LA HABANA, Cuba. — Todavía quedan restos de humedad en los salones y pasillos del Palacio de las Convenciones, resultado de las lágrimas de cocodrilo vertidas a raudales por varios de los más de 300 participantes en la IV Conferencia La Nación y la Emigración, que concluyó el pasado 19 de noviembre.

Desmemoriados como son para lo que les conviene —los más sentimentales ya se olvidaron de que cuando se fueron les inventariaron hasta el tibor de la abuela—, estos emigrados sienten añoranza por los berridos de la chiva que dejaron amarrada en el patio y por la mata de aguacate. Además, aspiran a recuperar el osito de peluche de Tinita, las cuchillas de afeitar Tatra y las demás pertenencias que tuvieron que dejarles a los comunistas sus padres y abuelos a cambio de que les concedieran el permiso de salida del país.

Estos exponentes, con mayor grado de abyección e indignidad, pretenden olvidar los gritos de gusanos, escorias, vendepatrias y otros epítetos que acompañaron los huevazos, las pedradas, los escupitajos y empujones de las turbas instigadas por el régimen. Ese mismo régimen que hoy los invita a venir a Cuba a invertir con la condición de que respeten, apoyen y aplaudan a lo que llaman “revolución”.

Muchos de los participantes en la conferencia cumplieron con creces los mandamientos del régimen que ayer los humilló y hoy los agasaja bajo la condición de que obedezcan. Resultaron patéticos los gritos de algunos de “pa lo que sea, Canel, pa lo que sea”, y los que llamaban “mi presidente” a alguien que no lo es ni para los que residimos en Cuba, ya que en ningún momento fue electo por la votación del pueblo, sino que lo designó Raúl Castro.

Más que la nostalgia por su país, a esos emigrados los guía la avaricia oportunista, el miedo que tienen a flor de piel y el represor que llevan por dentro dondequiera que estén. La miseria de sus coterráneos en la Isla les da la oportunidad de sentirse magnates, solo porque el régimen los deja vender comida online, invertir en una mypime o un puesto de churros. En el país de los ciegos, el tuerto es rey.

Dan pena. Buscan un acercamiento con un régimen que los desprecia, pero necesita sacarles dinero para sobrevivir.

¡Que confusión, cuánto engaño! La patria no es la revolución, como advirtiera el arzobispo de Santiago de Cuba Pedro Meurice, en febrero de 1998, en frente del papa Juan Pablo II y el por entonces número dos del régimen, Raúl Castro.

¿Creerán esos que se humillan ante el régimen que haciendo eso aman más a la tierra que los vio nacer y a la tía Gudelia que vive en Cabaiguán y a la que envían remesas cuando se acuerdan de ella?

¿Creerán esos doblegados que los supuestos puentes de amor que tienden Carlos Lazo y sus acólitos en bullangueras caravanas no serán volados por la intolerancia del régimen cuando los rusos y los chinos le den un poquito de oxígeno y pueda respirar?

Si llega un momento de reflote, esos emigrados a quienes hoy agasajan, volverán a ser calificados como traidores, apátridas y otros de los calificativos que forman parte del lenguaje castrista desde 1959.

En cuanto a las donaciones y las inversiones, los castristas, con su soberbia habitual, dirán que no les hacen falta, que la revolución no acepta migajas. ¡Y que van a permitir que vendutas, chinchales y timbiriches le hagan sombra a la empresa estatal socialista!

Aunque desprecie a esos emigrados obedientes, les deseo lo mejor en sus peregrinajes. Ojalá que en su próxima visita se lleven con ellos a Díaz-Canel, su presidente y a su séquito de gordiflones. Los cubanos que vivimos aquí se lo agradeceremos de todo corazón.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

QOSHE - La nación secuestrada y los emigrados obedientes - Víctor Manuel Domínguez
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La nación secuestrada y los emigrados obedientes

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29.11.2023

LA HABANA, Cuba. — Todavía quedan restos de humedad en los salones y pasillos del Palacio de las Convenciones, resultado de las lágrimas de cocodrilo vertidas a raudales por varios de los más de 300 participantes en la IV Conferencia La Nación y la Emigración, que concluyó el pasado 19 de noviembre.

Desmemoriados como son para lo que les conviene —los más sentimentales ya se olvidaron de que cuando se fueron les inventariaron hasta el tibor de la abuela—, estos emigrados sienten añoranza por los berridos de la chiva que dejaron amarrada en el patio y por la mata de aguacate. Además, aspiran a recuperar el osito de peluche de Tinita, las cuchillas de afeitar Tatra y las demás pertenencias que tuvieron que dejarles a los comunistas sus padres y abuelos a cambio de que les concedieran el permiso de salida del país.

Estos exponentes, con mayor grado de abyección e indignidad, pretenden olvidar los gritos de gusanos, escorias, vendepatrias y........

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