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Usar a los afganos como a un clínex

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28.10.2024

"Acabo de mantener una fructífera conversación con el presidente Joe Biden, en la que hemos abordado varios temas de interés común, en especial, la situación en Afganistán y la colaboración entre ambos Gobiernos en la evacuación de ciudadanos y ciudadanas desde ese país". Noche del sábado 21 de agosto y primera aparición coherente del presidente del Gobierno tras días de aparatoso silencio en plena crisis de Agfanistán. En la foto que aderezaba el tuit presidencial se veía a Pedro Sánchez recién llegado de sus vacaciones en La Mareta, muy trajeado de azul celeste, sentado en su despacho en Moncloa, y en la imagen no era posible discernir si calzaba alpargatas o siquiera si vestía algún tipo de prenda de cintura para abajo, porque nuestro Pedro es muy capaz de conversar con Biden en pelota picada sin que nadie de su entorno se escandalice. Él es así y camina por la vida con el ego bastante como para presentarse en calzoncillos ante esa Von der Layen que, muy de capa caída en Bruselas y alrededores, muy cuestionada desde el episodio de la compra de las vacunas, había vuelto a caer en la mañana de ese sábado rendida a los encantos de nuestro Valentino, como ocurre cada vez que a la señora se le presenta ocasión de viajar a Madrid para echar una mano.

El atrezo de la foto volvía a poner en evidencia el carácter irrepetible de este descuidero de la política que no acaba de creerse que es el presidente del Gobierno de España y hace colocar su cartera sobre la mesa de despacho, bien clarito en primer plano ese "presidente del Gobierno" en letras doradas, y que al mismo tiempo decora la mesa con dos pilas de papeles a modo de expedientes en estudio, un tipo a quien el trabajo gusta lo justo y menos aún someterse al esfuerzo de redactar una tesis o analizar un informe mínimamente enjundioso. Pero nuestro Sancho ha salido del sueño de La Mareta con cierta fortuna. Desacreditado ante una mayoría de socios europeos, con esa imagen de chico de los recados que corre a situarse a la altura de Joe Biden por un pasillo en Bruselas, Sánchez necesitaba un golpe de efecto capaz de hacerle recuperar algo de respeto. La terrible y escandalosa crisis de Afganistán le ha venido como anillo al dedo. Imagen, imagen, imagen. Todo en Sánchez es relato, fanfarria, decorado de cartón piedra, como aquellos pueblos que en la Rusia profunda plantaban delante de Catalina la Grande cada vez que la zarina se desplazaba de visita.

Parece que la operación de repatriación de los españoles destacados en Kabul, y sus colaboradores afganos, ha salido bien, albricias, gracias al esfuerzo, la pericia y el valor de nuestros militares, gente de ese Ejército siempre preterido a la hora de dotar sus necesidades en los PGE, cuando no vilipendiado incluso por alguno de los ministros que forman parte del Ejecutivo. Fiel reflejo de su aparatosa "grandeur", Sánchez ha pretendido convertir a España, un país de segundo nivel en cuanto a los intereses en juego en la zona, en eso que Moncloa ha llamado "un gigantesco hub" de desembarco de Afganos en suelo europeo, algo que recuerda como dos gotas de agua el........

© Vozpópuli


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