El español estándar habla castellano neutro, sin acento. Su piel es color carne. Su raza, blanca española. Protagonista de la historia nacional. Eterno. Epicentro. Kilómetro cero. Unidad de referencia y medida. Un ejemplar tan puro que, cuando gana la selección, gana mucho más que tú.

El español estándar tiene unas periferias. Herencia de los abuelos. Componen su colorida casa de muñecas. Le gustan. Con sus alegres andaluces, su marisco gallego, su playa valenciana, sus carreteras nacionales, sus denominaciones de origen… Si hasta viene un cántabro a traerle anchoas. No puede ser más feliz.

Para el español estándar su referencia no es Andalucía. Eso es de viejos. La única niña de sus ojos es la ciudad capital. Su máxima expresión. El gran palco del poder al que no le falta de nada: palacetes, sedes del IBEX, ministerios, platós, portadas, reservados, cúpulas judiciales, chalets en la sierra, abundante personal de servicio y, lo más importante, su maravillosa gente de calidad. Gente de bien, española súper estándar. A su lado, el resto estamos a medio cocinar. Finalmente, la guinda del pastel: los que huyen de las provincias para triunfar/sobrevivir y comer de su mano. Todo talento o dinero que languidece en la periferia es atraído a su centro. La capital tiene ese poder. Se diseña a sí misma como el gran imán nacional, y luego dale las gracias. ¿Será por eso que la visitan tantos turistas? Será por eso, sí.

El español estándar no tiene rival. Ni “el español federal” ni “la españita plurinacional” existen, aunque se hayan ideado. Cada mañana se levanta, se pone el gorro de aluminio y se sienta en su máquina de estandarizar. Lanza rayos catódicos de normalidad españolizante que llegan hasta el último rincón de sus dominios. Ahora también está en redes, Tik Tok, Facebook, YouTube… Sabe hacer chistes, memes, gracietas. Es tronchante. Te da consejos y opiniones. Te explica. Se indigna. Hace cadenas de WhatsApp con tu madre. Mete directos… Ya os dije que es súper moderno.

El español estándar no tiene rival. Ni “el español federal” ni “la españita plurinacional” existen

El español estándar es de carácter inseguro. Desde su centro peninsular su estilo de vida parece perfecto. Pero está rodeado de España vaciada. Eso resalta su soledad. Allá en la costa las periferias parecen lejanas y minúsculas. En realidad son grandes, mucho más grandes que el centro, aunque eso mejor ni pensarlo. Lo importante es que le presten atención. Todo el rato. Ser el centro de la escena. Por eso habla alto y, con frecuencia, grita. Que agitemos la bandera, dice. Que estemos orgullosos del país (que Franco nos dejó), dice. Cuidado con los traidores, dice. Sobre todo, que le admiremos. Que en mitad de la noche, en el horizonte, veamos irradiar la luz de la capital que nunca duerme. ¿No es maravilloso?

El español estándar no escucha mucho. No se le da bien. Pero tolera los acentos. Le sirven para saber si venimos del norte, del sur, de colonias de ultramar o de un barrio malo. Así nos puede ubicar, educada y silenciosamente, en su escala etarra/paleto/pobre/sudaca/moro. Eso sí, nos agradece que hagamos un esfuerzo por suavizarlos. Que hablemos más como él, como en la tele. Los acentos fuertes son de gente inculta y atrasada. Vergonzantes. El suyo es español gourmet. Con un poco de voluntad podemos disimular, o incluso eliminar, esas feas manchas de habla provinciana.

El español estándar vive en un Estado autonómico descentralizado. Al principio no le gustaba (al abuelo le ponía de los nervios), pero como buen gentrificador, ha sabido adaptarse y ahora hasta lo goza. Ha forjado alianzas en las autonomías que saben el sitio que les corresponde en la cadena trófica. La gente periférica está cada vez más estandarizada, lo que le ayuda mucho en su tarea de ser, aunque pequeño, el director de la orquesta, el gran protagonista, la imagen perfecta del felicísimo español que todos quieren alcanzar.

Lo de que existan otras lenguas, en cambio, lo lleva un poco mal. Le irrita. Le impide estandarizar bien. Le resta poder a sus transmisores. Por eso las fomentan los sediciosos. Para herir sus sentimientos. Para dejar de escucharle. Para poner tierra de por medio… Solo oírlas le causa ansiedad. Tiene un plan para deshacerse de ellas. Limitarlas a lo folklórico, a lo doméstico. Hacer que no sirvan para nada. Lo que no sirve, se deja de usar. Es cuestión de tiempo. La que más le jode de todas es el catalán-valenciano-balear. Es una lengua horrorosa e inútil. Sigue viva solo gracias a las subvenciones y a las políticas de erradicación del español que impulsa la Generalidad. Lengua de golpistas. Ay, catalanes. Pretendían separarse. Una fantasía estúpida. Hubo que hacerles pupa. No quería, pero se lo buscaron. Que se jodan. Todavía no lo olvida, ni los perdona. De paso que aprendan los demás. Nadie se separa del español estándar.

Aupado en su caballo mediático-judicial de última generación, el español estándar saldrá a cortar las cabezas de los infieles

Ahora mismo el español estándar está pasando una racha malísima. Tiene una crisis del copón. Rompe cosas. Se exalta en cuanto oye algo que no le cuadra. Luego reza. Luego agrede. Tiene ganas de linchar. Se ha vuelto un peligro. Es culpa de los traidores de siempre, que se han juntado para humillarle. La chusma indepe y el rojerío. Los hijosdeputa habituales. Terroristas, golpistas, delincuentes, comunistas, masones, afrancesados, marranos, comuneros… Muertos de hambre que no merecen ni medio DNI. Reunidos todos por un nuevo y pérfido conde Don Julián. Quieren revertir las hostias bien dadas a los putos catalufos y traer de vuelta al demonio fugado. Como pidiendo perdón. Cuestionando a la élite madrileña, que es como cuestionar todo el proyecto nacional estándar. A estas alimañas hay que combatirlas, como hizo el abuelo. Es hora de luchar. De salir a cazar tórtolas. Harán escuadrismo hasta las señoras bien. ¡Por la Santa Democracia, se declara la guerra al Gobierno y al Parlamento! Comenzó la cuarta guerra carlista. Está todo listo y engrasado para la batalla. Aupado en su caballo mediático-judicial de última generación, el español estándar saldrá a cortar cabezas de infieles y no parará hasta que vuelva con una mayoría absoluta que obedezca al patrón.

En serio, cuidaos. En este momento son un serio peligro. Si el Rey intentara calmarlos proclamarían a Felipe Juan Froilán. Si os cruzáis con ellos en la calle, especialmente en Madrid, disimulad, sonreíd balbuceando algo y alzad la mano como hace la realeza cuando saluda. Y si queréis paz hispánica, ya sabéis, sed más como el español estándar.

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El español estándar

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19.11.2023

El español estándar habla castellano neutro, sin acento. Su piel es color carne. Su raza, blanca española. Protagonista de la historia nacional. Eterno. Epicentro. Kilómetro cero. Unidad de referencia y medida. Un ejemplar tan puro que, cuando gana la selección, gana mucho más que tú.

El español estándar tiene unas periferias. Herencia de los abuelos. Componen su colorida casa de muñecas. Le gustan. Con sus alegres andaluces, su marisco gallego, su playa valenciana, sus carreteras nacionales, sus denominaciones de origen… Si hasta viene un cántabro a traerle anchoas. No puede ser más feliz.

Para el español estándar su referencia no es Andalucía. Eso es de viejos. La única niña de sus ojos es la ciudad capital. Su máxima expresión. El gran palco del poder al que no le falta de nada: palacetes, sedes del IBEX, ministerios, platós, portadas, reservados, cúpulas judiciales, chalets en la sierra, abundante personal de servicio y, lo más importante, su maravillosa gente de calidad. Gente de bien, española súper estándar. A su lado, el resto estamos a medio cocinar. Finalmente, la guinda del pastel: los que huyen de las provincias para triunfar/sobrevivir y comer de su mano. Todo talento o dinero que languidece en la periferia es atraído a su centro. La capital tiene ese poder. Se diseña a sí misma como el gran imán nacional, y luego dale las gracias. ¿Será por eso que la visitan tantos turistas? Será por eso, sí.

El español estándar no tiene rival. Ni “el español federal” ni “la españita plurinacional” existen, aunque se hayan ideado. Cada mañana se levanta, se pone el gorro de aluminio y se sienta en su máquina de estandarizar.........

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