El Rajoy de la izquierda
Hay políticos que saben, en lo más hondo de su corazón, que realmente no son gran cosa. No me refiero a esos políticos que insisten en decir que son de clase media o de clase media, hacen cosas de hombre común en la tele o hablan como el jubilado medio lleno de opiniones del bar de la esquina. Tampoco hablo de esos líderes que trabajan muy duro para ocultar su inmenso ego detrás de montañas de falsa modestia. Hablo de esos tipos que están en política o porque les gusta o porque quieren hacer lo correcto, pero que en algún momento de su carrera se dan cuenta que no son ni tan listos ni tan carismáticos como se creían.
Sus discursos no mueven montañas. Sus planes de gobierno no revolucionan al país. Sus elaboradas piruetas estratégicas no parecen cambiar la opinión de nadie. Son gente simplemente un tanto mediocre, y que son perfectamente conscientes de que en el fondo tienen algo de relleno.
Todos los políticos, sin excepción, son personas con un ego considerable. Como considerable es el número de ellos que tiene cierto talento para la organización, la retórica, o para decir cosas absurdas y seguir sonando convincente. La inmensa mayoría tiene cientos de ideas sobre cómo solucionar los problemas del país. La combinación de estos tres factores (ego, talento, mesianismo) hace que muchos líderes tengan una cierta tendencia a hablar más de la cuenta, pergeñar elaborados planes para dominar el mundo en la ducha y convencerse a sí mismos de que “sí se puede”. Los políticos son gente a la que le gusta tomar........
© Vozpópuli
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