Hemos llegado al último día del año 2023. Para muchos el final de un año es el cierre de un ciclo. Al ver las hojas marcadas del almanaque sentimos que hemos corrido una carrera que ha llegado a su fin; aunque la vida continua y puede ser la misma vida del año que termina, sin ninguna variación o cambio contundente. Después de todo, el tiempo expresado en días, meses y años es parte de la concepción humana del tiempo; por el hecho de llegar al último día del calendario no significa que hasta aquí hemos llegado, sino que la vida sigue sucediendo, sigue corriendo como el agua de un río que sigue su cauce sin parar.

Sin embargo, el almanaque nos ayuda a organizarnos, nos muestra el ciclo que se cierra y nos sugiere el ciclo que comienza, la puerta que se abre, la meta que se establece, el plan que se propone. Tal como un corredor que ha terminado una carrera y la analiza para evaluar su desempeño, de la misma manera el año que termina merece un análisis; merece que miremos atrás para ver el camino recorrido, para puntualizar nuestras deficiencias y sobre todo para asegurar nuestras fortalezas.

Pensando en este fin de año he recordado las palabras del apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “Yo estoy ya a punto de ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. II Tim.4:6-7. Aunque estas palabras se refieren al ocaso de la vida, cuando ya el apóstol sentía que su partida de este mundo estaba cercana, nos ayudan a enfocarnos para analizar un tiempo definido de nuestra vida o quizá el camino recorrido hasta hoy.

Cada ser humano es único e irrepetible, por lo tanto cada recorrido es diferente y sería una equivocación juzgarnos de acuerdo a los parámetros del mundo; uniformarse con el traje del éxito de aquellos que de una u otra forma modelan en la palestra pública haciendo visible hasta los hechos más íntimos de su vida. Ellos son ellos y nosotros somos nosotros. Partiendo de nuestra individualidad, con la consciencia de que nuestra verdad nos habla claramente desde nuestro ser interior, podemos comenzar por ver, sentir y palpar nuevamente los momentos más trascendentes del año que termina. Hacer énfasis no solo en el logro, sino el proceso que implementamos para llegar a él.

El proceso nos habla de la sucesión de eventos o acontecimientos, de las diferentes fases que atravesamos, de la evolución desde nuestra idea hasta nuestro logro. En pocas palabras, nos muestra cómo echamos hacia adelante, tanto si fueron pocos metros como si fueron kilómetros los que avanzamos. Porque la vida no debería ser medida estrictamente; hay trechos que pueden implicar grandes esfuerzos, cambios en las dinámicas del proceso y transformaciones de parámetros ya establecidos, mientras que luego de éstos se puede avanzar más rápido porque el proceso fluye como un río.

No buscamos perfeccionismo, buscamos la excelencia en todo lo que hacemos; el camino de la excelencia está marcado por hacer desde la visión del ser, de no dejar de vivir humanamente el proceso con su despliegue de emociones, sentimientos, frustraciones y reflexiones, mientras nos va tallando para convertirnos en mejores seres humanos y para vivir de tal manera que no hagamos daño a nadie, sino que podamos impactar positivamente en una onda expansiva de bien.

Entonces, al mirar atrás el año que ha llegado a su fin es muy importante buscar la armonía entre los hechos que nos acontecieron, los cuales produjeron tensión en nuestra vida y aquellos que nosotros creamos con nuestra propia voluntad para liberar la tensión o para mantenerla o intensificarla. En una de sus clases magistrales el maestro del piano, Daniel Barenboim, destaca el concepto de armonía en la música como el equilibrio dinámico entre la consonancia y la disonancia, en el cual la tensión surge como la disonancia y se resuelve mediante la consonancia; en pocas palabras, se crea tensión y se libera tensión. Y, es precisamente, esta interacción entre tensiones y resoluciones lo que contribuye a la armonía musical.

Así pues, al hacer un análisis de nuestro desempeño en el año es importante buscar la armonía de la manera más honesta con nosotros mismos; poniendo sobre la mesa los logros con sus procesos, así como los procesos que están en evolución, las ideas que se cristalizaron y las que siguen allí en nuestra mente. Además, es muy importante el entendimiento que el alcance de cualquier logro no debería perseguir el éxito per se sino que debería estar acompañado por el proceso de usar todas las circunstancias, las personas con las que nos interrelacionamos y nuestras propias emociones y sentimientos para forjar nuestro carácter. ¿De qué valdría llegar a la meta si en el camino hemos ido repartiendo amargura a diestra y siniestra?

El carácter se forja cuando aprendemos a liberar las tensiones buscando la vida espiritual en el plano terrenal. Cuando acudimos primeramente a Dios en los momentos en los que nuestros propios recursos no son suficientes, cuando comprendemos que las virtudes se desarrollan en medio de fuerzas opuestas. De la misma manera que las piedras preciosas se encuentran enclavadas en en medio de rocas; así las virtudes que forman un carácter verdaderamente cristiano se forman en nosotros mientras vamos siendo tallados por la vida.

Solo tú sabes si estás peleando la buena batalla. Como dice el libro de los Proverbios 14:10 “El corazón conoce la amargura de su alma; y extraño no se entremeterá en su alegría”. Tu corazón sabe de esas luchas internas que otros no conocen, pero que tu vas conquistando con amor, paciencia y entrega cada día. Tu corazón conoce el camino de tus lágrimas, las angustias que lo golpean, la esperanza que lo aquieta. Descansar no es rendirse, rendirse en las manos de Dios no es claudicar, pedir ayuda no es fracasar. Pelear la buena batalla es caminar con los ojos puestos en Dios, con la certeza que cuando Él nos hizo vio que su obra era buena y que solo a través de Él lograremos todo el bien posible.

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He peleado la buena batalla

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31.12.2023

Hemos llegado al último día del año 2023. Para muchos el final de un año es el cierre de un ciclo. Al ver las hojas marcadas del almanaque sentimos que hemos corrido una carrera que ha llegado a su fin; aunque la vida continua y puede ser la misma vida del año que termina, sin ninguna variación o cambio contundente. Después de todo, el tiempo expresado en días, meses y años es parte de la concepción humana del tiempo; por el hecho de llegar al último día del calendario no significa que hasta aquí hemos llegado, sino que la vida sigue sucediendo, sigue corriendo como el agua de un río que sigue su cauce sin parar.

Sin embargo, el almanaque nos ayuda a organizarnos, nos muestra el ciclo que se cierra y nos sugiere el ciclo que comienza, la puerta que se abre, la meta que se establece, el plan que se propone. Tal como un corredor que ha terminado una carrera y la analiza para evaluar su desempeño, de la misma manera el año que termina merece un análisis; merece que miremos atrás para ver el camino recorrido, para puntualizar nuestras deficiencias y sobre todo para asegurar nuestras fortalezas.

Pensando en este fin de año he recordado las palabras del apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “Yo estoy ya a punto de ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. II Tim.4:6-7. Aunque estas palabras se refieren al ocaso de la vida, cuando ya el apóstol sentía que su partida de este mundo estaba cercana, nos ayudan a enfocarnos para analizar un........

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