Fuese... ¿y no hubo nada?
Termina Cervantes su famoso poema Al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla con un estrambote: “Y el que dijere lo contrario, miente. Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada miró al soslayo, fuese y no hubo nada". Y el caso es que este poema me ha venido a la mente tras los cinco días de espera estrambóticos para escuchar esa decisión del presidente sobre el destino de su vida tras una carta lacrimógena sobre lo mal que lo ha pasado por los ataques a su esposa, a la que tanto quiere.
Fuese, y no hubo nada, porque dijo que seguirá, “con más fuerza si cabe”, eso sí, tras una teatral puesta en escena que hacía pensar que iba a dimitir, seguida por una extraña visita a la Zarzuela (como si fuera a comunicar algo definitivo) y una pausa dramática justo antes de comunicar su decisión, casi igual que en esos reality shows en los que se dice “y en esta gala abandonará la casa……” (redoble de tambores) y tras unos segundos tensos cae el nombre del expulsado. Pero aquí el planteamiento y el nudo eran correctos pero el desenlace dejó mucho que desear, como en estas películas posmodernas –piensen en la reciente “Anatomía de una caída”- en las que al final no sabe uno a qué carta quedarse ni qué ha pasado realmente. Me recuerda, por hacer un apunte clásico, a la fábula de Esopo El parto de los montes en la que se cuenta cómo los montes dan terribles signos de estar a punto de dar a luz, aterrorizando a todo el mundo, para finalmente parir un ratón pequeñito.
Por lo cierto es que nuestro sesgo natural es otro: pensar que........© Vozpópuli
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