridad, que no se queda en las palabras, sino que se manifiesta en sus obras.

El tema de los relatos de milagros de poseídos por el diablo se ha estudiado mucho en la exégesis bíblica. Algunos la reducen a pura metáfora para decir que Jesús venía a luchar contra el mal. Naturalmente, para estos el diablo no existe. Hay, sin embargo, un consenso más generalizado de críticos que respeta la historicidad de estos relatos, aunque no siempre que aparece en el evangelio un «poseso» se quiera afirmar que realmente era un poseído por el diablo. En tiempos de Jesús, enfermedades como la epilepsia, por ejemplo, se consideraban como efectos de la acción del diablo.

Hay que reconocer que sin la presencia del diablo en la vida y ministerio de Jesús difícilmente se entiende su lucha contra el mal, y contra aquél que, en la tradición bíblica, está en su origen. Al comienzo de su vida pública, Jesús se enfrenta con el diablo en el pasaje de las tentaciones del desierto. En el Evangelio de Juan, Jesús presenta su ministerio en contraposición con Satanás, al que llama «mentiroso, padre de la mentira» y «primer homicida» (Jn 8,44). En otra ocasión lo define como «príncipe de este mundo» (Jn 12,31), a quien Jesús ha venido a echar fuera. Jesús, por tanto, atribuye a Satanás el señorío sobre este mundo, que se manifiesta en la mentira y la muerte.

Volviendo al milagro del poseso en Cafarnaún, llama la atención que cuando Jesús se dispone a curarlo, el espíritu inmundo se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios» (Mc 1,24). No se puede definir de mejor modo la misión de Cristo. Ha venido a acabar con el dominio del mal, cuya personificación —no simple metáfora— está en los ángeles caídos, seres espirituales, que, según la revelación bíblica, pecaron de soberbia. En los pasajes evangélicos donde Jesús cura a los posesos se encuentra, pues, dramatizado la victoria de Jesús sobre el diablo. Por eso, al final del Padrenuestro, nos enseñó a pedir: «líbranos del Maligno».

Como ser espiritual, encerrado en su propio orgullo y oscuridad, es inteligente y sagaz. Se atrevió a tentar incluso a Jesús. Y, si éste se lo permitió, fue para enseñarnos a luchar contra él y a no tener miedo, dado que Cristo ya lo ha vencido en su muerte y resurrección. Pero no seamos ingenuos. El papa Francisco, ya en su primera homilía como Sucesor de Pedro en la Capilla Sixtina, citando a Léon Bloy —«quien no reza al Señor, reza al diablo»—, afirmó: «Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio». En la curación de la hablamos, Jesús no habla ni discute con el demonio. Sencillamente le increpa: «¡Cállate y sal de él».

Es la mejor forma de vencerlo. No hay diálogo posible con él, pues sus redes son la mentira. Así cayeron Adán y Eva en el paraíso, y así caen los que ingenuamente entran en diálogo con él. La verdad es el arma que le derriba de su cátedra. Y, según los Padres de la Iglesia y algunos espirituales, otro arma que no resiste es que se rían de él, que lo desprecien con burla, porque, al ser soberbio, no resiste el sarcasmo y la risa, pues no puede aceptar que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, le recuerde que su mentira no tiene cabida en el corazón de quien solo se postra y adora a Dios.

* Obispo de Segovia.

QOSHE - Jesús y el Maligno - César Franco (*)
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Jesús y el Maligno

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28.01.2024

El Evangelio de este domingo narra el primer milagro de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Se trata de la curación de un poseso. Dice san Marcos que la gente se admiraba de la autoridad con que hablaba Jesús a diferencia de los escribas. La curación del poseso se presenta, pues, como un signo de dicha autoridad, que no se queda en las palabras, sino que se manifiesta en sus obras.

El tema de los relatos de milagros de poseídos por el diablo se ha estudiado mucho en la exégesis bíblica. Algunos la reducen a pura metáfora para decir que Jesús venía a luchar contra el mal. Naturalmente, para estos el diablo no existe. Hay, sin embargo, un consenso más generalizado de críticos que respeta la historicidad de estos relatos, aunque no siempre que aparece en el evangelio un «poseso» se quiera afirmar que realmente era un poseído por el diablo. En tiempos de Jesús, enfermedades como la epilepsia, por ejemplo, se consideraban como........

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