Adios al 'Richelieu' español
En privado, Felipe González le motejaba cariñosamente "Onésimo", nombre de un jugador del Cádiz y del FC Barcelona de los 80 y los 90 que "se regateaba a sí mismo". Ese era Alfredo Pérez Rubalcaba, cuerpo menudo, campeón de cien metros lisos que con la madurez derivó en parlamentario de una agilidad mental sin parangón. Querido, temido y odiado a partes iguales por adversarios y afines.
Su principal virtud, ese verbo acerado y preciso como un bisturí para los 20 segundos del telediario que le trajo éxitos y... sinsabores. Aquella frase: "Necesitamos un gobierno que no nos mienta", en horas posteriores a los atentados del 11-M, le supondría años de demonización por parte de quienes perdieron el poder, no todos. Ahi empezo lo del comando Rubalcaba contra el PP, una infamia el suo de esa terminología hacia quien dedicó media vida a luchar contra ETA.
Agnóstico, que no ateo, siempre le imaginé, sin embargo, con el armiño del cardenal Richelieu, seguramente porque todos alguna vez nos hemos dejado llevar por esa imagen de obsesionado por el poder que tardó mucho en abandonarle. "Ya no hecho de menos el Gobierno, Gabi, solo hablar aquí", me dijo señalando el Hemiciclo del Congreso la última vez que nos vimos, en la entrega del premio Josefina Carabias a la periodista Lucia Méndez. Me pareció........
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