El esperado discurso del Rey
Esta noche el Jefe del Estado, como todos los años, como hiciera su padre, y antes de Juan Carlos, Franco, entrará en todos nuestros hogares a la hora de la cena familiar. Nos hacemos viejos. Hace nada era yo el que, junto a otros niños, gritaba y urgía a empezar la cena mientras los mayores pedían orden y silencio para escuchar con tranquilidad el mensaje navideño. Hoy lo entendemos mejor. Es verdad, algunos esperamos este momento con cierta emoción. Y, por qué no reconocerlo, con cierta necesidad.
A pesar de que sabemos que vamos a escuchar diez minutos en los que la buena voluntad y las palabras animosas serán lo básico de su intervención, a pesar de eso ahí estaremos, frente a la televisión, incluso antes de que suene el himno nacional. Quizá sea esta noche la única en la que pida un poco de silencio a la chiquillería para escuchar los acordes de la Marcha de Granaderos. Lo que venga después casi lo imagino. Incluso imagino la realización televisiva del mensaje del Rey, aquí un plano para el belén, aquí otro para una fotografía familiar, aquí el Rey en plano americano y aquí un primero de su rostro circunspecto. Y sus palabras y deseos también son previsibles, en la forma que hace años enseñaba Rajoy. Tan mal están las cosas en España que ser previsible y aburrido es una virtud necesaria y cada vez más escasa. Ojalá Pedro Sánchez, ese ser de lejanías llamado a reinventarse a sí mismo, tuviera algo de esto en su naturaleza esquiva.
El partido que hará presidente a Sánchez no quiere saber nada de usted, nada de España. Ni lo esconden ni lo disimulan.........
© Vozpópuli
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