Catón el Viejo, implacable enemigo de Cartago, llevó al Senado un cesto de higos frescos púnicos para que los senadores vieran por sí mismos la facilidad y rapidez con la que los cartagineses podían invadir Roma. A partir de entonces, acababa todos sus discursos con la expresión “Carthago delenda est”, Cartago debe ser destruida, viniera a cuento o no. No cejó hasta que la República declaró la tercera y definitiva guerra a su temida rival.

¿Por qué lo hacía? Por una razón muy simple: si juzgas vital un objetivo político, debe citarse en todas las oportunidades, cualquiera que sea el tema. Catón preparaba a los romanos reticentes para un último enfrentamiento con el eterno enemigo. O como decía Voltaire cuando le acusaban de repetirse en sus denuncias del despotismo y la barbarie: me repetiré hasta que se me entienda.

Viene esto a cuento de cuánto echamos de menos a un Catón en el Congreso de los diputados (de Voltaires vamos mejor servidos). De forma incomprensible, en la sesión de control del Gobierno del pasado miércoles, Feijóo permitió de nuevo a Sánchez convertirla en sesión de control de la oposición. Le bastó el simple expediente de hacer lo que, por razones misteriosas, no hace el jefe de la oposición: exigir la dimisión de su principal enemigo político. Que resultó ser no Alberto Feijóo, sino la odiada Isabel Díaz Ayuso.

Verdadero killer instintivo, a Sánchez nadie tiene que explicarle que, en un peligro de muerte como el que le ronda, no hay que andarse con remilgos ni escrúpulos paralizantes. Y así fue: Sánchez entró a matar, y Feijóo se dejó arrebatar el protagonismo de la jornada en condiciones ideales por esa reticencia a pronunciar lo que, como Catón, debería repetir todos los días hasta que suceda: "Sánchez, le exijo que dimita".

Lo hizo Aznar, hasta que ganó, con su famoso “Váyase, señor González”, en otra agonía socialista también rebosante de escándalos, pero mucho menos graves que los actuales. Pues ahora no solo hay corrupción económica y émulos de Roldán, sino que va acompañada de un desmantelamiento del Estado sin precedentes, entregado a los intereses de separatistas, terroristas y golpistas con conexiones internacionales muy graves en pleno auge del peligro de guerra (Rusia y Venezuela, especialmente), y con una putrefacción política que está destruyendo la democracia y podría volverse irreversible.

Fuera de la sanchesfera muchos compartimos esta percepción de urgencia y extremo peligro. Entonces, ¿por qué Feijóo se limita a “pedir explicaciones” al culpable, tanto en la entrevista con Carlos Alsina como en la sesión de control? Es como pedir un examen de conciencia a un terrorista contumaz… o a un psicópata narcisista. Y como planteaba Alejandro Vara en este mismo medio, ¿por qué Feijóo eludió el principal escándalo (de momento) que afecta personalmente a Sánchez, el de los negocios cruzados de su mujer Begoña Gómez con Air Europa-Globalia, la OMT y el IE Africa Center, bajo la protección del Gobierno?

Que el Consejo de Ministros diera el visto bueno al rescate de Air Europa siendo mediadora la mujer del presidente no solo es un escándalo moral y político, es un incumplimiento flagrante de la Ley de la Administración General del Estado, que le obligaba a inhibirse. Que solo una hora después del Pleno el PP acudiera a presentar una denuncia contra Sánchez por este asunto a la Oficina de Conflicto de Intereses (que depende del Gobierno), indica que conocen perfectamente la gravedad del asunto. Pero no han elegido bien la oportunidad -¡el kairós que tanto interesaba a los griegos!- y el sitio: el lugar era el Congreso, y el denunciante debía ser el propio Feijóo en el necesario papel de némesis de la Constitución. Con más razón tras el ataque contra Ayuso por el presunto fraude fiscal de su actual novio, que apesta a posible y probable fraude, sí, pero del Gobierno y fabricado por la Vicepresidenta Montero en persona.

En resumen, nuestro problema es doble: soportamos de Gobierno a una asociación de malhechores y forajidos sin parangón en la historia democrática, y enfrente a una oposición que o se pasa (Abascal tratando de controlar a Feijóo en la sesión de control al Gobierno) o no llega: Feijóo pidiendo explicaciones donde y cuando hay que declarar la guerra a los enemigos de la democracia y proclamar el ¡Sánchez delenda est!

Será un sesgo profesional, pero la navaja de Ockham me parece uno de los mejores principios de la historia del pensamiento para resolver problemas: prefiere siempre la explicación más sencilla y desecha las artificiosas o más emocionantes. Así pues, no creo en absoluto que haya una conspiración o pacto PSOE-PP para mantener a Sánchez; menos que el propio PP prefiera debilitar a Ayuso por luchas internas de poder; y es imposible que Sánchez sepa algo de Feijóo que impida a éste lanzarse debidamente a la yugular, pues Sánchez y sus validos han demostrado mil veces que prefieren prescindir de datos y hechos porque encuentran más ventajoso inventárselos directamente. Mentir, manipular y corromper no es en ellos una segunda naturaleza, sino su naturaleza verdadera.

No, lo que creo es que el núcleo duro del Partido Popular sigue sin querer admitir lo que todos vemos: que no hay “PSOE bueno” y que con Sánchez y sus felones no valen la contención cortés, las ofertas de pacto ni sentarse a esperar que se estrellen. Pedirles explicaciones es tan productivo como ofrecer un yogur a una manada de hienas hambrientas. Lo que Feijóo debe hacer, y no porque le guste o no, sino porque nos representa y es el único con posibilidades reales a día de hoy de sustituirle, es exigir todos los días la dimisión de Sánchez, incluso si, como Catón el Viejo y Cartago, el debate o el discurso versan sobre el turismo, el IVA o la cría de gallinas. Y para darle credibilidad y el tono de urgencia que esta emergencia reclama, debería romper toda relación con el PSOE hasta que la dimisión se produzca.

QOSHE - Feijóo debe pedir la dimisión de Sánchez - Carlos Martínez Gorriarán
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Feijóo debe pedir la dimisión de Sánchez

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15.03.2024

Catón el Viejo, implacable enemigo de Cartago, llevó al Senado un cesto de higos frescos púnicos para que los senadores vieran por sí mismos la facilidad y rapidez con la que los cartagineses podían invadir Roma. A partir de entonces, acababa todos sus discursos con la expresión “Carthago delenda est”, Cartago debe ser destruida, viniera a cuento o no. No cejó hasta que la República declaró la tercera y definitiva guerra a su temida rival.

¿Por qué lo hacía? Por una razón muy simple: si juzgas vital un objetivo político, debe citarse en todas las oportunidades, cualquiera que sea el tema. Catón preparaba a los romanos reticentes para un último enfrentamiento con el eterno enemigo. O como decía Voltaire cuando le acusaban de repetirse en sus denuncias del despotismo y la barbarie: me repetiré hasta que se me entienda.

Viene esto a cuento de cuánto echamos de menos a un Catón en el Congreso de los diputados (de Voltaires vamos mejor servidos). De forma incomprensible, en la sesión de control del Gobierno del pasado miércoles, Feijóo permitió de nuevo a Sánchez convertirla en sesión de control de la oposición. Le bastó el simple expediente de hacer lo que, por razones misteriosas, no hace el jefe de la oposición: exigir la dimisión de su principal enemigo político. Que resultó ser no Alberto Feijóo, sino la odiada Isabel Díaz Ayuso.

Verdadero killer instintivo, a Sánchez nadie tiene que explicarle que, en un peligro de muerte como el que........

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