Cómicos de pesadilla
Estaba yo paseando con mi perra por el parque cuando, de manera accidental, le he dado una patada a una piedra. Inmediatamente han salido media docena de humoristas de debajo. Para colmo, algunos insistían en que les llamara “monologuistas”.
Yo estaba atónita, pero una mujer que se autoproclamaba “feminista monologuista”, me empezó a dar una charla infumable y en cada frase metía un “olé mi coño” o un “por mi coño moreno”. La verdad es que la pobre no tenía ninguna gracia, me daba incluso un poco de miedito. Doña, que así se llama mi perra, no paraba de gruñirla. Y es que el instinto de los animales es muy sabio.
Empecé a dirigir mis pasos hacia casa, pero los humoristas habían cerrado todas las salidas del parque. Uno de ellos, a grito pelado, como si fuera un sindicalista cuando gobierna la derecha, contó una historia ridículamente absurda en la que no ligaba una noche en un bar. Acto seguido y sin apenas pausa, soltó lo que se suponía era un chiste con Franco, la bandera de España y la presidenta de Madrid. Yo no entendía nada. Ninguna de las dos historias tenía gracia, pero el recurso de “como me ridiculizo contando que no follo, puedo insultar a cualquiera” me pareció de alguien que no está muy en sus cabales. Así que empecé a retroceder lentamente, sin apartar la mirada, como indican que hagas con un perro rabioso.
Pero entonces otro de los humoristas me cortó el paso. En una mano sujetaba un móvil y pude ver cómo me grababa con descaro, mientras en la otra portaba una tarta hecha de hormigón armado.........
© Vozpópuli
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