SERGIO LEHMANN

Desde hace ya un tiempo se configuró en Chile un proceso de tramitación de nuevos proyectos de inversión extremadamente lento, engorroso y discrecional. Esto ha tenido un enorme costo para el país en términos de bienestar y crecimiento, entendiendo el golpe que ha significado para la dinámica de inversión. Hace tan solo unos días, bajo el marco del IPoM, el Banco Central estimó que el crecimiento de largo plazo de la economía se ubica hoy en un muy pobre 1,9%, reconociendo un menor aporte del lado de la inversión y una productividad estancada desde hace una década.

Es importante hacer ver que la estimación de crecimiento tendencial para Chile no es muy distinta de la que se reconoce para EEUU y Europa. Esto significa, aún sin corregir por la dinámica poblacional, que la brecha de actividad y bienestar de nuestro país respecto al mundo desarrollado se mantendrá tan amplia como la vemos ahora, de cara a los próximos años. Esto contraviene los modelos tradicionales de crecimiento y convergencia, revelando la cruda realidad de que, bajo las actuales condiciones, nunca alcanzaremos los estándares de las economías avanzadas. Esta era precisamente la aspiración que dominaba el debate nacional hace algunos años atrás, frustrada por el populismo, visiones maximalistas sin fundamento técnico y un clima polarizado que ha impedido avanzar en políticas que estimulen el crecimiento.

“El tiempo corre de prisa, sin advertir las enormes posibilidades que dejamos pasar, comprometiendo el beneficio de las futuras generaciones”.

Buena parte del problema que enfrentamos, como bien sabemos, tiene que ver con lo que se ha llamado la permisología, haciendo que el proceso de aprobación de un proyecto de inversión sea francamente tortuoso. Se reconocen demasiados nudos que llevan a que en promedio en Chile la aprobación de un proyecto tome entre 3 a 4 años. Para proyectos mineros o energéticos, esos plazos pueden hasta duplicarse. En el caso de las economías desarrolladas, el tiempo de tramitación es entre 1 a 2 años. La diferencia es sideral, constituyéndose en una pesada carga que desincentiva la inversión en nuestro país.

Sumado a este factor clave, la incertidumbre de los últimos años ha llevado a que la inversión sobre el PIB, una suerte de medida de intensidad del proceso inversor, llega hoy a cifras en torno a 22%, muy por debajo del 27% que veíamos hace una década. No podemos darnos ese lujo altamente costoso y con un impacto muy duro en los sectores más vulnerables de la sociedad. Simultáneamente, como sabemos, la productividad no repunta y se mantiene frenada desde hace años. Para abordar este desafío se exige, con una perspectiva hacia plazos más bien largos, mejoras en la calidad de la educación y la capacitación en el uso de las nuevas tecnologías y aplicaciones digitales, donde están las posibilidades de mayor y mejor desarrollo.

Pueda ser que este 2024 que recién comienza esté marcado por políticas que apunten a elevar la inversión y la productividad. De no hacerlo, más alejada aún estará la posibilidad de retomar una senda que permita elevar los niveles de bienestar social y reducir la brecha con los países más avanzados. El tiempo corre de prisa, sin advertir las enormes posibilidades que dejamos pasar, comprometiendo el beneficio de las futuras generaciones.

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Muchos nudos y escaso tiempo para desatarlos

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02.01.2024

SERGIO LEHMANN

Desde hace ya un tiempo se configuró en Chile un proceso de tramitación de nuevos proyectos de inversión extremadamente lento, engorroso y discrecional. Esto ha tenido un enorme costo para el país en términos de bienestar y crecimiento, entendiendo el golpe que ha significado para la dinámica de inversión. Hace tan solo unos días, bajo el marco del IPoM, el Banco Central estimó que el crecimiento de largo plazo de la economía se ubica hoy en un muy pobre 1,9%, reconociendo un menor aporte del lado de la inversión y una productividad estancada desde hace una década.

Es importante hacer ver que la estimación de crecimiento tendencial para Chile no es muy distinta de la que se reconoce para EEUU y Europa. Esto significa, aún sin corregir por la dinámica poblacional, que la brecha de actividad y bienestar........

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