Rompiendo cadenas de tela
Permanezco asombrada tras las imágenes y vídeos que he visto esta semana de lo que sucede en Irán. Es un asombro beneficioso y bueno. Aunque las sensaciones que percibo al hacerme preguntas no son tan buenas.
He visto cómo las mujeres iraníes se quitan ese trapo de la cabeza y lo lanzan a una hoguera. Disculpadme si me refiero al hiyab o velo islámico como trapo o pañuelo, yo hablo desde mi cultura y mis costumbres y, eso que se ponen en la cabeza, lo acostumbramos a llamar trapo o a lo sumo pañuelo. Solo os voy a pedir que respetéis mis costumbres a la vez que mis pocas ganas de imbuirme en las suyas.
Hay mujeres arrancándose ese pañuelo, que parece pesarles más que la losa de cualquier lápida, con la misma valentía que alegría. Saben que se juegan la vida con ese gesto, pero no pueden más, han dicho basta. Lo agitan en el aire en plazas, entre gritos y aplausos de quienes tampoco pueden más. Se suben a lo alto de tarimas y monumentos y se cortan sus largas melenas ante la vista de todos, sabiendo que eso se pena con la muerte.
He visto multitudes, formadas no solo por mujeres, sino también por hombres, rebelarse y hacer frente al poder. Al contrario de lo que escucho, no creo que las apoyen ni acompañen: ellos se han rebelado igual que ellas, van de la mano todos juntos y los hombres alzan su voz porque también es cosa suya, porque todos tienen hijas, hermanas, esposas o........
© Vozpópuli
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