Y ahora, la venganza
La navaja de Ockham, el principio filosófico atribuido al fraile franciscano Guillermo de Ockham según el cuál en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable, ha venido a cumplirse inexorablemente una vez más. Después de cinco días de rumores, explicaciones conspiranoicas y filtraciones de enteradísimos sobre el supuesto verdadero estado anímico del presidente, ha ocurrido lo que cualquiera con un mínimo sentido común y conocimiento del personaje sabía en su interior que iba a pasar. Sánchez nos ha concedido el privilegio de seguir en el cargo y ha decidido salvarnos a todos manteniéndose en el poder. No porque le guste, que ya sabemos que nada le complacería más que retirarse al campo y dedicar su vida al canto gregoriano, sino sacrificándose por el bien de la democracia española. Eso sí, sin olvidar el daño irreparable que la prensa de derecha y ultraderecha -algún día tendrá que explicarnos que criterio usa para diferenciarlas- ha infligido a su esposa y a su familia. En ningún momento se le ha ocurrido pensar que la mejor manera de que los medios de comunicación dejen en paz al entorno del poderoso es que no use el poder en provecho propio. Si Begoña Gómez no hubiera recomendado de puño y letra a sus benefactores........
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