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Así es Sinwar, un sanguinario al frente de Hamás

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11.08.2024

A las dos de la madrugada del día 31 de julio, una deflagración acababa con la vida de Ismail Haniya, el líder político de Hamás, en plena capital de Irán. Se trataba de una operación notablemente elaborada por parte del Mossad, el servicio secreto exterior de Israel. A pesar de que tanto Hamás como el gobierno iraní hablaban de un ataque aéreo, The Times y el New York Times revelarían que los responsables fueron miembros de la propia unidad de seguridad Ansar al-Mahdi, dentro de la Guardia Revolucionaria Iraní, que habían sido reclutados por los israelíes y que, meses atrás, ocultaron explosivos en tres habitaciones del complejo protegido donde se hospedaba Haniya –tras haber asistido a la toma de posesión del nuevo presidente-, para luego detonarlas en la distancia y abandonar el país de manera prudencial.

Mientras el alto mando israelí lanza insinuaciones que parecen confirmar esta teoría –sin aceptar abiertamente la autoría del hecho, como suele ocurrir- y Teherán, previsiblemente, emprende una rabiosa investigación para tratar de descubrir a los traidores en su seno, muchos periodistas a lo largo y ancho del globo se preguntan si esta liquidación va a provocar un gran conflicto regional entre Irán e Israel. Pocos, sin embargo, se centran en la figura del muerto.

Ismail Haniya era un hombre cuyo perfil recordaba al de un osezno: grueso, de cara redonda, con barbita y pelo cortos y blancos. Era también un hombre controvertido, representativo del hecho (más bien desconocido) de que Hamás encierra dos almas, dos lobos de pelaje muy distinto, que pugnan por dirigir los designios de la banda.

Del campo de refugiados a la universidad

Antes de lanzarnos a relatar su vida y obra, convendría que aquellos lectores que deseen conocer en detalle el funcionamiento de Hamás –cosa que recomiendo encarecidamente- se informen de ello pinchando aquí. Haniya pasó por todas las fases que atravesó la organización, como una suerte de mariposa que supera varios ciclos vitales. El dirigente había nacido en el campo de refugiados de Al-Shati, donde, casualmente, vivía también el que más adelante sería conocido como Jeque Yassin, el célebre líder supremo de barbas blancas y voz aguda que, aun estando paralítico, fundaría y dirigiría Hamás en los ochenta. La familia de ambos, de hecho, había tenido que desplazarse allí cuando las tropas israelíes vaciaron de árabes la aldea de Al-Jura durante la guerra civil del 47-49, un conflicto donde ninguna de las partes destacó precisamente por su benevolencia.

Antes incluso de la fundación de Hamás, el joven Haniya militaba como fundamentalista en la Universidad Islámica de Gaza. Recordemos que, durante los años setenta, el movimiento islamista recibía un generoso estipendio por parte de la autoridad militar israelí, dado que se enfrentaba a la poderosa Organización por la Liberación de Palestina, que agrupaba a las guerrillas laicas contra Israel. Al fin y al cabo, el yihadismo como tal aún no existía, y los israelíes se cuidaban de infiltrar informantes al tiempo que pagaban las facturas. Financiar a los islamistas era una estrategia de bajo riesgo y, de hecho, era una que también seguían los gobiernos de Egipto y Argelia.

La situación, sin embargo, cambió en 1987, cuando estalló la Primera Intifada. Hamás no sólo nació como grupo (y comenzó a derramar sangre para el 89) sino que, gracias al aparato de contrainteligencia que había creado antes incluso de su nacimiento, pudo pasar a cuchillo rápidamente a los informantes que albergaba en su seno. Haniya, mientras tanto, participaba de las famosas protestas de la Primera Intifada (donde los manifestantes tiraban piedras y el ejército les respondía con balas) y, desde el comienzo, ligó su destino al de la banda. Sus ansias de rebeldía existencial fueron recompensadas con varias estancias en la cárcel, hasta que finalmente acabó siendo deportado a Líbano junto a otros dirigentes, a modo de castigo colectivo, en 1992.

Aquellas deportaciones fueron probablemente uno de los ejemplos más claros de lo que no debe de hacerse en Contrainsurgencia. El resultado de las mismas fue poner a la cúpula de Hamás y de Yihad Islámica Palestina (grupo igualmente fundamentalista y amigo de la violencia) directamente a manos de la Guardia Revolucionaria iraní que –cosas de la guerra civil libanesa- controlaba por aquel entonces el Valle del Bekáa. Los iraníes, que consideraban a Israel su enemigo histórico, no tardaron en entrenar a aquellas bandas en una técnica desconocida hasta entonces: el atentado suicida.

Fue durante aquella suerte de exilio didáctico que Ismail Haniya conoció al Jeque Yassin: para 1997, se había convertido en su secretario personal, y su carrera política acababa de despegar. Lo cierto es que aquel Hamás primerizo no era amigo de medias tintas: su carta fundacional negaba cualquier negociación, predicaba abiertamente el exterminio........

© Vozpópuli


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