Cuando tu país lo preside el jefe de una banda
En Golpe de suerte en París, Woody Allen reincide en uno de sus temas predilectos cual es cómo el azar es un componente esencial de la experiencia humana. En realidad, toda la obra del cineasta neoyorkino está plagada de encuentros casuales que marcan a fuego el destino de sus personajes, si bien no renuncia a otros protagonistas resueltos a escribir su propia suerte como en una de las magistrales secuencias de Hannah y sus hermanas. En Golpe de suerte, la protagonista es una hermosa mujer que conforma sus días con ser la esposa de un hombre de mucho dinero y moral dudosa. Sin embargo, su supuesta felicidad se ve alterada con el reencuentro con un compañero de juventud que cumplió con su sueño de convertirse en escritor y que le confiesa lo perdidamente enamorado que está de ella desde aquellos días del ayer. Ante el dilema de quedarse con quien le da estabilidad o arriesgarse a tener una relación con quien le devolverá la pasión por la vida, Fanny no toma partido, siendo a la vez amante de Alain y cónyuge de Jean, pero todo salta por los aires cuando el celoso esposo comienza a sospechar y contrata a un detective que, buscando, encuentra. Y, como en Match Point, donde el azar depende de qué lado de la red caiga la bola que juguetea sobre su dobladillo, Jean decide hacer con Alain lo mismo que le hizo a un exsocio, a la par que la madre de Fanny comienza a sospechar de las malas intenciones de su yerno transmutándose en una especie de investigadora privada al estilo de Misterioso asesinato en Manhattan. La voz en off del homicida de Golpe de suerte en París proclamara que mejor tener buena estrella que ser buena persona en una vida que no deja de ser “una broma siniestra” en la que todo queda al albur de los acontecimientos.
Valga este introito cinéfilo para ayudar a elucidar el destino bien diferente, pero que acaba confluyendo en los términos que se viene conociendo desde el estallido del mal llamado “caso Koldo” y que, en realidad, siempre fue “caso Sánchez”, entre dos personalidades parejas como las del comisionado Pedro Sánchez y del comisionista Víctor de Aldama, esto es, entre el presidente del Gobierno y el “nexo corruptor” de la corrupción sanchista. Dualidades intercambiables en sus respectivos roles al ser cuñas de la misma madera y propósito. Así, dada la trayectoria de Sánchez, Aldama podía ejercer de primer ministro como aquel de conseguidor de no ser por el golpe de suerte que aupó a uno a La Moncloa y Ferraz, y relegó al otro extramuros de esas sedes, si bien con conexiones directas con el Gobierno y con el PSOE. De no haber alcanzado la secretaria general tras intentar un pucherazo contra los barones socialistas y comprado onerosamente la Presidencia del Gobierno en un acto de corrupción máxima, quien empezó plagiando su tesis sería hoy tal vez un buscavidas como Aldama usando la peana de las saunas de su suegro y, por ende, Begoña Gómez oficiaría de contable doméstica sin cátedras de pitiminí para pillar fondos del Ibex 35. Luego reembolsables en concesiones por parte del Consejo de Ministros que preside la pareja de la “consuerte”.
De facto, Sánchez y Aldama ya acreditaron el jueves que responden al mismo........
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